Ana Blandiana, durante un recital de poesía
Ana Blandiana, durante un recital de poesía - Rafael Alcaide
LIBROS

Ana Blandiana y una miga de pan

Con sílabas de pensamiento y versos serenos en su gran tensión emocional compone Blandiana su poesía

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Los dos libros que ahora se traducen –editados en 2000 y 2004, respectivamente– fueron escritos durante los años de mayor activismo cívico de su autora, y se sitúan entre «La arquitectura de las olas» -el último escrito durante la dictadura de Ceaucescu y el primero que no tuvo que sufrir el lápiz rojo de la censura– y « Mi patria A4», publicado en 2010. Ana Blandiana (1942), a quien, junto a su marido, el escritor Romulus Rusan, se debe la creación del Memorial de las Víctimas del Comunismo, considera la poesía «una secuencia de visiones» y no «una serie de acontecimientos». Y la suya –como indica Viorica Patea– «posee limpidez reflexiva, concisión aforística y profundidad filosófica».

Como Unamuno –con el que se la podría emparentar–, la de Blandiana es una meditación sobre el sentimiento trágico de la vida, la angustia metafísica y el vacío existencial, rasgos distintivos de nuestro tiempo. Poesía, pues, contemporánea, más que moderna, que no cesa de indagar en los límites del lenguaje, del yo y de la realidad, y que levanta acta de su –y nuestra– ineficiencia.

Daliniana liquidez

«Balanceo» resume muy bien esta sístole y diástole de nuestro existir, que el espejo –uno de sus motivos– devuelve en sus imágenes: como también lo hace esta otra, del tiempo, presentado en su daliniana liquidez («fluyo sobre el mar / hasta que dejo de verme»). La crisis de la propia identidad impregna toda esta parte de su obra («¡Siento un ansia terrible / de mí misma!»). Lo que no le impide una mirada piadosa y tierna, como en «De visita».

La vivencia religiosa informa las bases de su mundo y, aunque expresa sus dudas («Deambulo por el cuerpo de un dios / sin saber si existe»), muchos de sus poemas son plegarias, y tiene un sentido muy claro de lo que representa y es el sacrificio. Sabe que «nada de cuanto nos rodea / es más sencillo que nosotros y que sólo el miedo / es puro, aunque, tal vez, en vano».

Con una enorme capacidad visual para abstraer momentos concretos, alcanza su cima cuando –como en «A plazos»– focaliza una miga de pan y, a partir de ella, poetiza nuestra condición de fragmentos, hambrientos de totalidad. «Lo peor –dice– deja arena en los dientes, / lo mejor fermenta rimas agrias». De ahí que busque una instancia de discurso, equidistante tanto del grito como del silencio, y que alguna de sus composiciones –pienso en «Plaza Buzesti»– parezcan contener escenas del mejor Murillo.

Ver los comentarios