Artículos

Derrumbe

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

No puedo imaginar hasta qué punto la ruina inmobiliaria puede ser tenida como imagen de la decadencia de los credos religiosos, pero si las creencias han de sostenerse sobre las bases firmes de las riquezas que las grandes religiones siempre han sabido acaparar, no cabe duda de que, en el caso de la Iglesia católica, estamos asistiendo al derrumbe de la institución sobre la cual durante unos dos mil años han vivido confortablemente su Dios y sus ministros.

Ahora, en Medina, después de la Victoria y el sangrante episodio de San Agustín, le ha tocado a la iglesia del Barrio cerrar sus puertas por amenaza de desplome de su techo. La respuesta del Obispado la misma. No tienen dinero para su mantenimiento. A partir de esa inamovible cruzada de brazos del vicario de Cristo sólo cabe esperar que los poderes públicos o los feligreses arrimen el hombro y le saquen las castañas del fuego.

Desde los tiempos del emperador Constantino (ya ha llovido), de entre las muchas defecciones de la Iglesia de su credo primitivo, esta de creerse con el derecho divino a que se les todo gratis es la más notoria y persistente. En el caso de sus grandes bienes inmuebles, la táctica consiste en dejar sobre la conciencia del prójimo el peso de tales amenazas de ruina y sobre la de las autoridades civiles la responsabilidad en caso de catástrofe, lo que al parecer libera a la propia de toda pesadumbre.

En verdad que sería interesante que el Papa Francisco, con su vitola de revolucionario, se pronunciara sobre este asunto. Si la Iglesia verdaderamente no tiene dinero para garantizar el mantenimiento de sus edificios que los venda, pero que lo haga antes de que se conviertan en un montón de escombros. Aunque lo que verdaderamente honraría al Jefe del Vaticano sería el rescindir ese vergonzoso Concordato tramado con la dictadura franquista y que supone una injustificable injerencia del Estado pontificio en el desarrollo democrático del nuestro. Jugar la partida usando la doble baraja celestial o terrena según convenga no parece demasiado digno.

Si la falta de liquidez de la Iglesia es cierta, veremos cómo afronta el Cristo de los católicos, lejos del lujo vaticano, un retorno al estado de pobreza en que fue engendrado. Mucho me temo que no tendrá una vida fácil quien casi durante dos milenios disfrutó a sus anchas del poder y la riqueza.