Unamuno, en el centro, al salir del acto del paraninfo
Unamuno, en el centro, al salir del acto del paraninfo
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Unamuno: mistificación y realidad del acto del paraninfo

«"Venceréis, pero no convenceréis": la última lección de Unamuno», arroja luz sobre el célebre incidente entre el escritor y Millán Astray

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El salmantino y unamuniano Pollux Hernúñez profundiza en el legendario acto celebrado en el paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936, el del célebre incidente entre Unamuno y Millán Astray.

Lo primero es reunir y expurgar la bibliografía, culpable en muchos casos de la mistificación del sucedido, para intentar después reconstruir la «situación dramática» en la que, según Dionisio Ridruejo, el rector Unamuno convirtió el acto.

La lectura completa del texto resultante alumbra numerosos detalles. En primer lugar, las dos frases recordadas son estimaciones y tienen su arqueología. El «venceréis, pero no convenceréis» parece una cita de sí mismo de Unamuno, que quizás no lo dijera de modo exacto; el «¡Muera la inteligencia!» de Millán Astray pudo ser «¡Mueran los intelectuales!», o «¡Muera la intelectualidad traidora!».

Dos cosas se aclaran: la posibilidad ambiental de violencia sobre Unamuno y la evidencia de que fue Millán Astray el primero en evitarla; también la realidad de las consecuencias para el escritor después. Una de ellas fue la destitución del cargo de rector vitalicio que la República le había reconocido, Azaña le había retirado al apoyar el alzamiento y Franco restableció después. No fue la única consecuencia.

España «mutilada»

Conviene ir más allá de las dos frases que pasaron a la Historia. El acto dejó más detalles. Un «no así, no así» orteguiano de Unamuno, alguna muestra humorística de su soberbia («yo, que soy vasco, llevo toda la vida enseñándoos la lengua española, que no sabéis»), y la sensación de que fueron sucesivas las irritaciones: los discursos de Pemán y Maldonado -con su referencia a la Antiespaña- exasperaron a Unamuno, aunque se sospecha que siempre tuvo «dos bombas preparadas» para un acto en el que representaba, no se olvide, a Franco. Sus alusiones a una España «mutilada», al africanismo o al fusilamiento del filipino Rizal tuvieron que irritar a Millán Astray. Faltaría incorporar aquí la historia del mutuo desencuentro, algo importante para aligerar el suceso de mitologías y oscuridades. Y no debería ser difícil porque hay referencias en la bibliografía citada. Togores señala en su biografía que Millán Astray no perdonaba a Unamuno que en una ocasión hubiera llamado «cortacabezas y hampones» a los legionarios. En sus cartas en días posteriores, Unamuno se refiere a Millán Astray como «grotesco y loco histrión» y aclara que «la envidia […] es el odio a la inteligencia».

Hernúñez quiere simbolizar en el acto del paraninfo «el violento choque de la civilización contra la barbarie». ¿Excesivo, quizás? Ese día, Beltrán de Heredia, primer orador de la jornada, hizo un hermoso elogio del criticismo español en la América de misioneros y teólogos frente al conquistador. Siglos después, ahí estaban: el militar frente al intelectual «disidente» -aunque sublevado-. O sea, el intelectual «malo», el intelectual «traidor», que matizara Millán Astray tras su grito.

Lo mejor de la intervención de Unamuno fue su advertencia sobre el odio. Eso sería, pueblo a pueblo, la contienda. El libro recoge una foto en la que parece estar subiendo al coche. Un señor, de fondo, lo mira; el acto ha acabado, se han dispersado ya, pero su cara conserva una preocupada aprensión. Quede ese rostro anónimo junto a lo dicho ese día.

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