«La Revoltosa»: una corrala en Instagram

Mari Pepa no lleva la falda de céfiro ni Felipe una parpusa. Los protagonistas de la zarzuela «La Revoltosa», dos de los principales símbolos del casticismo más tradicional, vuelven hoy a la vida convertidos en dos jóvenes de nuestros días en la producción que estrena el teatro de La Zarzuela dentro de su Proyecto Zarza.

Una de las obsesiones de Daniel Bianco desde que llegó a la dirección del teatro de la Zarzuela (formaba parte del proyecto por el que fue elegido) es atraer a los jóvenes del siglo XXI, quitarles prejuicios e ideas preconcebidas sobre el género. Para eso nació el Proyecto Zarza, «una de las apuestas más destacadas de la temporada», según palabras de Bianco, que lo afronta temeroso todavía de la reacción del público.

Y es que para los primeros pasos del proyecto, Bianco ha elegido uno de los títulos más emblemáticos de nuestro género lírico: «La Revoltosa», una zarzuela con libreto de José López Silva y Carlos Fernández Shaw y música de Ruperto Chapí. «El Proyecto Zarza -dice Bianco- es sobre todo un espacio de libertad. Quiero abrir las puertas y las ventanas de la Zarzuela, convertir el teatro del telón rojo y la embocadura dorada en un espacio para jóvenes».

«La Revoltosa» que se presenta en la Zarzuela es un montaje hecho por y para los jóvenes. Se ofrecerán únicamente ocho funciones entre los días 1 y 5 de marzo («es un experimento que no sabemos cómo va a funcionar», confiesa Bianco): cinco de ellas serán para escolares y las tres restantes serán abiertas al público. Todas irán seguidas de un coloquio de veinte minutos con los espectadores.

Los intérpretes, la mayoría de entre 18 y 28 años, se han elegido en unas audiciones a las que se presentaron trescientas personas. Se les pedía que interpretasen una pieza de una comedia musical, un monólogo y un fragmento de la propia zarzuela de Chapí. «Cuando les tocaba cantar “La Revoltosa” -cuenta Bianco-, todos se ponían en jarras, porque entendían que se debía cantar así; esa es la idea de la zarzuela que tenemos que desterrar».

Aunque se insiste en la fidelidad a la partitura, ésta se ha adaptado para una orquesta de cámara: quinteto de cuerda, flauta, piano y percusión. Sus miembros son también instrumentistas jóvenes, y participan de modo activo en la puesta en escena. David Rodríguez destaca «lo bien que resisten las buenas partituras el paso del tiempo».

Los intérpretes son, dice Arellano, fundamentalmente actores que también cantan y bailan. Además de Ana Cristina Marco y Alberto Frías, completan el reparto María José Garrido (Soledad), Cielo Fernández (Encarna), Nuria Pérez (Gorgonia), Joselu López (Cándido), José Miralles (Tiberio), Javier Ariano (Atenedoro), Felipe Forastieri (Señor Candelas), Natán Segado (Chupitos) y Paula Sánchez-Valverde, María Arévalo, Cristina Teijeiro, Beatriz Arenas, José Luis Fernández y Antonio Buendía (chicos y chicas).

El equipo artístico incluye a Silvia de Marta (escenografía y vestuario), Juanjo Llorens (iluminación), Álvaro Luna (videoescena), Andoni Larrabeiti (movimiento escénico) y Javier López de Guereña (adaptación musical).