Fernando Ameyugo, exgerente del ISE. :: ANTONIO VÁZQUEZ
CÁDIZ

La historia de una relación fatal

La exadministradora de la empresa pública y concejala socialista asegura haberse sentido víctima de acoso laboral por parte de Fernando Ameyugo Meléndez

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Siempre que se habla del presunto fraude en la concesión de obras del Ente Público Andaluz de Infraestructuras y Servicios Educativos (ISE) de Cádiz acaba saliendo un nombre. El del hombre que en la actualidad es el principal imputado en el caso que instruye el Juzgado de Instrucción nº 2 de Cádiz, Fernando Ameyugo. El nombre del exgerente (antes coordinador) de la delegación provincial no sólo está en los papeles que se manejan en la investigación, sino que en los últimos días vuelve a sonar con fuerza porque una antigua subordinada suya en la oficina gaditana ha vuelto a cargar duramente contra su gestión. Ella es Marta Meléndez, la concejala socialista que afirma que ya al poco de entrar a formar parte del equipo del ISE detectó una forma de trabajo por parte de su jefe que rozaría la ilegalidad. Tanto es así que incluso llegó a denunciarlo ante varios responsables políticos de la Administración andaluza. Esto, además de una evidente animadversión personal, provocó que ambos mantuvieran un relación de trabajo que llegó a ser insostenible y que lejos de zanjarse con el tiempo, parece que se ha convertido en un episodio imposible de olvidar, al menos para una de las partes.

LA VOZ se ha puesto en contacto con el entorno de Fernando Ameyugo para ofrecerle la oportunidad de contar su versión de esta historia, pero el exgerente ha preferido guardar silencio.

Es por esto por lo que la historia que ahora se cuenta es la de Marta Meléndez. El dolor que transmite mientras narra los años vividos a las órdenes de Fernando Ameyugo, la rabia, incluso las lágrimas que salen de sus ojos, llevan a pensar que, si no cien por cien real, porque en las cosas de dos siempre hay, como mínimo, dos perspectivas -a veces diametralmente opuestas-, su percepción de aquel tiempo es la de haber vivido un infierno.

Fernando Ameyugo fue nombrado en 2005 primer coordinador provincial del ISE en Cádiz, tras ser designado como tal por el entonces delegado de Educación, Manuel Brenes. Lo conocía porque ya hacía años que trabajaba en el Servicio de Programas y Obras de la Delegación. Así llega a fundar una oficina para la que necesita reunirse de un equipo de trabajo. Se lleva de la Delegación a dos compañeros de confianza. Pero necesita una administradora para la Oficina de Gestión y es ahí donde comienza una búsqueda en la que pronto encuentra a una candidata que parece idónea. Esa es Marta Meléndez, que en enero de 2006 encuentra en su casillero del instituto en el que daba clases una nota de Ameyugo pidiendo que se pusiera en contacto con él.

Meléndez lo hace y ambos fijan una cita. Ameyugo le habla de la posibilidad de ocupar el puesto en el ISE y deciden enviar el currículum de Meléndez a los servicios centrales en Sevilla para valorar sus aptitudes para el trabajo. Cosas de la vida, aquel primer contacto no es sólo agradable, sino que destapa una curiosidad que quizá a ambos les pese a día de hoy. Cuando Marta Meléndez, aún sin contacto alguno con la política, le pregunta a Ameyugo por las razones que le han llevado a pensar en ella para el puesto, este le cuenta que su esposa había sido miembro del tribunal en el que Marta Meléndez se presentó a las oposiciones para dar clase en Secundaria y Bachillerato. Al saber que su marido buscaba a alguien para ser administradora de la oficina ella le comenta que tuvo una magnífica impresión de una de las chicas que se habían examinado, concretamente de la que sacó la segunda mejor nota del tribunal y la tercera de toda Andalucía en su especialidad. Esa fue Meléndez. «Y lo peor es que todavía habrá quien piense que me enchufaron», dice mientras lo recuerda.

Una vez que toma posesión del cargo todo empieza a rodar con las dudas lógicos de una empresa recién formada, pero sin mayores problemas. Eso sí, Marta Meléndez explica que ya entonces le parecía muy extraña la excesiva familiaridad con que se movían los responsables de ciertas empresas por allí. Se refiere a ellos. Son los mismos que se llevaron la nada despreciable cifra de 8,5 millones de euros en contratos para obras menores y negociados sin publicidad en el tiempo en que Ameyugo era el responsable de la adjudicación de los mismos. En un principio Meléndez, como administradora, se encargaba también de visar los expedientes correspondientes a estas obras menores, pero esa función la tuvo durante poco tiempo, porque cuenta que en agosto de ese año 2006 Ameyugo le «tantea» pidiéndole el visto bueno para conceder tres contratos de obras a la empresa del hijo de un amigo suyo. Cuando la administradora le pide los informes de solvencia de la misma el exgerente le contesta que no los tiene porque acaba de constituirse. Ella se niega en rotundo a saltarse la norma de adjudicación de contratos públicos Y ahí llega la primera gran bronca entre los dos. Los contratos hubieran sumado 303.000 euros.

A partir de ese momento Ameyugo retira a Meléndez las competencias en la adjudicación de los contratos de obra menor.

La relación entre ambos se tensa, pero el desencuentro llega a otro punto álgido en febrero de 2007. Cuenta Meléndez que al llegar un lunes a la oficina se encuentra con una papel manuscrito y firmado por Ameyugo, cuya copia aún conserva, en el que dice: «He tomado 40 euros de la caja para gratificar al personal del CTC por abrirme el centro de trabajo un día feriado durante 4 horas».

