El escritor Javier Cercas
El escritor Javier Cercas - RAÚL DOBLADO

Javier Cercas: «La Transición salió bien porque hubo un pacto de recuerdo, no de olvido»

El escritor regresa a la Guerra Civil en «El monarca de las sombras», donde rastrea su pasado familiar a través de la historia de su tío Manuel Mena, que murió en la Batalla del Ebro como alférez de Falange

Madrid Actualizado: Guardar
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Más de quince años después, Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962) regresa al escenario bélico por excelencia de nuestro país. Y lo hace para encontrar respuestas a su pasado familiar. En «El monarca de las sombras» (Literatura Random House) rastrea la historia de su tío abuelo Manuel Mena, que murió en la Batalla del Ebro, donde combatió como alférez de Falange.

Estuvo años resistiéndose a escribir esta historia, hasta que decidió que debía contarla. ¿Por qué?

Era ahora o nunca. Mi madre es muy mayor, los testigos desaparecían… En este libro hay como una batalla por atrapar un pasado que se va. Lo que sabemos del pasado son destellos, son cosas que tapamos aquí y allá. Probablemente, dentro de dos años no hubiera podido escribir este libro.

Eso era un factor muy importante. Otro factor, del cual tal vez no era del todo consciente, pero ahora me doy cuenta, es que en el fondo, muchos nos hemos mentido acerca de nuestro propio pasado en este país. Hemos edulcorado el pasado.

Para poder vivir con él.

Sí, muchas veces es para poder vivir con él, pero no sólo. También porque preferimos ocultar el pasado y presentar una cara más agradable. Yo tenía una sombra, realmente, acerca del pasado de mi familia.

¿Le abochornaba?

Y me daba miedo. ¿Qué había ocurrido en la guerra? En la guerra ocurrieron cosas espantosas y yo sabía, de manera gaseosa, sin precisión, que mi familia había sido franquista. Le diré la verdad: me he encontrado un pasado mucho menos terrible del que pensaba, pero podía haberlo dejado ahí para siempre.

Bueno, pero para eso está la literatura: para hacer preguntas, no sólo al lector, sino al propio autor, que de otra manera no seríamos capaces de plantearnos.

Yo creo que eso es exacto. Michel Leiris habla del escritor como torero. Tiene un ensayo genial que se titula «La literatura considerada como una tauromaquia». Yo como persona me considero razonablemente cobarde, pero como escritor no puedes serlo, te tienes que plantear los problemas más serios y tienes que ir hasta el fondo, caiga quien caiga.

¿Y quién ha caído con este libro?

¡Nadie! ¡Es que es asombroso! Porque yo podría haber averiguado cosas terribles. En mi pueblo hubo asesinatos en la retaguardia. El resultado es que no, y en este sentido tengo una gran sensación de alivio, porque yo me podía haber quedado con esa sombra para siempre. Todos cargamos con la herencia de la guerra y hay que saber de dónde venimos.

Para saber dónde vamos

La única forma de hacer algo útil con el futuro es tener siempre presente el pasado. ¿Por qué la Transición salió razonablemente bien? Los hispanistas norteamericanos piensan que hubiese sido mejor que nos matásemos, entonces ellos podrían escribir su libro y volver a su cómoda democracia mientras los españoles nos dedicábamos a matarnos. Pero, ¿por qué salió razonablemente bien y decidimos no matarnos y construir una democracia? Porque todo el mundo, desde Adolfo Suárez a Santiago Carrillo, tenía el recuerdo de la guerra. Lo de que en la Transición hubo un pacto de olvido es falso; lo que hubo fue un pacto de recuerdo. Otra cosa es que no se quisiera utilizar políticamente el pasado, como instrumento de lucha política. Ahora, ¿olvido? Ninguno. Al contrario, el pasado siempre estaba presente, y por eso salió razonablemente bien. Ahora ocurre exactamente lo mismo: estamos repitiendo lo que sucedió en los años 30.

Los populismos son la muestra más evidente.

Es transparente, es evidente.

