Una escena de la ópera «La ciudad de las mentiras», de Elena Mendoza
Una escena de la ópera «La ciudad de las mentiras», de Elena Mendoza - ABC

Elena Mendoza: «Nadie escribe ópera para que se quede en un cajón»

Estrena en el Teatro Real «La ciudad de las mentiras», basada en los cuentos de Onetti

Madrid Actualizado: Guardar
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El estreno absoluto de una ópera en el Teatro Real es siempre un acontecimiento. Más aún si se trata de una obra de una autora española y, como es el caso, llega tras una larga espera. «La ciudad de las mentiras», de Elena Mendoza (Sevilla, 1973), es un título encargado a la compositora sevillana por el anterior director del Teatro Real, Gérard Mortier. Estaba previsto que se estrenara en la temporada 2014/2015, pero problemas presupuestarios obligaron a su aplazamiento. El coliseo tomó el compromiso de estrenar la obra en esta temporada, y hoy sube a su escenario. «Ningún compositor escribe una ópera para guardarla en un cajón», dice una evidentemente satisfecha Elena Mendoza, que recibió el encargo de manos de Mortier como un gran honor.

«Fue un sueño realizado, porque Mortier ha sido siempre para mí un mito, tenía una gran admiración por él».

« La ciudad de las mentiras», subtitulada «Teatro musical en quince escenas», está basada en cuatro relatos de Juan Carlos Onetti –cuya viuda, Dorotea Muhr, que ha venido a Madrid para el estreno, fue violinista durante dieciséis años de la Orquesta Sinfónica de Madrid, y llegó a tocar en el foso del Teatro Real–. Los relatos son «Un sueño realizado», «El álbum», «La novia robada» y «El infierno tan temido» –protagonizadas todas por mujeres–. La propia Elena Mendoza firma el libreto junto a Matthias Rebstock, que es también el director de escena. Titus Engel es el director musical y el reparto incluye a Katia Guedes, Anne Landa, Anna Spina, Laia Falcon, Graham Valentine, David Luque, Michael Pflumm, Tobias Dutschke y Guillermo Anzorena. Hay, además, varios músicos sobre la escena que interpretan también a distintos personajes.

Teatro experimental

No es Elena Mendoza una compositora a la que le guste encerrarse en su despacho para escribir en soledad; al menos, no para escribir una ópera. «Éste es un proyecto absolutamente multidisciplinar –dice–; nosotros combinamos técnicas cercanas al teatro experimental con la composición de una partitura. Hacemos pruebas y pre-ensayos con los intérpretes, pero luego vamos a casa, reflexionamos y le damos una forma estructurada;y para eso sí me sirve mucho el oficio de compositora. Hay partes totalmente cerradas y otras abiertas a las que se da forma definitiva en los ensayos».

Experimentación no quiere decir improvisación. «Hay escenas en la partitura –en las que la música no está cerrada... Hay, por ejemplo, materiales en forma de módulos que los instrumentistas pueden combinar ad libitum sobre el escenario;pero son unos módulos muy consistentes, escojan el que escojan va a resultar un todo muy coherente. Está muy pensado, no es nada arbitrario. Durante los ensayos finales hemos ido acomodando esas escenas, tiene mucha importancia el timing. Hemos ido terminando de componer en el escenario;es casi un trabajo de “sastrería” compositiva. Una vez ensayado, sin embargo, ya queda fijada».

Un género vivo

A pesar de vivir en buena parte de su patrimonio pasado, Elena Mendoza cree que la ópera es un género completamente vivo. «Tiene todas las posibilidades del mundo para serlo en este momento artístico, porque es un género que combina muchas disciplinas. Estamos en un momento en que tanto en la música, como en las artes plásticas, como en otras manifestaciones artísticas, hay un gran interés por lo multidisciplinar, por el diálogo con otras artes. Y la ópera es una plataforma ideal para reunir distintas disciplinas».

Pero, condiciona la compositora, «creo que para ello se deben flexibilizar los métodos de producción, que no nos podemos quedar en el método tradicional de libreto, composición, puesta en escena... Hay que buscar nuevas formas de trabajar para que ese diálogo tenga lugar. En muchas óperas contemporáneas no existe diálogo entre disciplinas artísticas;están superpuestas. Hay un libreto hermético, una música hermética y una puesta en escena que no tiene que ver con la partitura. Eso es habitual  y ha de romperse para facilitar la interacción. Creo en la creación conjunta desde el minuto cero hasta el resultado final, y no en una carrera de relevos. La creatividad compartida es muy enriquecedora;en “La ciudad de las mentiras” hay muchas ideas de los intérpretes».

El espectáculo global, y no la partitura, ha sido el fin último de la creación de esta ópera. «No me interesaba crear únicamente una partitura, sino ver sobre el escenario la idea que yo tenía en la cabeza;no ver otra idea... Si otro teatro de ópera la quisiera programar, a mí me gustaría que fuera con el mismo equipo y los mismos intérpretes. Si queda y se quiere hacer dentro de varios años, ya podría haber una reinterpretación» Y es que, asegura la compositora en el programa de mano, «componer una ópera hoy en día significa hasta cierto punto reinventársela como género».

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