Samereh Alinejad abofetea a Balal, el asesino de su hijo, antes de quitarle la soga del cuello y perdonarle la vida. :: ARASH KHAMOOSHI/ AFP
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Perdona la vida al asesino de su hijo cuando iba a ser ahorcado en Irán

Samereh Alinejad tenía permiso para retirar la silla bajo los pies del condenado; en cambio, le dio una bofetada y le quitó la soga del cuello

TEHERÁN. Actualizado: Guardar
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Una horca improvisada en medio de la calle, en una ciudad del norte de Irán, esperaba el martes la llegada de Balal, un joven de 26 años que hace siete mató a otro muchacho en una pelea a navajas en un bazar. Dicen que fue un accidente, que él no quería, que no sabía manejar el arma. Pero hirió de muerte a Abdollah Hosseinhadez, de 18 años, y escapó. Fue arrestado poco después y condenado a muerte en un juicio largo y duro para las familias. La fecha de su ejecución se había retrasado varias veces y una campaña a favor de su vida había logrado emocionar a todo el país. En ella habían participado desde Adel Ferdosipur, un popular comentarista de fútbol y presentador de televisión, hasta Ali Daei, exfubtbolista internacional.

Pero la fecha de la ejecución había llegado por fin. En la ciudad de Nowshahr esperaba a Balal una multitud, apelotonada tras un vallado de madera. Entre ellos, su madre. Cuando el condenado apareció escoltado por agentes de la policía, pidiendo a gritos clemencia, algo se rompió dentro de Samereh Alinejad, la madre de la víctima. Ella y su marido tenían derecho, en aplicación de la 'qisa', a participar en la ejecución retirando al reo la silla bajo sus pies. Habían acudido para ver morir a Balal, pero estaban llenos de dudas. «Hace tres días mi esposa vio a mi hijo mayor en un sueño; le dijo que estaba en paz en un buen lugar y que no tomara represalias», aseguró el padre en declaraciones recogidas por el diario británico 'The Guardian'. La familia había sufrido la muerte de otro hijo en accidente de tráfico con once años y sólo les queda una hija.

De modo que cuando Balal, con los ojos tapados por un pañuelo negro, estaba ya sobre la pequeña silla, con la soga al cuello, Alinejad no tuvo fuerzas para quitarle la vida. Miró a los cientos de testigos reunidos ante el patíbulo y les preguntó si sabían «lo difícil que es vivir en una casa vacía». Después, se volvió hacia Balal, le propinó una fuerte bofetada y, ayudada por su esposo, le retiró la soga del cuello. «El asesino estaba llorando, pidiendo perdón. Le pegué en la cara. Esa bofetada me ayudó a tranquilizarme», confesó la madre de Hosseinhadez. «Ahora que le he perdonado, me siento aliviada».

Casi 200 ejecuciones este año

El propio Balal dijo después que aquella bofetada era «el espacio entre la venganza y el perdón». El joven habló para la televisión y quiso dar ejemplo: «He pedido a mis amigos que no lleven cuchillos... Me gustaría que alguien me hubiera dado una bofetada cuando me gustaba llevar uno encima».

La imagen de la madre del reo y la madre de la víctima abrazadas cerró un acontecimiento difícil de olvidar en un país que ha sido criticado por su alto número de ejecuciones, 199 ya este año. Muchas de ellas son públicas, actos en los que no suelen verse rituales de perdón como este. Bajo la ley iraní, la familia de las víctimas tiene la palabra sobre la ejecución, pero no sobre la sentencia de cárcel, por lo que Balal no será necesariamente puesto en libertad.