EDITORIALES

Alto el fuego

Israel y Hamás llegan a un acuerdo, con voluntad de ser duradero, tras 50 días de ofensiva que ha dejado 2.165 civiles muertos

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Tras 50 días de ofensiva, ayer se alcanzó un alto el fuego entre Israel y el Hamás, islamista y brazo armado de la resistencia palestina en la franja de Gaza. Una impresión de alivio recorrió literalmente el mundo, que ha visto entre desesperado e incrédulo un nivel de violencia tan alto con pérdidas de vidas de civiles sin parangón: el 80% (Israel lo reduce a la mitad y tiene por terroristas a más de un millar de sus adversarios eliminados) de los 2.165 muertos palestinos eran civiles y un elevado porcentaje de ellos, niños. El dato es esencial y ha debido pesar mucho en la decisión israelí de detener los combates después de que el primer ministro dijera que se alargarían todo el tiempo preciso. El acuerdo presenta interesantes perfiles y el cambio de actitud de la parte israelí remite a explicaciones en su mayor parte estratégicas y se relacionan con el conflicto histórico e interminable que mantiene con los palestinos, privados de un Estado en su territorio. Es de notar, además, que el acuerdo (de hecho preparado, según la tradición, por Egipto, único mediador cómodo con ambas partes y aceptado por ellas) fue anunciado con cierta solemnidad por el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, internacionalmente reconocido como el líder oficial palestino. Este hecho parece sugerir que hay un pacto entre él y Hamás, un hecho prometedor para al futuro y en el marco del gobierno de unidad que las dos partes mantienen teóricamente. Israel parece haber entendido que su severa conducta ha dañado irreparablemente su imagen internacional y comprometido su relación bilateral con Washington. Dos hechos deben ser anotados: la orden del Pentágono de demorar los envíos de más misiles solicitados vorazmente por Israel y el giro de una opinión preocupada a largo plazo, aunque segura de la fácil victoria en Gaza. Un sondeo de la TV israelí indica que se ha hundido la apreciación por la gestión de Netanyahu: ha caído en un mes del entusiástico 82% de aprobación a un mediocre 32%. Washington, en fin, prepara una resolución para que el Consejo de Seguridad consolide jurídicamente el acuerdo, que tiene voluntad de ser duradero. En este contexto, y tras el río de sangre, es lícito preguntarse qué ha ganado Israel, especialista en vencer militarmente y perder políticamente.