El arquitecto Norman Foster
El arquitecto Norman Foster - José Manuel Ballester. Cortesía: Norman Foster Foundation
ARTE

Norman Foster: «Siempre me interesó la arquitectura, no los arquitectos»

El próximo jueves, la Fundación Norman Foster abre por fin sus puertas en Madrid con la celebración asimismo de un foro titulado «Future is now», que acoge el Teatro Real. Una excusa perfecta para volver a este arquitecto, maestro de generaciones

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Norman Foster nació en Mánchester en 1935. Esta semana, un atentado terrorista en su ciudad natal ha matado a veintidós personas (por ahora) que acudían a un concierto en el Manchester Arena. Esta entrevista se celebró antes de este trágico suceso, por eso no pude preguntarle por el mismo, pero me habría gustado. Norman Foster, más que un arquitecto, o más allá de un arquitecto famoso y laureado con todos los laureles que en su gremio existen, es un individuo preocupado por la humanidad.

Tiene trazas de sabio enjuto, exquisito en el trato y en el pensamiento. Serán sus ochenta y dos años, será que es un hombre hecho a sí mismo. Resultan más que conocidos y narrados sus orígenes humildes en entrevistas y biografías. Y puede que venga de aquí esa responsabilidad suya con el mundo que lo rodea. En un momento de la entrevista saca de su cartera un libro en inglés, cuyo autor y título no pude apuntar. Se trata de un ensayo sobre el cambio climático.

Norman Foster está en Madrid, no sólo porque tiene que acometer uno de los proyectos más ambiciosos de su trayectoria, la remodelación del Salón de Reinos del Museo del Prado junto a Carlos Rubio, sino también porque está a punto de abrir las puertas de la Fundación que lleva su nombre, sita en un antiguo palacete de la calle Monte Esquinza. Lo ha reformado y formado a su imagen y semejanza: entre clásica y vanguardista. Sobre el patio de la entrada «colgará» una obra de Cristina Iglesias. En su interior, una señorial escalera une las luminosas plantas del edificio. Por el techo sobrevuela la maqueta de un avión. Foster ama la aviación. En huecos y vitrinas, maquetas y dibujos suyos. Aquí y allá, obras de artistas contemporáneos. En el patio acristalado del fondo, entre otras joyas dignas de un museo, el coche de Le Corbusier que Foster compró hace tiempo. Con esto, lo digo todo o casi todo sobre la sibarita forma de entender la vida de un arquitecto que nació en un barrio de Mánchester y que, pese a su edad, no duda en irse a montar en bicicleta a la Casa de Campo cuando se acaba la jornada.

¿Cómo valora este proyecto de la Fundación Norman Foster? ¿Como un punto y seguido en su trayectoria o como un punto y aparte; un alto en el camino, sentarse y reflexionar?

Creo que todo esto es muy emocionante. Nos enfrentamos a poder comunicar a un público mucho más amplio, más joven, pero también a ser capaces de motivar. También todo este proyecto ha hecho que sea más consciente de los vínculos entre algunos problemas como, por ejemplo, la contaminación y el cambio climático que, si los analizamos a la escala de una ciudad grande, nos damos cuenta de que necesitamos de un tipo de pensamiento en el que es necesario unir distintas disciplinas. Este es un área que llevo estudiando desde hace quince años.

Vayamos al origen: defina qué es para usted la arquitectura.

Quizás vaya más allá de la arquitectura en sí, porque, si uno analiza una ciudad, tenemos la arquitectura de los edificios individuales, pero luego están las raíces de la ciudad: las plazas, los puentes, el transporte público, que son como el pegamento urbano que hace que todos estos edificios individuales estén unidos entre sí. La interacción entre las infraestructuras y los edificios: esa es la clave.

«Vamos a poder comunicar a un público más amplio, más joven, pero también a ser capaces de motivar»

¿No le suena a un concepto de ciudad un tanto utópico, a estas alturas de la historia?

Hay una serie de modelos muy tradicionales de urbe. Madrid, por ejemplo, es un ejemplo tradicional; Londres es otro ejemplo... Barcelona, París. Pero hemos visto desde principios del siglo XX un nuevo modo de entender la ciudad en el que durante muchos años esta se ha visto como un ámbito pensado para los coches. Hemos visto ciudades muy diferentes, que abarcaban grandes extensiones, con enormes carreteras y autopistas. Este modelo de ciudad ya está desactualizado, anticuado. Incluso en las economías emergentes se está intentando copiar, pero son modelos poco sostenibles. Ciudades como Madrid son mucho más humanas, más fáciles de asumir para las personas.

¿Madrid es una de las ciudades más habitables, según su criterio? ¿Cuál sería el caso contrario?

