Rachel Cusk, fotografiada a su paso por Barcelona
Rachel Cusk, fotografiada a su paso por Barcelona - INÉS BAUCELLS

Rachel Cusk, el arte de novelar el vacío

La autora británica relata las secuelas de un divorcio en «A contraluz», novela en la que prescinde de narradora e incluso de trama

BARCELONA Actualizado: Guardar
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«Me llevó mucho saber cómo escribir sobre la nada», sentencia Rachel Cusk (1967). Sólo que la nada, en este caso, es mucho. Cómo no serlo cuando hablamos de una autora que convirtió su maternidad y su divorcio en incómodo carburante creativo de «A Life’s Work» y «Aftermath: On Marriage And Separation», respectivamente, y se transformó como por arte de ensalmo en la supervillana favorita de los tabloides ingleses.

Ella, canadiense instalada en Inglaterra que moldeó su vida mientras las prensa sacaba punta a su biografía y afilaba cuchillos en su lomo, se sumerge ahora en la nada, aunque lo correcto sería hablar de desaparición. Otro truco de magia que la ha llevado a levantar un muro en su bibliografía para presentar «A contraluz» (Libros del Asteroide) como una ruptura que busca aniquilar la voz de la narradora .

Y, dos por uno, también la trama. Porque en «A contraluz» lo que nos encontramos es a una mujer que acaba de separarse, viaja de Londres a Atenas para impartir una serie de clases de escritura y va tropezando con una serie de personajes que son en realidad historias encerrados en cuerpos de carne y hueso. «Ella no dice nada, pero está todo ahí, en lo que el resto de personajes explica», apunta Cusk sobre la primera de tres novelas protagonizadas por esta no-narradora rodeada de un variopinto coro de voces que van silueteando esta voz no-cantante entre proyecciones y reflejos.

En realidad, apunta Cusk, nada es casual. Ni una ciudad griega rápidamente identificable como un lugar salpicado de ruinas y rematado por la crisis, ni un personaje también en ruinas que intenta apuntalar los escombros como buenamente puede. «Podría ser la crisis de la mediana edad, pero sobre todo es un retrato de lo que ocurre cuando dejas de creer en la realidad y empiezas a pensar que es más que una serie de cosas que se han construido para ti -explica la autora-. Cosas como la familia, la identidad, la nacionalidad, el matrimonio, la maternidad… A veces esto podría llevarnos a la depresión, pero esto no es una novela sobre la depresión, sino sobre alguien se desenvuelve en medio de todo este derrumbe».

Amante de autores como Sheila Heti, Maggie Nelson y Karl Ove Knausgaard, primeros espadas de esa autoficción retorcida que ella misma ha cultivado, Cusk confiesa que apenas lee novela y que lo que realmente le interesa son aquellos escritores capaces de romper las reglas del juego. «Si tienes algo radical en tu identidad, el trabajo es mucho más fácil», apunta. En el otro extremo, añade, están aquellos que siguen chapoteando en el canon victoriano. «Es curioso ver cómo la novela vuelve una y otra vez a sus orígenes burgueses», sentencia.

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