Crítica de zarzuela

La zarzuela vuelve al Liceu con Plácido Domingo

El incombustible tenor volvió a conquistar a los liceístas con su talento inconmensurable, su simpatía y su arrojo

Plácido Domingo A. Bofill

PABLO MELÉNDEZ-HADDAD

El incombustible Plácido Domingo volvió a conquistar a los liceístas con su talento inconmensurable, su simpatía y su arrojo, esta vez con un repertorio que hacía casi una década que no pisaba el escenario del Liceu: zarzuela y ópera española . Que haya tenido que venir una directora artística alemana –Christina Scheppelmann– para programar este género en el Gran Teatre barcelonés es como para sonrojarse (al igual que hizo, sin prejuicios ni tapujos, Helga Schmidt en Les Arts de Valencia). El público barcelonés respondió como lo hace el de todas las latitudes ante la obra de autores como Giménez, Soutullo y Vert, Serrano, Fernández Caballero, Granados, Guerrero, Sorozábal, Falla, Moreno Torroba, Luna, Penella o Arrieta, es decir, con un gran éxito. En este caso hubo, además, un valioso aporte, el de dos ejemplos de la fuerza del género castizo y de su arraigo en Cuba. Quizás faltaron más romanzas o dúos de las muchísimas zarzuelas estrenadas en Barcelona, aunque no pudo faltar la irresistible «No puede ser» de « La tabernera del puerto » que vio la luz en el Tívoli del Paral·lel en 1936. Domingo la interpretó, mezclando en su repertorio obras para tenor y barítono, y encantando por igual en ambos ámbitos.

Domingo estuvo acompañado del tenor tinerfeño Airam Hernández y de la elegante –quizás «demasiado» para el género– soprano puertorriqueña Ana María Martínez , que debutó entre grandes aplausos. Ambos brindaron lo mejor de su talento, sobre todo en las propinas, ella con una entrada de la protagonista de «Cecilia Valdés» (zarzuela cubana) espectacular y él con la romanza de «La Dolores» tan sentida como vital. Ramón Tebar concertó con mano experta, auxilió en algún olvido y respiró con los cantantes; sin duda un par de ensayos más le habría ayudado a conseguir un sonido todavía más redondo, colorista y pintoresco.

La afición zarzuelística barcelonesa existe, y obviamente el repertorio da para muchos más conciertos monográficos como este, pero también para incluir en la programación obras consagradas del género, como lo fue « Doña Francisquita », la última zarzuela vista en el Liceu en 2010. Ver mucha gente emocionada y tarareando el repertorio en el Liceu clama por una reflexión urgente que despolitice un patrimonio que es de todos. También de los catalanes.

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