El presidente de la asociación de comerciantes Cádiz Centro, Manuel Queiruga. :: ANTONIO VÁZQUEZ
Manuel Queiruga | Presidente de la asociación de comerciantes Cádiz Centro

«Hay gaditanos que aún esperan que vengan a arreglarles los problemas»

Representante desde diciembre de un sector clave en el casco antiguo huye del lamento y anima a poner en marcha nuevas medidas de forma urgente

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Es, la del comerciante, una imagen tradicional de persona entrada en años, servicial, discreta y correcta, que funciona por instinto y experiencia. Llegó a esa labor más por ascendente familiar y casualidades que por vocación y aspira al absurdo imposible de agradar a todos. También se queja constantemente. Bien para ocultar su patrimonio, bien para tratar de tenerlo alguna vez. Individualista por definición, interesado por oficio, suele ser utilizado como termómetro cuando la economía real, social, agarra un resfriado. En los últimos años, el malestar alcanza niveles de infección con severo riesgo de muerte, o de secuelas irreversibles. Así que sus sensaciones son de las más relevantes para establecer un diagnóstico. Ese sería el retrato del estereotipo del mercader, que ha cambiado poco desde los fenicios hasta la actualidad pasando por el zoco y las Américas.

Pues de todas esas características, el nuevo representante de los comerciantes del casco antiguo de Cádiz, el presidente de Cádiz Centro, apenas tiene ninguna. Manuel Queiruga Delgado es muy joven (37 años) y apenas cuenta con antecedentes comerciales en la familia salvo «mi abuela, que abrió una pensión en la calle Flamenco cuando llegó a Cádiz de Galicia. Luego también puso en marcha una empresa que fabricó la primera ropa impermeable, resistente al agua, allá por los años 50. Los barcos pesqueros empezaron a comprarla pero había que darle el tratamiento a las telas a mano, era una paliza pero era una luchadora. Esos son mis únicos antecedentes comerciales».

Sin herencia genética aparente, se considera empresario de nacimiento: «Siempre he sido un culo inquieto, desde la universidad, no paraba de organizar cosas, de buscarme la vida con casetas de feria, cotillones, con miniempresas de sonido, siempre estaba con algo, siempre tuve claro que quería trabajar por mi cuenta». Nacido en el Mora en 1976, quisieron las casualidades que también se licenciara en Administración y Dirección de Empresas en el mismo edificio en 1998.

Después se lanzó de cabeza porque siempre había tenido el pensamiento en el borde de esa piscina. Apostó, con su alter ego, José Andrés Santos, por fundar una empresa llamada Mundocom, especializada en distribuir telefonía, en vender móviles y líneas para entendernos. Fue en el 99. «Puede que llegáramos de los últimos al boom de la telefonía, que había empezado con el inicio de esa década pero llegamos cuando empezaba el tren de internet».

El inicio fue duro: «Reunimos tres millones de pesetas ahorrados a base de esos trabajos que buscábamos porque nuestras familias no tienen patrimonio, siempre hacíamos preproyectos. Nos gustaba. Pedimos un crédito de cinco y todavía tuvimos que avalar otros dos pero arrancamos». Recuerda que a las primeras reuniones regionales, cuando empezaban como distribuidores de Amena, «todos los empresarios de Andalucía, o de España, eran señores muy mayores que llegaban a los encuentros en BMW o Mercedes. Nosotros íbamos en Ford Fiesta con la única corbata, que nos poníamos en fin de año, y aparcábamos a tres manzanas para que no vieran nuestro coche. Sin embargo, llamamos la atención, hacíamos estudios».

Y de llevar la red en la palma de la mano, ahora tienen 22 tiendas en cuatro provincias distintas (Cádiz, Córdoba, Huelva y Sevilla). Para seguir alejado de los prejuicios, tampoco llora con su empresa: «Hemos sobrevivido 14 años, hemos crecido más incluso en periodo de crisis». Tampoco tiene la excusa de la desesperación, de haberse metido a empresario cuando le dieron la patada en el empleo por cuenta ajena, algo tan frecuente ahora. «Siempre tuve claro que quise hacer esto, nunca pensé en otra cosa». Presume de ser un obseso de la planificación, la organización y los números. Nada de instinto, improvisación ni 'escuela de la vida', mejor tabla Excell.

