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Oklahoma retrasa seis meses la siguiente ejecución

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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Charles Warner, de 36 años de edad, había tomado el pasado día 29 la que pensó sería su última cena, pero la grotesca ejecución del preso que le precedió sirvió para detener la suya, a menos de dos horas de que ocurriese. Inicialmente la gobernadora de Oklahoma, Mary Fallin, concedió una moratoria de 14 días para investigar qué había fallado en la ejecución del otro reo, Clayton Lockett, al que los testigos vieron retorcerse de dolor. El jueves un tribunal de apelaciones, con el consentimiento del Gobierno estatal, accedió a prorrogar la vida de Warner hasta el 13 de noviembre para asegurarse de que esta vez no se escandaliza al público.

«Nadie quiere ver otra prolongada y tortuosa ejecución que salga mal», dijeron en un comunicado los abogados de Warner. «Antes de que se lleve a cabo otra ejecución Oklahoma necesita suficiente tiempo para analizar y revisar los protocolos, además de entrenar adecuadamente a su personal», añadieron.

Normalmente una ejecución con inyección letal tarda unos diez minutos. La de Lockett duró 43 y presumiblemente el reo no murió a consecuencia de los medicamentos inyectados, sino de un ataque al corazón. Al parecer el personal médico de la prisión tuvo problemas para encontrarle una vena en la que insertar el catéter y acabó haciéndolo en la ingle. Nadie se percató de que esa vena había estallado hasta 20 minutos después, cuando ya se le había declarado inconsciente y se le habían inyectado los dolorosos fármacos que debían paralizar su sistema respiratorio y cardiaco.

Moralmente inadecuada

El Estado no ha querido hacer público el origen de los fármacos inyectados, que muchos creen pueden ser los causantes. Warner, que lleva más de diez años en el corredor de la muerte, visitará esa misma cámara de ejecuciones para probar la fórmula mortal.

La madre de su víctima no estará allí. Shonda Waller, que fue su novia y vivía con él en el momento del asesinato, incluso ha declarado en su favor ante el comité de apelaciones por considerar que la pena de muerte es moralmente inadecuada. Su hija de once meses murió de hemorragia cerebral, fractura del cráneo y laceración de hígado y pulmón.