La escritora Yaa Gyasi, autora de «Volver a casa»
La escritora Yaa Gyasi, autora de «Volver a casa» - MICHAEL LIONSTAR
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Yaa Gyasi: «Con Donald Trump, Estados Unidos va en una dirección llena de odio y abiertamente misógina»

La autora de «Volver a casa» (Salamandra) es el último ejemplo de una potente generación de escritores estadounidenses con raíces africanas que tratan de evocar su pasado para poder comprender el presente

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La primavera altera muchas cosas. Entre ellas los horarios. Y eso que esta conversación tuvo lugar, por teléfono, antes de que entrara, oficialmente, la estación que da nombre a la astenia. La charla debía haberse producido a las 10 de la mañana, hora de Nueva York, pero finalmente tuvo lugar tres horas después. Al otro lado, del charco y del hilo, Yaa Gyasi (Mampong, Ghana, 1989). De fondo, ruido de cacharros. La joven escritora trastea en la cocina mientras evoca la creación de su primera novela, «Volver a casa» (Salamandra), una potente historia intergeneracional sobre los estragos del pasado esclavista. Arrancamos en Ghana, en la década de 1740, y llegamos hasta la actualidad, en Estados Unidos. Como la vida misma de la autora, aunque con más de dos siglos de diferencia.

¿Quería identificar a los culpables, ponerles rostro?

No, no me interesaba. Quería explicar la historia, que muchos conocemos pero no tan en detalle como me gustaría. Era importante mostrar las partes de las que nunca oímos hablar. Identificar al culpable es una cuestión muy complicada y quería reflejar esa complejidad.

Una cuestión complicada y sin respuesta, me temo.

Sí, creo que sí.

Muestra una imagen de la esclavitud muy amplia.

Sí, totalmente. Quería mostrar una imagen más completa que la que estamos acostumbrados.

En el libro nadie sale ileso. ¿Fue eso lo que sucedió, nadie pudo escapar de las consecuencias de la esclavitud?

Sí, creo que sí. El legado de la esclavitud sigue atormentando a la gente en todo en el mundo, no sólo en Estados Unidos. Nunca logras pasar página.

Usted nació en Ghana, pero se crió en Alabama...

Sí. Me crié en todo Estados Unidos. Primero vivimos en Ohio, luego en Illinois, después en Tennessee... Nos mudamos a Alabama cuando yo tenía 9 años.

Ha estado en Ghana dos veces. ¿Cómo se sintió?

Cuando era más joven pensaba que no era lo suficientemente ghanesa para que la gente me considerase ghanesa, y tampoco era lo suficiente estadounidense para que la gente me considerase estadounidense. Cuanto más mayor me hago, más orgullosa me siento de mis dos identidades: me siento orgullosa de Ghana y de EE.UU. Ghana es parte de mí, pero no es un lugar que considere mi hogar, como sí lo es para mis padres.

¿Y cuál es el lugar que usted considera su «hogar»?

Esa cuestión me plantea problemas. Cuando la gente me pregunta de dónde soy, contesto que nací en Ghana, pero me crié en Alabama y ahora vivo en Nueva York. Pero, como soy inmigrante y no he vivido en un solo lugar, no tengo la sensación de que el hogar sea un lugar. El hogar suele ser el lugar donde viven tus padres, donde vivieron tus abuelos. Para mí, el hogar está donde está la gente a la que quiero, se puede crear.

Hablando de inmigración, con la novela ha puesto sobre la mesa un tema del que no suele hablarse: en EE.UU. hay afroamericanos, pero también emigrantes que vienen de diferentes partes de África.

Sí, exactamente. Quería explorar esa distinción, porque a veces no pensamos en todos los grupos diferentes que hay aquí, no solo afroamericanos, sino emigrantes africanos.

Usted es el último ejemplo de una espléndida generación de escritores, como Teju Cole o Chimamanda Ngozi Adichie. ¿Podemos hablar de una nueva forma de entender la literatura en EE.UU.?

Sí, es interesante. Muchos de esos escritores son emigrantes africanos cuya popularidad está aumentando. Pero lo que me interesa de ellos es que emigraron tarde. Se pasaron la mayor parte de su vida en su país natal y llegaron a EE.UU. cuando eran más mayores. Tienen una conexión con su país natal más fuerte que la mía. Es interesante ver a una escritora como Taiye Selasi, que llegó a EE.UU. cuando era joven. Tiene una conexión con África y trata de encontrar su sitio en la literatura. Es una literatura emigrante, pero de distinto tipo, porque intenta definir la condición de estadounidenses de un grupo de personas que llegaron a EE.UU. tan jóvenes que no tienen conciencia de ser otra cosa.

El arte de la narración, como parte de una cultura, está muy presente en la novela. ¿Qué relación tiene con su escritura?

El arte de la narración es enormemente importante para mí. Sabía que había una falta de voces de la propia gente de la Costa de Oro británica. No hay una literatura escrita en perspectiva y eso se debe, en parte, a la tradición narrativa oral. Las cosas que no se anotan se pierden. La ficción puede proporcionar una voz para llenar el vacío. La narración permite que esas voces se sigan oyendo.

Toni Morrison, una de sus grandes influencias, dijo: «Si en tu librería no encuentras el libro que te gustaría leer, entonces tienes que escribirlo». ¿Está de acuerdo con ella?

Sí, sin duda. Aunque no todo el mundo puede hacerlo. Si te gustan los libros, lees mucho y empiezas a darte cuenta de esa ausencia, escribir es la oportunidad de crear el libro que quieres ver en el mundo.

Además de Morrison, ¿qué otros autores le han influido?

«Cien años de soledad», de García Márquez, tuvo una enorme influencia para este libro. James Bowling es fantástico y me encanta Marilynne Robinson.

Tengo que preguntarle por Donald Trump. ¿Cree que la cultura en general ha reaccionado de forma adecuada?

Sí, creo que ha habido una reacción en contra. En EE.UU. tenemos una pauta cíclica de dar un paso en una dirección, luego en la otra, y la vez siguiente en otra. Es una especie de tira y afloja, como si fuésemos hacia delante y hacia atrás. Es algo que viene sucediendo desde hace muchos años. No soy optimista sobre el futuro en manos de Trump, pero ha sido alentador ver las reacciones en su contra desde que fue elegido.

¿Y en qué dirección va EE.UU.?

Sin duda, va en una dirección menos inclusiva, más llena de odio, que no tiene en cuenta la contribución de la gente de color de todo tipo, no solo inmigrantes; en una dirección que es abiertamente misógina. EE.UU. siempre ha tenido problemas con la misoginia. Que alguien, como hemos visto en esa grabación, pueda hablar de las mujeres como Trump y que, aun así, haya sido elegido presidente dice mucho de la naturaleza de la misoginia en este país. Hay muchos males sociales que ha puesto de manifiesto, a los que quizás nos habíamos acostumbrado y que, en cierta manera, hemos superado de una forma u otra.

¿Se ha puesto ya a escribir la siguiente novela?

Sí, he empezado algo, estoy en las primeras fases. Pero es muy pronto. Intento encontrar el equilibro entre la promoción y sentarme a escribir otra vez.

Es muy difícil escapar del primer libro.

Estoy empezando a darme cuenta [ríe]... Es muy difícil.

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