Luisgé Martín, fotografiado en Barcelona
Luisgé Martín, fotografiado en Barcelona - EFE

Luisgé Martín: «La diversidad sexual no es una opinión, es algo que hay que enseñar y asumir»

El escritor madrileño relata en «El amor del revés» el camino que le llevó a descubrir, esconder y acabar aceptando su homosexualidad

BARCELONA Actualizado: Guardar
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Luisgé Martín (Madrid, 1962) le pedía a Dios que le gustasen las chicas e incluso escribió en su diario que ya era heterosexual después de haberse sometido a una de esas polémicas terapias de aversión, pero no era más que maquillaje social para ajustarse a una supuesta normalidad. «Este libro es el inventario de mis arrepentimientos, de las mentiras que acepté con mansedumbre», escribe ahora en «El amor del revés» (Anagrama), memorias sentimentales y emocionales en las que el autor de «Las manos cortadas» repasa cómo dejó de ser «una cucarachara» y se convirtió «poco a poco en un ser humano» a medida que descubrió y aceptó su condición sexual.

¿Por qué este libro y por qué ahora?

¿Por qué? Hay una larguísima parte de mi vida que tiene que ver con la identidad y con cuestiones como el amor que me resulta más literaria que cualquier tema que se me ocurra.

Además, me ayuda a convertir ese caos en algo con sentido. El por qué ahora es más complicado, ya que pensé que lo iba a escribir dentro de unos años, probablemente por escrúpulos familiares, pero cuando llegó el momento me di cuenta de que tampoco había ninguna razón. El papel de mi familia en esta historia no era vergonzante.

Como cuando explica que le daban dinero para el psicólogo pero en realidad no sabían muy bien a qué iba.

Yo creo que a ojos de mis padres era el típico adolescente conflictivo, solo que el conflicto no era solo de adolescencia y de que seas imbécil porque tienes que reafirmarte contra la autoridad y empezar a beber porque es lo que toca, sino que había un problema mucho más profundo.

¿Para escribir un libro como este hay que aparcar cualquier tipo de contención?

Tengo muchos intereses y aficiones, mis facturas las he pagado siempre con mis trabajos de oficina, y la literatura es la literatura. No concibo hacer un libro como este sino es con la máxima honestidad. Y eso implica andarse sin miramientos, pero no ser un terrorista. Es un libro que sólo podía ser escrito a lo bruto.

¿Cuánto hay de ajuste de cuentas consigo mismo en «El amor del revés»?

«No concibo hacer un libro sino es con la máxima honestidad, y este libro sólo podía ser escrito a lo bruto»

No sólo conmigo, también con personas que están en el libro y con el mundo en el que viví, que en alguna medida sigue siendo que el que dura pero transformado; pero sobre todo es un ajuste de cuentas cariñoso con ese personajillo que yo fui y en el que ya no me reconozco. Hizo cosas que a Luisgé Martín le desagradaría profundamente hacer.

La educación religiosa aparece como uno de los principales focos de conflicto. ¿Hubiese sido diferente en otro contexto educativo?

Tampoco completamente. La sensación que yo recuerdo es no tener ningún problema concreto, ni me han llamado mariquita ni me han retirado el saludo ni nada parecido, pero sí que tenía ese vaho, esa nube social… Eso que se palpa estudie uno en el colegio que estudie y tenga la familia que tenga. Dicho esto una de las las cosas que menos ha cambiado es el papel de la jerarquía eclesiástica, pero sí que ha cambiado el caso que se les hace, la influencia social que tienen.

De hecho, en el libro explica que la situación tampoco cambia cuando llega a la universidad.

Y es algo que me llena de estupor. Estamos hablando del año ochenta, principios de la Movida, las vísperas de la llegada PSOE al Gobierno, las reivindicaciones más absurdas… Y sin embargo no recuerdo ni un cartel ni una asociación ni nada que hiciera referencia a los derechos de los homosexuales, así que yo asumia que era una monstruosidad.

«Lo que tiene que desaparecer es cualquier consentimiento social con la marginación, con el odio»

Cita la Movida y en el libro habla de gente como Miguel Bosé y Pedro Almodóvar, quien se refería a su homosexualidad sólo como una pose provocadora.

Con personajes concretos sí que soy crítico, y visto desde la distancia incluso me enfada, ya que justamente la gente que puede es la que debe. Ser héroe es muy complicado, pero alguien como Almodóvar o Bosé, que tenían todas las herramientas en su mano... Esas personas sí tenían que haber dado un paso al frente. Pero socialmente me cuesta más hacer cualquier tipo de censura, ya que la gente hace lo que puede, y uno se deja llevar por los ambientes de la época, y en aquella época reivindicar era pecado; era una cosa del antifranquismo, y había que vivir y disfrutar de la vida.

¿«El amor del revés» es un libro para ayudar a los demás?

Una de las cosas que nos faltaba a todos en esa época eran referentes. Ahora mismo en cualquier programa de televisión o en internet tienes todas las referencias, pero eso antes era ciencia-ficción. Yo tenía la sensación de que estaba aislado y no sabía cómo de raro era. No sabía dimensionar lo que ocurría. Así que cualquier testimonio que literariamente acerque a alguien a ese construir y reconstruir la identidad puede ayudar, aunque a la hora de escribir no soy altruista. Antes de nada, he escrito el libro para ayudarme a mí.

¿En algún momento podremos hablar de la homosexualidad como algo socialmente aceptado?

Tengo una duda de si esa normalidad va a llegar alguna vez. Las minorías son minorías, y en un colegio el gordito será el gordito y el mariquita será el mariquita. Eso probablemente nunca desaparezca del todo. Lo que tiene que desaparecer es cualquier consentimiento social con la marginación, con el odio. Tiene que haber educación para la ciudadanía en el colegio, en este tema y en muchos otros. La diversidad sexual no es una opinión, no es algo de lo que se pueda decir estoy o no de acuerdo; es algo que hay que enseñar y asumir sí o sí. Y eso no tiene nada que ver con la democracia. La democracia no es la libertad de pensamiento: uno no puede pensar que si sueltas un vaso cae hacia arriba, ya cae hacia abajo; ni puede pensar que a los judíos hay que matarlos; ni que la homosexualidad es una enfermedad y que no tiene que tener reconocidos los derechos. La democracia tiene que ver con el respeto a las minorías.

Apunta que se da mucha importancia al sexo cuando se trata de una cuestión de sentimientos.

Es una de las cosas en las que la Iglesia y toda la homofobia construida socialmente manipula para su interés: los homosexuales somos pervertidos porque lo que nos interesa es la lascivia, la lujuria del sexo; nos atra la fornicación y el delirio sexual, cuando realmente todos hemos empezado enamorándonos de alguien, y pensando en el sexo igual que un adolescente heterosexual. Como digo en el libro, la enfermedad no empieza en los testículos, sino en el corazón. Pero luchar contra el amor es más complicado.

[Lee la crítica de «El amor del revés» en ABC Cultural]

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