Cuando las ciudades se amplían, empiezan a extenderse hacia lo que antes eran zonas de campo. Repetimos gran parte de los problemas de las ciudades, creando nuevas densidades urbanas y, nuevamente, dependemos del coche como única vía de conexión. Creo que cada vez somos más conscientes de estos problemas.

¿Entiendo que la sostenibilidad es una de sus grandes preocupaciones como individuo y como arquitecto?

Intento crear edificios que estén conectados con la naturaleza, que consuman menos energía, y que sean básicamente más limpios, sobre todo en relación con el medio ambiente.

«He traído hasta aquí un trozo del Muro de Berlín porque para mí es importante dentro de un diálogo visual»

¿Siempre ha tenido las cosas así de claras? ¿No se ha dejado tentar por la arquitectura espectáculo que tanto ha campado a sus anchas en los últimos años?

Creo que los edificios que se encuentran en las últimas fases de preparación en mi estudio están muy enraizados en conceptos que ya estábamos trabajando en la década de 1970. Si uno analiza un aeropuerto como el de Stansted, en Londres, que rediseñamos totalmente, se aportó luz del sol, se redujo el consumo de energía y se convirtió en un espacio mucho más humano. Fue en sí una revolución. Cuando tienes la responsabilidad de reformar o crear espacios en grandes comunidades en los que puedes mostrar proyectos sostenibles, con un uso cero de energía, lo que planteas es la posibilidad de que se formulen preguntas sobre cómo se han hecho las cosas hasta el momento. Este proceso de reforma permite aprender del pasado.

¿No hay futuro sin respeto al pasado?

Tenemos que aprender del pasado. En cierta manera, ya seas periodista, abogado o médico, todos estamos trabajando con el conocimiento que heredamos del pasado, y lo que hacemos es plantearnos preguntas y responder a los cambios.

Vista interior de la nueva Fundación Foster en Madrid
Vista interior de la nueva Fundación Foster en Madrid

Tal y como habla de la arquitectura, tan pendiente del bienestar del hombre, me recuerda a la filosofía y sus eternos asuntos. ¿Un arquitecto es un poco un filósofo?

Creo que siempre va a haber gente que plantée preguntas fundamentales sobre cuál es el papel del diseño, y luego habrá gente que considerará que el diseño, tanto en la arquitectura como en los propios artefactos, es algo mucho más similar a la moda. Y las modas son algo que no perdura. El ideal en cuanto al diseño tiene que ser un diseño que perdure en el tiempo, que pertenezca a su propio tiempo, y que además tenga la capacidad para ir más allá de su propio tiempo. Y quizás esa sea la mejor definición de un clásico: algo que años, décadas después, podemos volver a analizar y ver cómo habla y cómo reflexiona sobre aquellas cosas que pertenecieron a una época concreta, pero que perduraron más allá.

«Ciudades como Madrid son mucho más humanas, más fáciles de asumir para las personas»

Veo que en su mesa tiene una pequeña escultura de un cerebro, y que en la pared hay colgada un foto suya con Marina Abramovic en la que usted lleva un cerebro por sombrero. Me pregunto y le pregunto: ¿cómo funciona el cerebro de Norman Foster? ¿Cómo controla una mente que -observo- parece hiperactiva?

La respuesta más sincera es que no tengo ni idea. Estoy buscando algo, que ahora mismo no sé dónde está. No puedo decirle exactamente cómo funciona mi cerebro, pero sí que siempre estoy intentando pensar cómo podemos hacer que algo complejo se comunique con nosotros de tal manera que deje de ser tan complejo y sea más fácil de entender. Si se trata de un edificio: ¿el edificio puede hablarnos? ¿Puede el edificio hacer que el contacto con la naturaleza, con la luz del sol, con las vistas que lo rodean y quizás, como decía antes, gran parte de estos elementos en los que ahora creemos, se puedan no solamente hacer realidad, sino demostrar su validez, su utilidad? Quizás se trata de pasar de un mundo que se puede medir a un mundo más intuitivo.

Cada pregunta que le hago, usted la acompaña con un dibujo, aunque sea un sutil trazo. ¿El dibujo para Norman Foster es la esencia de todo?

Tengo suerte. Para mí, dibujar es algo que sucede de forma natural. Es tan natural como escribir, por eso, si tengo cualquier libro, cualquier cuaderno, siempre se va a ver una mezcla de dibujo y de texto. Pero hay arquitectos en la Historia que han creado magníficos edificios y que dibujaban mucho mejor que yo, y luego hay otros que han construido unos edificios maravillosos pero que no tenían ningún tipo de habilidad para dibujar. A la hora de hacer las maquetas… Las maquetas también son muy importantes, porque si, por ejemplo, estoy dando una clase sobre diseño de edificios, necesito que mis alumnos creen las maquetas mucho antes que el dibujo. En una réplica en tres dimensiones no puedes engañarte a ti mismo, porque cuando dibujas haces que las cosas sean preciosas, incluso cuando no lo son. Pero cuando estás con el edificio real, la maqueta te avisa, no te engaña. La maqueta no miente.

