Ilustración de Cecilio Pla Gallardo para Blanco y Negro
Ilustración de Cecilio Pla Gallardo para Blanco y Negro - ABC

Blanco y Negro, arte de 125 años que sigue reflejando la excelencia de dos siglos

Desde el inicio en 1891, Torcuato Luca de Tena supo reunir a los mejores artistas y literatos

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Nunca un comisariado supuso para mí una inmersión tan total en el asunto objeto de exposición, que cuando me fue encargada, de cara a la inauguración del Museo ABC, una exposición basada en los fondos atesorados a lo largo de más de cien años por esta casa. Fondos fruto principalmente de las colaboraciones gráficas del diario ABC y sobre todo del semanario Blanco y Negro.

La inmersión consistió, a lo largo de varios meses, en verme LA TOTALIDAD de esos fondos. Una locura, sí. La única excepción fue Mingote. Es tal la masa de papel que su fondo representa, que fui a tiro hecho: a por alguno de sus envíos de niño de preguerra, a por sus viñetas con motivo de la muerte de Ramón Gómez de la Serna… o de la de Franco –una página en blanco–, a por algún magistral alegato anti-etarra… Pero del resto, sí, lo vi TODO, y eso supuso tanto confirmaciones como descubrimientos.

Los segundos, estéticos, pero también políticos: por ejemplo caer en la cuenta de que tras la máscara «Tito», se escondía Exoristo Salmerón (París, 1877–Madrid, 1925), que además de hijo de Nicolás Salmerón, fue militante primero socialista, y luego comunista.

Los mejores

La apasionante historia que se trataba de reconstruir en aquella exposición, historia en la cual no faltan paradojas como esta que acabo de evocar, es la de un semanario ilustrado creado a imagen y semejanza de los que existían en Francia o en Alemania, y que concitó la colaboración de los mejores artistas de su tiempo, y ello durante lo que quedaba del siglo XIX, y durante la casi totalidad del siguiente.

Sería difícil decir cuál fue la Edad de Oro de Blanco y Negro. De sus inicios se puede decir eso, sin duda. Si el modernismo –lo que en otros países se conoce como simbolismo– se identifica sobre todo con sus fruits saborosos catalanes, estos no faltan aquí, como lo demuestra la presencia de Ramón Casas, Ricardo Canals o Mariano Foix.

Están además el naturalismo de Álvarez Sala, Arpa, Avendaño, el escultor Benlliure, Díaz Huertas –autor de la primera portada–, García Ramos, Lozano Sidro, Martínez Abades, Medina Vera o Méndez Bringa; el humor de Cilla o de Tovar; los retratos franceses –entre ellos, de Julio Verne– del singularísimo Manuel Luque; el impresionismo intimista de Cecilio Pla o de Emilio Sala, tan a tono con los versos coetáneos juanramonianos; las volutas simbolistas de Eulogio Varela o del italiano Chiorino; las casi nadas de Ricardo Marín; el africanismo de Bertuchi

A esa zona se adscriben además las primeras tentativas de un Juan Gris todavía pre-cubista, las visiones sevillanas del encantador Manuel García y Rodríguez, las graciosísimas viñetas enviadas desde París por un Xaudaró que no puede reducirse a su celebérrimo perrito, el miserabilismo anarquizante de Máximo Ramos, las inconfundibles siluetas de Sileno… Cuando inicié mi excavación en el archivo, conocía y admiraba a Sancha, una especie de Daumier o de Vallotton castizo, de complejísimo itinerario vital, pero no tenía conciencia de hasta qué punto estuvo rodeado de otras voces de cantores, como él, de nuestro arrabal, y ahí hay que recordar al mencionado Tito, pero también a Cerezo Galán, a Manchón, a Robledano…

El final de los años diez fue la gran época del pombiano Bartolozzi, y de Enrique Ochoa –raro fruto tardío del árbol simbolista–, Rafael de Penagos –sus mujeres terminarían siendo uno de los grandes símbolos de la época–, Emilio Ferrer, Baldrich, Loygorri, Ribas, el mexicano Roberto Montenegro…

Otra Edad de Oro fueron las décadas del veinte y del treinta. Las vanguardias irrumpieron en la casa vía el portugués y pessoano Almada Negreiros, Climent, Ramón Gaya, Hipólito Hidalgo de Caviedes, Maruja Mallo, Sáenz de Tejada, Francisco Santa Cruz, Souto, Joaquín Valverde, Vázquez Díaz, Rosario de Velasco y alguno más, entre los cuales ocupa su lugar Ramón Gómez de la Serna en su faceta de auto-ilustrador de sus greguerías…

Este último, por lo demás, no es el único escritor-ilustrador presente en las páginas del semanario, pues está también el caso de Eugenio d’Ors, en cuya fascinante sección «Un ingenio de esta corte» salieron varios dibujos de su «alter ego» Octavi de Romeu. Entre los ilustradores propiamente dichos, generalmente «déco», destacaron Antequera Azpiri, «atc», Teodoro Delgado, Victorina Durán, Esplandiú, Estalella, K-Hito, Francisco López Rubio –especialmente brillante en el suplemento infantil Gente Menuda–Mairata, Masberger, Picó, Romley, Santonja, Sirio, Tauler, Tono… Entre las sorpresas de la excavación, los dibujos metafísicos del olvidado José Luis López Sánchez.

De los años de la Guerra Civil tal como se vivió desde el ABC y el Blanco y Negro incautados, se conservan ejemplos del eficaz realismo socialista de Bardasano, y algunas sorpresas notables, por ejemplo del polaco (y futuro chileno) Mauricio Amster, de Ontañón, de Puyol, del argentino y tremendo Aníbal Tejada…

Fidelidad en tiempos duros

La posguerra, durante la cual la casa fue fiel a varias figuras de antes del diluvio –incluidos represaliados como Robledano, o exiliados como Gaya– contó con nuevas presencias, muchas de ellas vinculadas a la Escuela de Madrid: Benjamín Palencia, Álvaro Delgado, Eduardo Vicente, José Caballero, José Romero Escassi, Carlos Pascual de Lara, Zamorano –que sería uno de los integrantes de Estampa Popular–, Grau Santos, o el singular dúo moderno compuesto por Juan Ignacio de Cárdenas y Coti Feduchi…

Más el humor de Mingote, Goñi, Chumy Chúmez, Máximo, Summers, Martín Morales, los encantadores Mena y Munoa… Años en que la ilustración va cediendo el paso a la fotografía, y sin embargo casi se puede hablar de otra Edad de Oro… o a lo mejor es que uno la ve así, porque su infancia no la puede disociar del Madrid de Eduardo Vicente o de su amigo Esplandiú, y de tantas otras visiones aparecidas en las páginas de Blanco y Negro y de ABC.

Un festín realmente, y paradójicamente, un festín multicolor, asomarse de nuevo a este archivo felizmente conservado en su integridad. Blanco y Negro, encima asequible, al igual que ABC, vía una hemeroteca digital utilísima, ejemplar.

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