Escuchar argumentos de entonces en políticos actuales…

Sí, si quiere decimos nombres, pero no hace falta, ¿verdad? [ríe]. La política épica, la sentimental, la vehemencia, son discursos de ahora. Como si la mentira en dosis masivas se la hubiese inventado Donald Trump… ¡Por favor! Repetimos los mismos errores. Hemos sacralizado la memoria.

La hemos llevado a los museos.

Pero resulta que se nos olvida por completo el pasado.

Y la memoria es rebelde.

¡Claro! Es individual, es subjetiva. Es por definición así, la memoria no puede ser colectiva. La Historia es colectiva, pero la memoria es individual.

Hablando de memoria, su madre, que es la protagonista solapada del libro, ¿qué opina de él?

Ella conocía la leyenda, pero desconocía la Historia. Es que la guerra se nos ha olvidado, y eso es muy peligroso. Porque cuando se te olvida la guerra, estás preparado para repetirla, de otra manera. La Guerra Civil no se va a repetir, eso está claro, pero otras cosas pueden pasar. Esta novela es belicosamente antibelicista, pero también épica.

¿Le ha resultado duro a su madre descubrirlo?

No, en absoluto. Le ha gustado, le ha encantado. Tengo la sospecha de que siempre quiso que escribiera esta historia.

Se lo pregunto porque, como bien ha dicho al principio, muchas veces nos engañamos para no enfrentarnos a la dura verdad.

Constantemente, pero esa es la función de la literatura: mostrar la verdad, aunque sea a través de la ficción.

De hecho, la mejor manera de acercarte a la realidad es a través de la ficción. Y eso es algo que usted hace en todas sus novelas.

Sí, Aristóteles estaría de acuerdo con usted. La Historia, el periodismo, también son formas de acercarse a la verdad, pero es otra cosa, otra aproximación. Los que escribimos literatura tenemos la fe de que, a través de ella, se puede llegar a una verdad superior, pero que nunca es la verdad completa.

El libro es, también, un alegato contras las ideologías redentoristas.

Ah, sí, claro, estas que tienen la solución. Es que la única solución es que no existe la solución, para la vida política, moral… No hay una solución definitiva y para todos, y ese es el error en el que estamos cayendo hoy también: creer que hay soluciones globales, absolutas.

En España no somos muy de tonos grises, ¿verdad?

[Ríe] Sí, somos radicales, esa es nuestra tradición. Tenemos una salvaje tradición de intolerancia, y eso es lo que destruye nuestro país. Si tú piensas distinto de mí, eres una sinvergüenza y te voy a pegar un garrotazo. Es una tradición bestial.

¿La ausencia de identidad cultural se debe a la amnesia histórica?

Cuando la gente dice: «¿Otra vez el pasado? ¡Pero si lo que debemos es pensar en el futuro!». No se puede pensar en el presente sin el pasado. Afortunadamente, tengo la impresión de que el periodismo cultural está mejorando en España, porque nadie me ha preguntado: ¿Oye, no crees que el tema de la Guerra Civil ya está agotado? [Ríe] Alguien me lo preguntará, eh...

¿Su propósito era luchar contra la desmemoria?

No. Mi propósito siempre es mucho más egoísta. Yo escribo sobre lo que no entiendo, sobre lo que no conozco.

¿Ha encontrado respuestas?

La respuesta es el libro. Las novelas plantean preguntas para no dar respuestas taxativas, eso lo tenemos prohibido. Son verdades contradictorias, y eso lo inventa Cervantes.

¿Siente que con esta novela ha cerrado un ciclo?

Es una pregunta que casi no quiero ni hacerme. Entonces, ¿ahora qué viene?

¿Y ahora qué viene?

Es que no lo sé. Hacía mucho tiempo que no me pasaba esto. Yo quería llegar aquí y, ahora, ¿qué? Habrá que empezar otra cosa nueva… No lo sé. Esto me ha dejado demasiado aliviado, demasiado relajado [ríe]. Estoy en estado de desconcierto notable.

Pero satisfecho.

Sí, feliz, la verdad.

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