Pablo M. Díez arranca una historia de amor al desastre de Fukushima

Hoy presentará su novela «Fukushima mon amour» en la Casa Asia de Madrid a las siete de la tarde

Pablo M. Díez ayer en Madrid JOSÉ RAMÓN LADRA
Bruno Pardo Porto

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El horror, visto de cerca, adquiere un cierto carácter surrealista. ¿De verdad puede estar pasando esto? Cuando Pablo M. Díez (Córdoba, 1974), corresponsal de ABC en Asia , llegó a Japón tras el tsunami de 2011 pensó que estaba en medio de una película apocalíptica. Pasó miedo, como todos los periodistas que estaban allí. «Nos temíamos que iba a ocurrir lo peor», recuerda ahora. Por fortuna no se produjo ninguna explosión en la central nuclear de Fukushima 1 y la tragedia, enorme, se contuvo. Un año después, todavía con aquellas imágenes en la retina, comenzó a escribir la novela que se acaba de publicar: «Fukushima mon amour. Crónica de un viaje al fin del mundo» (Kailas) .

«Es una historia de ficción que está inspirada en lo que se vivió durante aquellos días y en los testimonios de los supervivientes y damnificados que entrevisté», explica el autor. «Me parecía interesante ver qué ocurriría si dos personas de repente se encuentran en el fin del mundo y se enamoran» . ¿Quiénes? Un periodista español que coge el último avión que sale hacia Tokio y Mika Oshima, una joven japonesa desencantada con su matrimonio y todavía en shock por lo ocurrido. Aunque los dos están casados, comienzan un romance tan apasionado como surrealista, en el límite, ese lugar donde se estrecha la vida y asoman sus verdades y deseos. «Cuando se acerca el fin de sus días, o lo que ellos creen que es el final, encuentran el auténtico sentido de sus vidas ».

Camino de ruinas

Juntos, los protagonistas recorren la costa devastada por el maremoto, un camino de ruinas en el que conocen los rostros de los que lo han perdido todo. Como los vecinos de Otsuchi, un pequeño pueblo pesquero que quedó sepultado por el terremoto, donde la mitad de la población buscaba a la otra mitad, y donde Mika encuentra a su padre, al que solo puede identificar por la sirena que lleva tatuada en su pecho.

Es en estos pasajes donde Díez se desfoga y plasma las vivencias de ese mes posterior al desastre en el que recorrió el país nipón , sin duda la experiencia que más le ha marcado en toda su carrera, a pesar de haber narrado hecatombes como el terremoto de Sichuán de 2008, donde murieron más de 80.000 personas, o el ciclón Nargis en Birmania, donde hubo más de 160.000 muertos.

« Fukushima fue una catástrofe gigantesca: destrozó cientos de kilómetros de la costa nororiental de Japón y todavía queda mucho tiempo para que se recupere toda la normalidad. Aún no existe la tecnología necesaria para retirar el material radiactivo de Fukushima», afirma. De hecho, a lo largo de estos años ha ido periódicamente al lugar para dar cobertura informativa a las eternas tareas de recuperación; la última, coincidiendo con la publicación del libro.

«Algunos de los momentos más felices de mi vida se han producido al encontrar a supervivientes y damnificados y ver cómo, a pesar de haber sufrido la tragedia, han sobrevivido y hacen frente al día a día, a veces, incluso, intentan ser felices de cualquier forma , más que muchos de nosotros, que quizás lo tenemos todo y no valoramos las comodidades de nuestras vidas», subraya el escritor.

A lo largo de las páginas palpita esa idea: la de que, para bien o para mal, la rueda sigue girando, la de que la devastación, por extrema, destapa lo esencial. Eso es lo que terminan comprendiendo los protagonistas: cuando sienten que el tiempo es limitado deciden exprimir al máximo sus existencias. «Ese es el mensaje de esta obra», concluye Díez.

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