Meléndez, que como administradora es la responsable de custodiar y gestionar el dinero de esa caja, reservada para solventar contingencias del día a día, le pide explicaciones y le advierte de que ese papel no será admitido como justificante por los servicios económicos de la empresa. Todo aquello genera una gran «bronca». «No se trataba de la cantidad, sino de la falta de respeto por el dinero público», afirma la concejala. El dinero fue devuelto por Ameyugo, pero las relaciones terminaron por romperse. No sólo por eso, sino porque el enfrentamiento que ambos mantenían llevó a Meléndez a sufrir una crisis de ansiedad que le obligó a darse de baja. Esto hizo que el episodio trascendiera. Meléndez transmite lo que estaba ocurriendo, tanto sus problemas personales con el gerente, como las irregularidades que sospecha que se están cometiendo en la adjudicación de contratos, a dirigentes políticos, como el delegado de Educación y el delegado del Gobierno, y también a los responsables de Recursos Humanos y de la Dirección General de la empresa. Ameyugo tiene constancia de ello y según Meléndez, «nunca me lo perdonó». Es justo ahí, dice, «cuando comienza el acoso».

Aunque Meléndez llega a calificar a Ameyugo como un hombre «frío y calculador», lo cierto es que supo ganarse la confianza de su equipo en la delegación del ISE en Cádiz. La mayoría del personal se posicionó con él en el enfrentamiento con Meléndez, que apenas contaba con la confianza de tres administrativas con las que trabajaba directamente en la gestión de su departamento. La sorpresa, no obstante, le llega cuando al volver del permiso que tuvo con motivo de la campaña electoral de 2007 se encuentra con que se ha dado la orden de no renovar a estas tres trabajadoras. Aquello fue un auténtico «golpe de efecto» del gerente para terminar de aislar a Meléndez dentro de la oficina. Así lo cree ella.

Tras unos días sin personal a su cargo, en un tiempo en el que empiezan también a impedirle participar en la concesión de los contratos negociados sin publicidad, se incorporan a la oficina dos nuevos compañeros, una maestra y un trabajador social. A pesar de que con el tiempo Meléndez afirma haber llegado a tener una buena relación con ellos, los primeros meses fueron duros. Aparte de no controlar los procesos, la exadministradora afirma que su jefe les había dado instrucciones para no seguir sus órdenes. Y en una discusión por negarse uno de los trabajadores a hacer algo que le pide, Meléndez sufre una nueva crisis de ansiedad que le lleva a tener que ser atendida de urgencias. Era el día 22 de noviembre de 2007.

Los médicos consideran que el nivel de ansiedad es tal para una persona que estaba embarazada de cinco meses y medio que le dan la baja laboral. Meléndez permanece de baja médica hasta que da a luz en marzo de 2008. Luego, tras el permiso por maternidad, durante el que tiene nuevas reuniones para explicar la situación de la oficina gaditana con la consejera de Educación recién nombrada, Teresa Jiménez, y los nuevos directores general y de Recursos Humanos, se incorpora a su puesto.

En ese tiempo la Gerencia Provincial del ISE se muda al Estadio Carranza, algo de lo que Meléndez se entera al llegar a la antigua sede. Nadie le avisó. Y al llegar a la nueva oficina, la entonces administradora de gestión de servicios se encuentra con un documento, que cuenta con el visto bueno de todos sus superiores, en el que se le informa de que sus únicas funciones a partir de ese momento son las de averiguar cuál es la situación patrimonial de varios institutos de la capital gaditana. Aún conserva el papel.

Sin funciones

Esta decisión de sus jefes supone un apartamiento formal de todas sus funciones como administradora. Y no sólo eso, sino que el aislamiento con el resto del personal ya no es sólo sentimental, sino que traspasa la barrera de lo físico. Meléndez, cuenta, es confinada a un despacho «totalmente cerrado, sin cristales ni ningún tipo de ventilación. Me dejan sin ordenador, con el teléfono cortado para hacer llamadas al exterior. Me prohibieron además asistir a las reuniones de administradores y a los cursos para trabajadores».

Pasaron así cinco meses en lo que estuvo «castigada». Aún así, asegura que entregó el informe que se le había encomendado como única función. Pero no fue suficiente para su jefe, que en la evaluación del personal, de la que dependía la recepción del complemento de incentivos de los trabajadores -una parte importante del sueldo-, le da un 0 sobre 10.

Aquello es la gota que colma el vaso y Meléndez llega al punto de demandar a la empresa. «Pongo la demanda porque yo hice lo que me habían mandado», explica. Con el tiempo termina retirándola. El juicio fue señalado, pero se suspendió por enfermedad de la letrada de la concejala gaditana. Luego, cuando en 2011 el mismo director general que tres años atrás le acusó de estar calumniando a su jefe cuando Meléndez le contó que había detectado presuntas irregularidades, le pide que vuelva a su puesto en el ISE y reconoce que se habían equivocado con ella, decide retirarla. Perdió así la posibilidad de recibir una buena cantidad de dinero, pero afirma que no hubiera podido seguir en la empresa, haciendo un trabajo «que me encanta», si no hubiera hecho borrón y cuenta nueva. Todo esto trajo consigo otra consecuencia, que fue el ataque feroz del PP contra ella.

Marta Meléndez asegura que durante todo aquel tiempo considera que fue «víctima de acoso laboral». Cuando le ofrecieron la posibilidad de pasar a formar parte de la Oficina del Bicentenario de la Diputación, se agarró al clavo ardiendo para escapar de una situación laboral que no podía seguir soportando. Ahí perdió el contacto con Ameyugo, porque cuando regresó al ISE en 2011 ya él había salido de la oficina. Ya estaba en el punto de mira de la investigación. Y así termina, por ahora esta historia de dos de la que, de momento, sólo conocemos una versión.