Tampoco fue nunca por libre. «Siempre estuve vinculado al asociacionismo, mi socio es fundador de la Asociación de Jóvenes Empresarios, en colectivos de la Confederación de Empresarios, en Fedeco, en la Universidad, siempre creí en eso de participar, en socializarnos, romper esa barrera y darnos a conocer, tener relevancia, que nos tomaran en serio, no por estar en primera línea ni por protagonismo, no me gusta salir ni estar en primera fila pero sí que los empresarios tengamos voz, que seamos escuchados y que te conozcan». Desde hace medio año, preside Cádiz Centro, la más veterana y reconocida asociación de comerciantes de la capital gaditana.

«Culo inquieto» vocacional

-Los empresarios grandes y pequeños justifican cualquier decisión, cualquier cambio y actuación, cualquier heroicidad o barbaridad con la creación de empleo ¿Usted también?

-Es la mayor satisfacción. Recordar cómo vas a las bodas, a los bautizos y ya a las comuniones de los hijos de la gente que trabaja contigo es lo mejor. Los mandos intermedios de nuestra empresa llevan con nosotros desde el principio y tenemos una relación de gran familia. En las malas rachas, hemos intentado evitar los despidos y siempre hemos tenido claras las reglas del juego: la organización, el régimen disciplinario, las vacaciones. Todo el mundo conoce las normas desde el primer día y eso facilita las cosas. Para mí, esa sensación de familia es la mayor satisfacción.

-¿Cómo se le ocurre el lío de presidir Cádiz Centro si sus 22 tiendas están en cuatro provincias, si sobrepasa con mucho el ámbito del casco antiguo?

-A pesar de tener esas 22 tiendas en cuatro provincias y en centros comerciales cerrados, soy de Cádiz. Una de ellas está en el casco antiguo y tengo una vinculación personal que no la tengo con el entorno de las otras, claro. Cádiz Centro tiene concedido por la Junta el concepto de centro comercial abierto, es de los pocos en Andalucía. Eso aporta muchas posibilidades. El centro necesita impulso. Es un reto personal, me gustaría contribuir. De todas formas, Cádiz Centro tiene un gerente, José Domingo Prieto, que lleva la gestión diaria. Juan Tovar hizo mucho por el comercio en Cádiz pero llega un momento en el que quiere dar un paso atrás y que entre aire nuevo. Yo di el paso de presentarme pero ellos me apoyaron. Si esa ocasión llega a surgir en Córdoba o en Sevilla, habría dicho que no. Me quita tiempo de vida familiar pero por ahora es un placer. Empecé en diciembre y tenemos una batería de propuestas para tratar de conseguir efectos, repercusión, retorno. No me gusta hacer las cosas por hacerlas y muchas medidas que se hacen, a veces, suponen tirar el dinero.

-¿Está tan muerto como parece el centro? ¿Qué tiene que aportar al consumidor el centro de Cádiz?

-Mi proyecto es que el centro no se limite al comercio. Mi idea es que nos unamos. No quiero hacer publicidad para que la gente venga a comprar a Cádiz. Quiero ofrecer publicidad para que la gente venga a Cádiz a pasear, a visitar un centro cultural, a comer y a comprar. Esa es nuestra mayor ventaja, nuestra fuerza respecto a un centro comercial cerrado, el conjunto. En ese centro comercial, lo que hay es lo que hay, pero en Cádiz puedes meter un día un paseo la playa y otro día el puerto o un museo.

-Esas serían las ventajas, las diferencias positivas pero ¿y las negativas? ¿Por qué todo abre tan tarde y cierra tan pronto? ¿Por qué conceder esa ventaja de horarios a la competencia de los centros comerciales cerrados?

-Esa sensación de que el centro está muerto a primera hora de la mañana es similar en todas las ciudades. Puedo hablar de mi experiencia con mi negocio. Tengo un dispositivo que mide el número de personas que pasa ante el negocio y que entra. Yo fijo los horarios en base a lo que me dice ese dispositivo. Los comerciantes no son tontos, ni flojos. Si alguien no abre a una hora es porque no hay nadie en la calle. Algunos funcionan por intuiciones, a mí me gusta hacerlo con números, con datos. Si ese dispositivo me dice que la calle está desierta a una hora, no abro. Si la calle estuviera llena a las siete de la mañana, que nadie dude de que muchos abrirían.

-¿Pero no hay nadie porque no abren los comercios o no abren los comercios porque no hay nadie?

-Yo invito a que cualquier vaya a los centros comerciales cerrados a las diez de la mañana, a las tres de la tarde, cuando tienen que estar abiertos por obligación. A ver cuánta gente hay. Están desiertos también. A las mismas horas, los centros urbanos y los centros comerciales cerrados están igual de muertos.

