César Sarachu y Daniel Albaladejo, en una escena de «Reikiavik»
César Sarachu y Daniel Albaladejo, en una escena de «Reikiavik» - sergio parra

«Reikiavik»: Parejas, ajedrez y guerra fría

Juan Mayorga lleva al teatro Valle-Inclán una obra inspirada en el mundial de ajedrez de 1972, entre Bobby Fischer y Boris Spassky

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La disputa del campeonato mundial de ajedrez entre Bobby Fischer y Boris Spassky, celebrada en 1972 en la capital islandesa, es el punto de partida que ha empleado Juan Mayorga para su obra «Reikiavik», que abre el próximo día 23 la programación del Centro Dramático Nacional en el teatro Valle-Inclán esta temporada. El propio dramaturgo dirige el espectáculo, que cuenta como intérpretes con Daniel Albaladejo, Elena Rayos y César Sarachu. «En realidad, la obra cuenta tres historias -explica Mayorga-; una es la del propio campeonato, Me viene fascina desde que, todavía muy pequeño, descubrí la historia en el ABC, que compraba mi padre y donde yo aprendí a leer. Después he venido siguiendo a los dos protagonistas, y la suya es la primera historia de “Reikiavik”: la de dos seres humanos extraordinarios en una actividad, en este caso el ajedrez, que al mismo tiempo se convierten en representantes de las dos naciones más poderosas de la tierra, enfrentadas en un momento en el que el botón nuclear, que podía haber generado la Tercera Guerra Mundial, parecía siempre a punto de dispararse».

Pero junto a esa historia, hay otra en la obra: «la de dos hombres que, en un parque cualquiera -explica el autor-, se encuentran alrededor de un tablero, no para jugar al ajedrez sino para de algún modo rehacer Reikiavik, reinventarlo y hacerlo cada tarde de una forma distinta. Ponen en juego a Fischer y a Spassky, y también a sus respectivos equipos, a sus familias, a Kissinger y al Soviet Supremo. Igual que los jugadores de ajedrez ponen en movimiento a las piezas, estos ponen a personajes; igual que a aquellos un día les tocan blancas y otro negras, a estos les toca ser un día Fischer y otro ser Spassky y sus respectivos entornos».

Hay otra tercera historia, cuenta Mayorga: «la de un muchacho que, de camino a clase, se queda un día mirando a esos dos personajes. De algún modo, queda atrapado por lo que ve y su vida cambia para siempre».

A este muchacho lo interpreta una actriz (Elena Rayos). «Me parecía -cuenta el autor- que, como sobre la obra gravita la idea de asomarse a las vidas ajenas y de imaginar cómo sería uno en la vida de otro, el hecho de que al muchacho lo encarnara una actriz tiene un valor muy poderoso; de alguna manera, es un personaje que no ha decidido si es chico o chica, o si es niño o adulto. Y ella, además, le da una enorme presencia. Fue una decisión audaz, tanto por mi parte como por la suya, pero estamos muy contentos».

«Reikiavik» juega en dos planos, relata Mayorga. «Uno es radicalmente realista, naturalista, que es el plano del parque; pero luego todo ese mundo se transfigura y se convierte en Reikiavik, un lugar mágico en el que, en aquel verano de 1972, no había noche; lo hace gracias a la elocuencia de los actores y la imaginación que son capaces de convocar en los espectadores».

En el entorno de aquel campeonato estaba la guerra fría. «Pero a través de él mostramos en la obra otras muchas guerras. Se trata de la confrontación con el otro que se constituye en tu enemigo íntimo y, finalmente, en tu pareja. Aparece el tema del doble, el tema de Caín y Abel. Fischer es un hombre sin mujeres y Spassky un hombre con muchas mujeres y al final, de alguna manera, acaban siendo la pareja el uno del otro, porque quedan atrapados por Reikiavik».

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