GOBIERNO Economía Cambio de tendencia Desempleo Corrupción Cataluña

«No discutiré si hemos logrado mucho o poco, digo que ahora vamos en la buena dirección»

Rajoy insiste en que impedirá la consulta en Cataluña por ilegal y reconoce que el actual Código Penal es ineficaz contra la corrupción

MADRID. Actualizado: Guardar
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Mariano Rajoy dijo hasta en dos ocasiones que su Gobierno no caería en la autocomplacencia, pero durante la hora y media que duró su primera intervención en el Debate del estado de la Nación, no cesó de atribuir a sus reformas estructurales el «cambio de tendencia» experimentado por España desde que él llegó a la Moncloa en diciembre de 2011.

La macroeconomía copó un discurso en el que tan sólo abrió hueco para dejar claro que mantendrá su hoja de ruta en Cataluña y para esbozar cambios que conviertan el Código Penal en una herramienta más eficaz en la lucha contra la corrupción. Manejó las mejoras en indicadores como la inflación, prima de riesgo, déficit exterior, reducción del déficit del Estado con soltura y puso de manifiesto que, por primera vez desde comenzó la crisis en 2007, se han destruido menos puestos de trabajo que el año anterior y, a su juicio lo más importante, en 2014 habrá crecimiento de empleo neto.

Rajoy proclamó que el país deja atrás la amenaza cotidiana del riesgo inminente a ser rescatada por Bruselas y que, después de estos dos años durísimos, ya no toca hablar de esperanzas sino de ambiciones. «España era un lastre para Europa, y hoy se la percibe como parte del motor, cargado de energía potencial», apostilló.

El jefe del Ejecutivo intentó anticiparse a los diagnósticos de la oposición y recalcó en varias ocasiones la «realidad innegable» de la recuperación económica. Admitió que a los resultados de sus políticas se le pueden añadir muchos matices, como si se ha logrado mucho o poco, pero lo que no se puede hacer es negar que España avanza y que lo hace en la buena dirección.

Negó que su diagnóstico del halagüeño presente fuese una simple interpretación de parte, sino que indicó que desde la Unión Europea, desde instituciones económicas internacionales como el FMI o el mundo de la empresa, también se constata la mejoría en la situación económica española.

A sus rivales les espetó que si lo que quieren es negar el mérito del Gobierno, «que nadie se inquiete, porque no lo reivindico». Atribuyó el logro al «esfuerzo sostenido, sacrificio y confianza» de los ciudadanos.

Rajoy hizo algún avance concreto, menos de los esperados, sobre su anunciada reforma fiscal: tarifa plana de cotización de la Seguridad Social de cien euros para contratos indefinidos y la exención del pago del IRPF a las rentas inferiores a 12.000 euros al año.

Obvió los debates sociales, como el de la reforma de la ley del aborto, y apenas sí hizo mención al problema fronterizo en Ceuta y Melilla -no se refirió en ningún momento a los 15 subsaharianos muertos-. Tampoco dedicó ni un minuto a analizar los últimos pasos dados por la banda terrorista ETA.

Sin noticias de Bárcenas

Rajoy sí habló de corrupción, pero rehuyó cualquier mención a los sumarios que afectan a su partido, como los relacionados con la trama 'Gürtel' o la supuesta financiación ilegal del PP que destapó el extesorero Luis Bárcenas. «La corrupción no ataca a ninguna ideología ni a ningún partido más que a otro, ataca a la corrupción», declamó el presidente del Gobierno.

Asumió la necesidad de introducir figuras penales más efectivas contra la corrupción, porque las actuales «no son bastante», y modificar la legislación procesal.

Un año después, Mariano Rajoy volvió a lamentar que, aunque la justicia «llega a todos por igual», no lo hace de manera ágil. Un retraso que, a su juicio, propicia condenas anticipadas o ciertas formas de impunidad.

El cierre se lo dedicó a Cataluña. De momento, y pese a la petición expresa del PSOE , no intentó seducir a CiU y ERC con ninguna oferta de diálogo que rebase la línea roja de la soberanía. «Ese referéndum, no se puede celebrar, porque no es legal», enfatizó Rajoy.

Abundó en la imposibilidad de que nadie de manera unilateral puede decidir sobre la unidad de España. Además, lamentó que no se asegura el futuro de los catalanes ni su bienestar «derribando la ley, corriendo aventuras, sembrando aventuras o maquillando la gravedad de las consecuencias».