-El debate horario lleva a otro: el de la atención a los cruceros ¿Por qué tanta resistencia a abrir en días festivos cuando llegan? ¿Tan poco compran?

-Con las estadísticas en la mano, puede que abrir con la llegada de los cruceristas no sea rentable, pero la postura que yo defiendo desde que llegué a Cádiz Centro es que aprovechemos ese concepto del crucerista para que no sólo compre el turista que llega. Que todo el comercio esté abierto, como este domingo y el anterior, permitirá que también el gaditano pueda comprar. Porque no todo el comercio le sirve al crucerista, no todo les interesa. Hay que aprovechar al crucerista para transmitir el mensaje de que el turista y el de aquí pueden comprar ese día, para que el de Puertas de Tierra, el de Chiclana, San Fernando o El Puerto sepa que puede venir. Esa es la idea.

-¿Qué defectos tiene el comercio de Cádiz más allá de los horarios?

-Cada uno tiene que hacer autocrítica, mucha. Es una labor personal de análisis de la oferta, de lo que cada cual tiene que mejorar, qué ofrece y cómo lo ofrece. Respecto a lo colectivo, con el aparcamiento tenemos un problema. Los de control municipal son los peor ubicados y los mejor situados son privados. Tenemos conversaciones para abaratar o facilitar el aparcamiento. Ya se ha hecho algo y ha funcionado. Pero tenemos que ofrecer más: la sala de lactancia en El Palillero, una ludoteca, tener una consigna en un recinto para dejar bolsas y paquetes. También me gustaría que señalizáramos mejor. Queremos ofrecer cursos de escaparatismo, de diseño, para que se mejore la imagen de los negocios. Queremos lanzar Fedeco Club, para fidelizar, para obtener puntos. Cada uno supondrá un euro.

-Todo eso servirá para dejar atrás la peor situación que se ha conocido, porque todo está fatal, ¿verdad?

-Desde Navidad empezamos a ver que algo cambia, que algo se mueve, una leve mejoría. También es cierto que las anteriores campañas de Navidad fueron tan desastrosas que mejorar algo no es mucho. Creo que hay mucho de psicológico.

-Explíquese

-No quiero ser frívolo ni ofender a nadie porque vivimos una situación dramática, pero también es cierto que en esta ciudad hay un porcentaje bastante alto de funcionarios o de pensionistas, que tienen ingresos fijos, que también tenían miedo a gastar por si pasaba algo a su alrededor, porque tenían que mantener a muchos a su alrededor. Pero ellos, en primera persona, no tenían tan graves problemas y aun así no gastaban por temor. Ahora parece que algo empieza a cambiar, que ya empiezan a creer que ya no habrá nuevos problemas que atender, parece que el que tiene empleo ya no lo va a perder y quizás todos se deciden a gastar más. Otra cosa son los jóvenes que sí han tenido que marcharse.

-El primero que abrió una tienda de cigarros electrónicos sería un visionario pero ¿El quinto que abrió otra en la misma calle no es un necio? ¿Se abren negocios por desesperación, por moda o como refugio?

-Es un error abrir un negocio por desesperación, por necesidad, por impulsos. Hay que tener cada número, saber si tiene mercado, lo que tiene que ingresar al día para sobrevivir... Cada cifra, cada dato. Emprender por desesperación, por no tener otra salida es una equivocación, es un error, está abocado al fracaso total, es la peor decisión que puede tomarse.

-Es usted un bicho raro en Cádiz y en su gremio. Apenas se queja, apenas llora, apenas lamenta su malfario

-Me gusta ser realista, saber lo que tengo, los recursos con que contamos, pero no podemos esperar nada. Creo que hay algunos gaditanos que aún esperan que vengan a arreglarle los problemas. Y no va a venir nadie. Es una actitud equivocada. Nosotros, con lo que tenemos, debemos intentar salir de esta situación.

-Le veo impecable como corresponde a un comerciante y a su predecesor también. ¿Es preciso ser un hombre de orden para ser comerciante?

-Me gusta tener buena presencia pero lo que me preocupa es ser buena persona. Me sorprende parecer formal porque en muchas reuniones me acusan de romper tópicos, de querer cambiar costumbres.

-¿Usted tampoco cree que el cliente siempre tiene la razón?

-Tampoco. La tiene casi siempre pero también hay algunos que pretenden abusar.