LIBROS

«Vulgar lengua», la mejor obra de Pasolini es Pasolini

El indomable escritor y director de cine habla en «Vulgar lengua», que reúne la transcripción de un diálogo suyo junto a los textos de dos especialistas: Salvador Cobo y Antonio Piromalli

Pasolini en el rodaje de «Mamma Roma» (1962) con Anna Magnani, Franco Citti y Ettore Garofalo
Gabriel Albiac

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Pasolini (Bolonia, 1922-Lacio, 1975) es, ante todo, un mártir. En el más etimológico sentido del término: un testigo . Testigo de un mundo en descomposición y de una narrativa (literaria como cinematográfica) presa en un callejón sin salida. Mártir también, en el sentido más común del hombre que consuma su fe en una manifiesta voluntad oblativa. Y es esa condición doble la que lo contamina todo en Pasolini. Para lo mejor como para lo más fallido.

Hemos de confesar, bien contra nuestra preferencia, que una parte mayor de la obra pasoliniana ha envejecido mal. De forma más inocultable, el cine. De las películas de Pasolini, pocas salvan la erosión del tiempo. Lo consiguen las aún neorrealistas primeras crónicas del mundo suburbial, que hacen de «Accatone» y « Mamma Roma » referencias obligadas del cinematógrafo italiano en el inicio de los años sesenta. También, «El evangelio según San Mateo» de 1964. El ciclo se cierra con el estupendo blanco y negro de «Uccelacci e uccellini» en 1964. A partir de 1967, Pasolini se lanza, en cine, a un arriesgado proyecto de amalgama de textos clásicos y exageradísima pretensión metafórica . Allá donde priman los clásicos griegos, su texto salva al director. Cuando -así «Teorema» o «Porcile»- lo simbólico se apodera de la pantalla, la retórica pasoliniana se nos hace hoy difícilmente soportable.

Hasta la muerte

Pasados cuarenta años de su asesinato en condiciones tan oscuras como sórdidas , Pier Paolo Pasolini sobrevive infinitamente por encima de su obra. Sólo su poesía parece haber surcado con vitalidad el tiempo, para conmovernos hoy como hace medio siglo. Quizá porque la poesía es, de las formas de expresión artística, la más fuertemente ligada a la biografía de quien la escribe. Y la obra maestra de Pier Paolo Pasolini -eso es hoy incontrovertible para nosotros- es Pier Paolo Pasolini. En lo que es tal vez la más extrema puesta en práctica de aquel curioso objeto profetizado por Nietzsche : el artista que hace de sí mismo su más acabada obra de arte.

Reinvindica un retorno a la pobreza, cuya matriz es mucho más cristiana que comunista

«Vulgar lengua» se publica en España como libro de Pasolini. Lo cual puede mover a equívoco. Se trata, en realidad, de una composición de 120 páginas tejidas en torno a 47 páginas que transcriben un diálogo del intelectual boloñés. Precedidas de una sabia meditación sobre «el último Pasolini», llevada a cabo por el profesor Antonio Piromalli que organizó el coloquio del cual son transcripción esas pocas páginas y que constituye el último testimonio público de Pasolini antes de su asesinato. A su vez, precedidas por un introducción del traductor español, Salvador Cobo, que sitúa los problemas del autor, del texto y de la traducción. Ambos, Piromalli y Cobo, dan una visión clara y didáctica del autor y añaden una escueta bibliografía y un conmovedor cuaderno de fotos. En lo que a la intervención de Pasolini concierne, nadie espere grandes novedades. No se trata de un «texto». Ni siquiera de una «conferencia» estructurada.

Diálogos

Lo que en «Vulgar lengua» se transcribe es la grabación de un diálogo entre el autor y un grupo de profesores y estudiantes. Los interlocutores son necesariamente desiguales . Y uno percibe los esfuerzos del poeta para forzarse a dar respuesta a intervenciones no siempre demasiado bien construidas. Lo hace, sin embargo, aunque a veces no se prive de constatar lo inconsistente de las preguntas.

En ese territorio poco propicio a una meditación de fondo, Pasolini consigue, sin embargo, hablar de lo que siempre habló mejor: de sus fantasmas, de la tragedia de los hombres de su generación, del estupor ante la desaparición de un mundo al cual no se ofrece siquiera una alternativa. Arremete contra los «clérigos progresistas» que se han apoderado del pensar italiano, contra el trivial triunfalismo de la «revolución sexual» tras el 68, contra el imperio absoluto del «consumismo en Italia»… Y reivindica un asombroso retorno a la pobreza, cuya matriz es -haya pensado Pasolini mismo lo que haya pensado- mucho más cristiana que comunista. «En los arrabales romanos, que es el mundo que yo conozco y que he retratado en mis novelas de hace diez años, los jóvenes y la gente en general era mucho más feliz que ahora», concluye, ante el manifiesto escándalo de quienes con él discuten. La obra aquí es el personaje. Y la paradoja Pasolini es ésa: la de un hombre fascinante en sus errores . Y aún más, en sus delirios. Un mártir de sí mismo, aún más que un mártir de su tiempo.

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