Naguib Mahfouz, en su casa de El Cairo junto a su mujer
Naguib Mahfouz, en su casa de El Cairo junto a su mujer - Epa

Egipto ignora a Naguib Mahfouz a los diez años de su muerte

El primer premio Nobel de Literatura árabe sigue siendo un autor incómodo para las autoridades del país

Corresponsal en El Cairo Actualizado: Guardar
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Por las calles de Jan Al Jalili y el barrio del Husein, en el Cairo viejo, un ojo analítico y un oído atento puede encontrar decenas de personajes que esbozan el caótico cuadro de la sociedad egipcia. En el café Fishawi, Naguib Mahfouz (1911-2006), el escritor inmortal egipcio y nobel de Literatura se sentaba casi diariamente con su periódico a escuchar y observar: la materia de sus novelas. Un espejo -como los que llenan el conocido café- de la sociedad egipcia de su época, con personajes tan intrincados y llenos de detalles que tenía que anotarlos en una libreta aparte, según explicó su hija en una entrevista con motivo del centenario de su nacimiento. Hoy, diez años después de su muerte, las más de cincuenta novelas, cuentos cortos y guiones han sido leídos por algunos críticos como «proféticos en la historia egipcia. Sus novelas invitan a una relectura en el presente», explica a ABC la profesora en literatura comparada de la Universidad de El Cairo Tahia Nasser.

Su obra más conocida, «La trilogía de El Cairo» («Entre dos palacios», «El palacio del deseo», «La azucarera») sigue precisamente las andaduras de tres generaciones de egipcios en los años del colonialismo británico. Desde el padre religioso, tradicional, abusador, casi tiránico y con una vida nocturna disipada a sus hijos y nietos que vivieron la revolución y los años de Nasser, muchos encuentran paralelismos: La revolución de Tahrir, que permitió a muchos soñar con un nuevo Egipto, ha generado en un sistema corrupto con escasas posibilidades para los egipcios. «Un callejón lleno de deseos imposibles», como ha sido descrita la novela "El callejón de los Milagros". Tenderos o prostitutas, funcionarios o mujeres aplastadas por la tiranía de la religión de la época y las costumbres son algunos de los personajes de Mahfouz, quien a través de ellos esbozaba una crítica amarga -a veces alegórica, como en «Hijos de nuestro barrio» - pero también política con un profundo anhelo de lo que podría haber sido. Eso le convirtió, según el también escritor y amigo Gamal Al-Ghitani, en «la conciencia de Egipto».

Nueva novela árabe

Alaa Al Aswany, autor de «Edificio Yacobián», una vez declaró que Mahfouz fue «el fundador de la nueva novela árabe, y abrió las puertas a cinco generaciones de novelistas árabes. Es nuestro padre». Un virtuoso de la lengua árabe, con la que él jugó a placer en sus novelas, buscando las alegorías y el simbolismo, y causando verdaderos quebraderos de cabeza a sus traductores. Cuando recibió el premio Nobel en 1988, comenzó su discurso en lengua árabe, «la verdadera ganadora del premio». «Su ficción es evocativa, bien conocida por sus intrincados detalles», admite Tahia Nasser. Naguib Mahfouz ha sido acusado de incorporar demasiados detalles en sus novelas, que muchas veces dificultarían el seguimiento de los personajes. Esos detalles, defendió el autor, lo apegaban a la realidad: Su espejo de la sociedad egipcia fue comparado con el París de Zola, el Londres de Dickens o el San Petersburgo de Dostoyevsky. En Egipto, toda una generación creció con las películas de sus obras, que se convirtieron en «básico de cada hogar». Y sin embargo, el Gobierno egipcio parece haber dejado de lado la figura del primer premio Nobel árabe. Diez años después de su muerte, su casa está abandonada y todavía no se ha inaugurado el prometido museo sobre Mahfouz, pese a las sucesivas promesas en 2012, 2013 y 2014.

La relación del Estado egipcio y sus ciudadanos más religiosos con su más renombrado escritor no ha sido fácil: según afirmó el propio Mahfouz en una entrevista con Al Ahram en 2001, fue «acosado por la censura en repetidas ocasiones». Nasser, presidente egipcio de 1956-1970 «odiaba sus novelas por su dura descripción de la sociedad egipcia, gobernada por tiranos». La novela «Hijos de nuestro barrio», por la que recibió el premio Nobel de Literatura, fue prohibida su publicación en el país y Al Azhar, la institución más importante de islam suní, la condenó en numerosos sermones de los viernes esa historia de un callejón, y sus tres personajes que alegóricamente representan a los profetas como Jesús, Mahoma.

Hipocresías

Aunque en novelas anteriores Mahfouz había criticado con agudeza y amargura algunas hipocresías de la sociedad egipcia, la presentación alegórica de esos tres personajes bíblicos, con Mahoma como un mujeriego, un tipo con el que «era un placer fumar shisa» fue demasiado. El clérigo Omar Abdul Rahman, juzgado por su participación en los atentados de las Torres Gemelas, señaló que «si alguien hubiera castigado a Mahfouz por su novela, Salman Rushdie no se habría atrevido a publicar sus polémicos "Versos Satánicos'».

En 1994, Mahfouz sufrió un intento de asesinato. Un joven –«que no había leído "Los niños del callejón"», diría Mahfouz- le apuñaló en el cuello repetidamente. «Están intentando extinguir la luz de la razón y el pensamiento. Tened cuidado», declaró tras el ataque. «Los islamistas no solo trataron de matarlo, sino también trataron de destruir su reputación. Una parte de la población siempre creerá esas acusaciones de blasfemia contra él, que los islamistas solo han revivido e intensificado en los últimos años», lamenta a ABC Raymond Stock, biógrafo de Mahfouz y amigo personal del escritor. «Es difícil calcular cuán grande puede ser el porcentaje de los que opinan así. Además, están los problemas de la vida: los egipcios tienen otras cosas en la cabeza«, añade. Y sin embargo, para los que lo han leído, sostiene, Mahfouz será siempre «Naguib bey, dear Naguib bey».

Mientras que Mahfouz sigue siendo, años después de su muerte, ese «padre» del que hablaba Al Aswany y mentor de muchos escritores e intelectuales en la actualidad, son menos los egipcios de a pie que leen sus obras hoy día, entre sus acusaciones de blasfemo o, precisamente, la complejidad de sus escritos. Si bien todos los jóvenes han leído el superventas «Hepta», Naguib Mahfouz es «demasiado filosófico». Y a veces, incómodo.

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