Estatua de fray Junípero Serra
Estatua de fray Junípero Serra - ABC
LA HUELLA DE ESPAÑA EN ESTADOS UNIDOS

La Santa Expedición de California

El fraile franciscano fray Junípero Serra participó en la colonización de este estado junto a Gaspar de Portolá

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Último tercio del siglo XVIII. España, por poco creíble que parezca hoy, apenas diez generaciones después, ostenta la soberanía sobre la casi totalidad del territorio de Estados Unidos, a excepción del cuadrante nordeste, donde se asientan las colonias británicas, y ha colonizado todo el sur, desde Florida a Nuevo México.

Pero falta California. Casi dos siglos antes, el marino Sebastián Vizcaíno había recorrido su costa, cartografiando con minucia todos los accidentes del litoral californiano, trazando un mapa guardado con alto secreto por las autoridades españolas. Pero aplicada España a tejer su vasto Imperio, California había sido por el momento orillada, y las brumas del tiempo y el olvido se deslizaron sobre aquellas soledumbres.

Pero en 1761, el embajador español en Rusia informó que los rusos bajaban desde Alaska, instalando factorías comerciales en la costa pacífica.

Y España, extremadamente celosa de sus derechos soberanos, se vio apremiada a frenar semejante avance, adelantándose en la posesión.

Rey clarividente

Ese y otro motivo, decidieron al clarividente Carlos III a ocupar California. Se trataba de una región poblada de nativos sin acristianar, y en esto España y la Corona, que había recibido del Papa la misión de evangelizar las Indias, era también sumamente escrupulosa.

Y por eso se llamó Santa Expedición al salto colonizador desde México a California, una operación meticulosamente diseñada, y para la que se dispuso una doble jefatura militar y religiosa. Para la primera, el catalán de ilustre familia Gaspar de Portolá. Para la segunda, un enjuto franciscano nacido en Petra, Mallorca, llamado Junípero Serra. No se pudo elegir mejor.

Se previno la empresa sobre dos polos: fundar en San Diego, en el sur de California, una Misión y un Presidio (que no era una prisión, sino un fuerte protector de los misioneros), y desde allí proyectar la gran ofensiva colonizadora, fundando en la bahía de Monterrey, en el corazón de la costa californiana, la Misión que había de ser el núcleo de la ocupación española.

Misión de San Diego

La primera parte del plan se ejecutó según lo previsto: llegados por mar a San Diego, fray Junípero se queda organizando la Misión de San Diego de Alcalá, y Portolá parte por tierra con una partida de soldados y mulas, para localizar Monterrey e instalar el embrión colonizador español.

Llevan el mapa de Vizcaíno, que marcaba con precisión la bahía de Monterrey. Pero por más que rastrean no la encuentran, pasan de largo y prosiguen en dirección norte, hasta que jornadas después hacen un descubrimiento sensacional: la inmensa bahía de San Francisco.

Mas Portolá comprende que ha llegado demasiado arriba y que es preciso volver, pero tampoco ahora descubren Monterrey. Faltos de víveres, decide la vuelta a San Diego, en un regreso dramático en el que han de comerse las mulas para sobrevivir, y llegan a San Diego «oliendo a mulas», como expresó el capitán en su relación.

El «San Antonio»

Pero la situación en San Diego era agónica: el San Antonio, el barco despachado a Nueva España en demanda de víveres, no había llegado según lo previsto, y el hambre, el escorbuto y la muerte se ensañaban con los españoles. Según Portolá, las mareas habían cegado la bahía de Monterrey y el plan era inviable, de modo que decide dar por fracasada la empresa y el regreso de la expedición a México. El desaliento invadió a los misioneros.

Pero entonces afloró el talante de Junípero Serra, quien aunaba un profundo fervor religioso con una determinación implacable. Mantiene que en dos siglos las mareas no podían transformar de ese modo el litoral, y que es imprescindible intentarlo de nuevo, porque está en juego la cristianización de los indios californianos.

Portolá acaba por ceder en parte. La situación de penuria en la colonia es desesperada, pero concede una prórroga de pocos días, y si para entonces no había llegado el San Antonio, se abandonaría la empresa.

Cuando expiraba el plazo, y Portolá había dado ya la orden de evacuación, el San Antonio surgió por el horizonte a velas desplegadas, trayendo las ansiadas provisiones. Fray Junípero lo interpretó como una señal divina, y se acometió de nuevo la búsqueda de Monterrey, con una doble expedición terrestre y marítima, embarcando ahora el propio Serra.

Monterrey, por fin

Y esta vez Monterrey apareció en el punto dibujado en el excelente mapa de Vizcaíno, y que antes las nieblas habían ocultado. Desde la nueva Misión de San Carlos, El Carmel, fray Junípero fundaría un rosario de misiones que consolidaron la presencia de España en California. Mientras otros países poblaban con factorías comerciales, España con Misiones, que instruían a los indios en la religión y en la cultura occidental, y gracias a ellas sobrevivieron los nativos de Norteamérica.

Dos lugares de privilegio atesoran la memoria de fray Junípero: uno, en el Capitolio de Washington. Otro, en la morada eterna, ya que en 2015 se proclamó Santo de la Iglesia Católica al considerado Padre de California.

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