Natalia de Molina: «Tuve una corazonada cuando recibí el guión»

La actriz obtuvo su segundo Goya por su trabajo en la película «Techo y comida»

Madrid Actualizado: Guardar
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El discurso de Natalia de Molina (Linares, Jaén, 1990) fue de los primeros que se vio interrumpido por la música de la organización, un detalle que criticó Ricardo Darín pero que sirvió para agilizar la gala. Las palabras de la andaluza fueron nerviosas, inquietas, y estuvieron acompañadas de alguna lágrima torrencial entre sus amigos, lo que no impidió que llegara a sala de prensa con la sensación de haberse dejado algo por el camino.

«Es que se me ha pasado muy rápido, tenía muchas cosas que decir y no me ha dado tiempo. Pero bueno, al final he intentado decirlo rapidísimo y creo que han puesto la música y no se ha oído», recordó más tranquilamente. «Quería dedicárselo a toda la gente que se ve reflejada en la película: la gente desahuciada, las madres solteras, a las mujeres, a toda la gente que lo está pasando mal». Su papel de Rocío en «Techo y comida» se impuso al trabajo de la favorita Inma Cuesta y al de dos actrices oscarizadas como Juliette Binoche y Penélope Cruz.

Es su segundo Goya después de ser distinguida en 2014 como mejor actriz revelación por «Vivir es más fácil con los ojos cerrados». No es un detalle menor. De todas las actrices elegidas para ese galardón, solo Natalia de Molina y Laia Marull han conseguido ganar el Goya con posterioridad. La mayoría de las veces las revelaciones no se confirman, una maldición que la andaluza ha superado gracias al relato de Juan Miguel del Castillo.

«Tuve una corazonada cuando recibí el guión», comentó. «Lo leí y sentí muchísimas cosas. Decía, “Dios mío, ¿cómo llega esto a mis manos? Esto es un regalo”. También sentí mucho miedo porque era un regalo muy grande, pero cuando tienes esa intuición hay que tirarse a por ello. Yo me iba a dejar la piel». Su premio sirvió de recompensa para la cinta del director jerezano, que se atrevió con una temática dura y visible en miles de hogares españoles. «Habría sido fácil caer en una banalización pero es que Juan Miguel era el mejor director para contarlo», explicó. «No es una película sensacionalista, no se adorna. Es cruda y por eso llega tanto, porque no hay artificio. Da miedo porque a veces lo ves demasiado real».

Son 25 años y dos Goyas en la estantería de una actriz que veremos a partir del 1 de abril con «Kiki», una comedia «erótico-festiva» de Paco León. El futuro es suyo: «Creo que es mejor no pensarlo mucho y seguir haciendo el siguiente trabajo como algo nuevo, como si fuera la primera vez y no subirse a la parra, porque esto no es normal».

Actriz de cuna

La próxima que intentará romper ese maleficio por el cual las actrices revelación casi nunca repiten será Irene Escolar (Madrid, 1988). Ella es una actriz nacida para serlo, porque en su familia hay Goyas para montar un equipo de fútbol siete. Irene llegó a la ceremonia con la hora justa y desde Zaragoza, donde estaba haciendo una obra de teatro. Con tantas prisas, ganar el Goya no entraba en sus planes: «Estaba convencida de que iba a ganar Antonia Guzmán. Llevo un día tan ajetreado que no me ha dado tiempo a procesar mucho desde que me senté en la butaca».

Por esa herencia familiar, la suya ha sido una revelación a medias. Lleva en activo desde los diez años y reaccionó al premio con mucha más normalidad que Miguel Herrán, revelación maculina. «Me he acordado de Lara [Izagirre], que es la que me dio la oportunidad de hacer esta película y de mi familia, por supuesto».

«Hubo una conexión especial con Lara la primera vez que nos vimos», siguió la protagonista de “Un otoño sin Berlín”. «Me di cuenta de que podría hacer en cine algo que todavía no había hecho, un personaje con profundidad, con desarrollo, que lleve el peso de una película. Creo que debe haber hueco en el cine para todo tipo de producciones. Eso sería lo maravilloso, que hubiera películas grandes, películas pequeñas y películas medianas, que son las que estamos perdiendo. Comedias, dramas, ciencia ficción... Que haya variedad».

Escolar dice que pondrá el Goya de momento en el salón, «para que cuando entre diga “¡Es verdad, que me lo dieron, vamos a seguir luchando!”».

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