«Ya seas periodista, abogado o médico, todos trabajamos con el conocimiento que heredamos»

Entiendo que Norman Foster no sabe trabajar sin colaborar con otras voces a su alrededor.

Estoy mucho más cómodo en mi faceta de diseñador trabajando con otras personas. El crear un equipo con personas de distintas disciplinas es justo lo opuesto a la manera en que normalmente te enseñan a trabajar. Cuando te están formando para ser arquitecto, diseñas el edificio y luego das el proyecto a otras personas para que siga su proceso. Pero con ese enfoque pierdes muchas oportunidades porque hay una gran gama de opciones, porque siempre hay muchas más maneras de diseñar cualquier cosa.

¿Es por eso que muchas preguntas que le estoy haciendo usted no las responde en primera persona, sino en tercera persona del plural?

Yo me siento seguro y más cómodo si al diseñar un edificio trabajo en la misma sala con una serie de personas con otras habilidades que, de un modo u otro, van a estar relacionadas con el edificio final. Y también es mucho más cómodo trabajar con gente más joven, porque lo más probable es que no tengan miedo a plantearme retos. El crear un entorno creativo también es en sí otro modo de diseñar. Si como diseñador tomas la decisión, de forma consciente, de ser capaz de hacer algo más, puedes diseñarte a ti mismo como persona. El reto que se plantea es crear ese entorno creativo que te permita multiplicar los esfuerzos que generas para aprovecharlos mejor. Es un acto de «diseño» consciente y voluntario.

¿Voy más allá si le defino como un hombre del Renacimiento, no sólo, o exclusivamente, como un arquitecto?

Creo que es más fácil que alguien desde fuera opine. Creo que, como estudiante, siempre tuve interés por los espacios y las ciudades. Siempre sentí un gran interés por lo que podríamos decir que es la arquitectura sin los arquitectos. Me fascinaban los edificios humildes. Por ejemplo, las grandes naves agrícolas, las que se utilizan para la ganadería. Con el tiempo, he mantenido ese interés como diseñador de edificios individuales. No obstante, también me he vuelto mucho más consciente de la importancia de lo que es la imagen general, más amplia, en paralelo a aquello que nos permite ver todos los aspectos. He dedicado mucho tiempo al diseño de mobiliario. Eso me permite ir de una escala a otra y abarcarlas todas.

«Siempre estoy pensando cómo hacer que algo complejo se comunique de manera natural»

Habla de escalas. ¿Lo espectacular y el espectáculo ha hecho daño a la arquitectura?

Quizás sea un mensaje muy importante para transmitir a las generaciones más jóvenes que todo tiene el mismo nivel de importancia. El diseño del mobiliario es tan importante como conseguir el edifico más alto.

Mientras esperaba la hora en que me había citado para esta entrevista, estuve dando una vuelta a la manzana y vi que en el patio cerrado donde se va a exponer la obra de grandes artistas, hay también un trozo bien grande del Muro de Berlín. ¿Por qué lo ha traido hasta aquí?

Parece un capricho que me he permitido a mí mismo, pero he traído este trozo del muro porque para mí es importante dentro de un diálogo visual. Mi trabajo para el Reichstag fue un proyecto muy importante para mí, y creo que, en gran medida, para un país y para una generación, en el que desempeñé, junto con mis compañeros en este trabajo, un papel más o menos relevante. Ese proyecto en sí fue muy simbólico, en un momento en el que las barreras y los muros se derribaban. Quizás el Muro de Berlín nos recuerde que hoy no deberíamos estar construyendo barreras, no deberíamos estar construyendo muros, sino que deberíamos derribar algunos más, que tendríamos que derribar muchas más barreras. Así que es un símbolo de la época en la que vivimos, es un recordatorio. Es un elemento nostálgico en mi caso.

«Me apetece el proyecto de El Salón de Reinos porque me parece que es como cerrar un círculo en Madrid»

Ha trabajado en infinidad de lugares, países, ciudades. ¿Le queda algún sitio donde le gustaría hacer un proyecto, dejar su huella como arquitecto?

Creo que me gustaría ser parte de una iniciativa que pueda plantear soluciones a los problemas más importantes, por ejemplo, en los países emergentes. Hacer frente al uso de la tecnología para obtener energía limpia para aquellas zonas en las que, por ejemplo, hoy por hoy, no hay electricidad. Me gustaría ser parte de las soluciones para los grandes problemas. Pero, mientras tanto, la verdad es que, como arquitecto, soy como el perro de Pavlov: me ofreces un proyecto de diseño y no puedo resistirme. Por eso me apetece tanto el proyecto aquí en el Museo del Prado, me parece que es como cerrar un círculo en Madrid.

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