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José Luis Perales: «Escribir una canción me crea más problemas que escribir un libro»

El cantante publica su segunda novela, «La hija del alfarero», ambientada en la España rural del tardofranquismo

José Luis Perales ABC

NACHO SERRANO

Los dilemas de una familia rural del tardofranquismo, dividida por la lealtad al pasado y la esperanza en el futuro, son el núcleo de la historia que José Luis Perales nos cuenta en «La hija del afarero», su segunda novela (ed. Plaza & Janés). La historia se centra en Francisca, una niña que, como el propio Perales en su infancia, sueña con salir del pueblo en busca de oportunidades. Sus padres, Brígida y Justino, viven en El Espejuelo, un pueblo de Vallehondo. Su hermano Carlos decide seguir el oficio familiar, alfarero, pero Francisca se rebela, abandona a su familia y huye a la ciudad, donde encuentra trabajo en un hotel del puerto.

¿Cuándo sintió el impulso de escribir una nueva novela?

Siempre que escribo una canción, siento que me gustaría que pudiesen ser más largas. Con más de tres minutos te quedas fuera de la radio. Hace más de veinte años empecé a escribir una novela que se llamaba «La última maestra», que contaba la historia de una maestra de aldea que se perdió en la nieve yendo de un pueblo a otro. Años después, una noche que iba a dar un concierto en Montevideo, estaba un poco nervioso y me dio por escribir lo que veía por la ventana. Escribir sin límite de tiempo me relajó tanto, que después empecé a contar relatos parecidos en mi página web. La respuesta fue tan buena que me animé a escribir el libro. Pero sin la intención de que se publicase con una editorial ni nada. Después me encontré con Paloma Gómez Borrero, que la pobre ya ha muerto, y me preguntó qué estaba haciendo en ese momento. Le dije que una novela, y cuando la terminé, la leyó y se acercó a la editorial a presentarla. El señor Trías me llamó poco después y me dijo que era una novela notable y que la iban a publicar. Me quedé flipado.

Cuando empezó a escribir, ¿tenía ya la historia completa en su cabeza?

En todos los pueblos de la Alcarria de Cuenca siempre pasaban las mismas cosas, así que contar mi historia era contar la de mucha gente. Cuando yo me fui de Castejón el pueblo se iba quedando cada vez más vacío, la hierba empezaba a salir en las calles porque ya no pasaba tanta gente. En ese sentido ha sido fácil contar historias que yo conocía bien, y que me han contado otros a mí.

¿Usted tenía tantas ganas de irse del pueblo como Francisca, la protagonista de la novela?

Yo no sé si tenía tantas ganas de irme, pero mis hermanas se habían marchado a estudiar magisterio en Cuenca, y no entendían que yo me quedara en el pueblo. Lo lógico era que si el padre era herrero, el hijo era herrero. En mi caso, mi padre pidió una beca para estudiar en Sevilla, y aquello fue lo que cambió mi vida. En el caso de Francisca, ella ve que las chicas que trabajan fuera vuelven al pueblo mejor vestidas, más cultas... Y siente esa envidia. Era un fenómeno bastante frecuente que las chicas se fueran, y los hijos heredaran el oficio.

¿Cómo hubiera sido su vida si no le hubieran dado esa beca?

Sería albañil, o artesano. Algo que tuviera que ver con el barro. Yo llevo muchos años practicando con la cerámica, y creo que si no me hubiesen obligado las circunstancias, hubiera ido por ahí en mi pueblo, que por cierto, ¡acaba de nombrarme hijo predilecto! Me ha hecho muy feliz, es el premio más bonito que me han dado.

¿Se ha sentido más experimentado como escritor?

Tengo menos miedos al enfrentarme a la página en blanco, pero soy un aprendiz. Espero que algún día consiga aprender mucho y copiar de los maestros, los García Márquez y otros que tanto aprecio.

¿Para usted tiene ahora más sentido escribir novelas que grabar discos?

Más sentido no, pero es como un respiro, como quitarme esa espinita de la falta de espacio que tienen las canciones. Ahora, una canción me crea más problemas que un libro, curiosamente.

¿Y cuando escribe para otro cantante?

También es bastante más relajante y fácil que escribir para mí, porque tengo que jugar a ser el otro, para que se crea la canción que le escribo. Es una especie de travestismo muy divertido, sobre todo cuando aciertas. A veces, el artista en cuestión me preguntaba: «¿pero tú cómo sabías esto de mí?». La Jurado me decía: «Pero tú, que eres de Cuenca, ¿cómo sabías que yo salía de mi casa y me escapaba a un tablao en Chipiona mientras mi madre me buscaba escandalizada por mi barrio porque no iba a cenar?». Yo le explicaba que viví mucho tiempo en Andalucía, y que sé cómo se vive en los barrios, las costumbre que hay, las escenas costumbristas que se dan, etc...

Ha compuesto la banda sonora de «El autor». ¿Ha sentido también más libertad que componiendo canciones?

Relativamente, porque tenía que estar al servicio del guión, y eso te encorseta un poco porque no puedes irte de ese clima. Fue un reto muy apasionante, aunque lo hice casi casi a presión, porque yo me iba a ir de gira. Luego, de lo que escribí sirvieron tres o cuatro cosas nada más, pero me partí el pecho para dar la talla.

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