Enrique Ponce indulta el toro número 50 de su carrera y gana la Catedral de Manizales

El maestro de Chiva salió a hombros con El Juli en la última de feria

El Juli y Enrique Ponce salen a hombros del coso manizalita Efe

ABC.ES

Nueva Catedral de Manizales para Enrique Ponce , la quinta de su carrera. El maestro de Chiva salió por la puerta grande en la última de feria en compañía de El Juli.

Ponce cortó cuatro orejas y dos El Juli, en la corrida que respondió a las expectativas de una plaza llena. Los toros de Ernesto Gutiérrez Arango fueron potables y uno de ellos, el primero de la tarde, de nombre «Canario» y número 107 logró el indulto, en manos de Ponce. El torero valenciano hizo historia al perdonar la vida al ejemplar número 50 de su carrera.

Enrique Ponce y El Juli conmovieron a Manizales en la última corrida de la 63 feria taurina de esta ciudad. El mano a mano, con toros de Ernesto Gutiérrez Arango , respondió a las ilusiones de los tendidos, llenos para la ocasión por espectadores que se marcharon felices y agradecidos por la entrega de los dos maestros, informa Efe .

Enrique Ponce cortó cuatro orejas -simbólicas las primeras dos y a ley las restantes- en faenas en que su tauromaquia no dejó página suelta para hacerse a esos dos ejemplares, e incluso al quinto de la tarde, en el que si no falla con la espada también se hubiera hecho a los máximos trofeos.

En el que abrió la corrida hubo series interminables . Todas hechas con la belleza como pieza fundamental, pero con hondura en los vuelos de su muleta. El consenso fue creciendo en cada metro de la plaza y ese clamor se tradujo en el pañuelo del perdón.

Al su segundo, el valenciano supo taparle el defecto de buscar los adentros, para conseguir otros dos trofeos. Mientras que con el quinto logró que superara sus problemas de fuerza. Los yerros con el estoque impidieron un pleno de las seis orejas.

El Juli estuvo cerca de conseguir mucho más que las dos orejas que cortó al cuarto de la tarde, un bravo que obligó al de Velilla de San Antonio a exigirse para estar por encima del ejemplar y ganar el favor popular.

En el segundo de la tarde todo marchó bien, solo que en la suerte suprema no la hubo.

Otra vez en el sexto, El Juli puso a la gente de pie y obligó a la banda a tocar el pasodoble de la Feria, reconocimiento a las grandes faenas. El mal uso de espada volvió a negarle las orejas.

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