CON SU PERMISO

Análisis: Para gloria de Domingo Hernández

El Juli, minutos antes de salir al ruedo EP

Alfredo Casas

Una implacable neumonía provocó a principios del mes de febrero que e l ganadero de bravo Domingo Hernández viera el festejo de ayer tarde desde la barrera celestial. Lucieron sus toros, los de los dos hierros, divisa negra en señal de luto. Fue la única muestra expresa de duelo del octavo festejo de abono. Por fortuna para aquellos que llenamos los tendidos maestrantes, el lunes 16 de abril de 2018 será recordado para los restos por la celebración de la vida. La que se ganó en el albero maestrante el bravísimo «Orgullito» , un toro nacido en diciembre de 2013, marcado con el hierro de Garcigrande y el número 35, de pelo negro y 528 kilos de romana.

Es verdad, en su segunda entrada al caballo que montó el varilarguero Salvador Núñez , el acapachado, recogido, armonioso y terciado astado salmantino tomó el peto por los pechos, apoyándose en el pitón izquierdo –un inagotable filón de oro- y, más que peleando, zascandileando; haciendo como que sí pero no. Con todo, aplaudo desde esta tribuna la decisión del presidente de la corrida, José Luque Teruel . Fue «Orgullito» un toro de bravas, entregadas y profundas acometidas desde su salida por toriles. Que sí empujo de veras en el primer puyazo y que galopó con templado son en el transcurso del tercio de quites -¡lo hubo!- y de banderillas. De fija, pronta y alegre arrancada, el morlaco de Garcigrande surcó la arena baratillera con sus embestidas de principio a fin de la lidia, desde el infinito hasta más allá. De forma reiterada e incansable. Por ambos pitones. Y cuanto más por abajo le exigió «El Juli», más profunda, enclasada y determinada fue su respuesta . No, no conté el número de muletazos; el toreo no entiende de calculadoras, pero les puedo garantizar que la bravura con mayúsculas es el sustento fundamental para responder de modo tan extraordinario al severo planteamiento de muleta del maestro madrileño. Larga vida a «Orgullito» y gloria para Domingo Hernández, su ganadero.

Completó el sobresaliente lote de «El Juli» un toro basto y brocho, alto de cruz, voluminoso y culo pollo, que fue calibrado en varas y sacó un encastado y combativo fondo durante el último tercio. Por la transmisión de sus humilladas y largas embestidas por el pitón derecho y su fenomenal y ralentizada clase por el izquierdo, «Chumbo» también merece mención especial.

El desclasado toro que rompió festejo disimuló con movilidad su fondo de genio y carácter defensivo. Blando, desrazado y afligido fue el juego del tercero en el orden de lidia y mansito, rajado y destemplado, acometió a distintos ritmos y velocidades, el cuarto. Remató encierro un castaño que, después de marcar su querencia a tablas , embistió reiteradamente y por ambos pitones con peso y exigencia . Además de sometimiento, demandó gobierno. Sucede que el incómodo Alejandro Talavante no logró despejar tan peliaguda ecuación.

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