EL RAYO VERDE

GOLPE AL APARATO SEVILLANO

Con Moreno Bonilla el liderazgo del PP andaluz cambia de edad, de clase social y de procedencia geográfica

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EL 'gran poder' sevillano se conmociona. No sólo el aparato de la calle San Fernando, donde tiene su sede el PP-A. Al 'stablishment', el 'poder fáctico', a 'la créme de la créme' hispalense aún le dura la cara de asombro tras conocer que el elegido es alguien a quien no conocen. Un malagueño, pero sobre todo un 'outsider', alguien que no venía de la mano de ninguno de ellos, que no tendrá nada que agradecerles y a quien no podrán palmear la espalda y preguntar por los amigos comunes o la familia, en esa sociabilidad sevillí tan kitsch que, aunque sea muy tópica y aunque coexista con otra ciudad moderna y acogedora, permanece viva y es tan de verdad como Lalia que me llamo.

Aunque Gabino Puche naciera en Jaén, Teófila Martínez procediera de Cádiz y Javier Arenas fuera sevillano de Olvera, pueblo de la serranía gaditana, Sevilla se ha apoderado de la centralidad del partido, y no sólo por la sede, pegada a la muralla del Alcázar, frente a la antigua Fábrica de Tabacos, cerca a los Jardines de Murillo, sino por una cierta identidad social. Hasta ahora.

La procedencia malagueña de Moreno Bonilla podría no extrañar en este contexto «multiprovincial» de los presidentes populares andaluces, pero el hecho es que convulsiona. Quizá porque coincide con el acceso de otros malagueños a puestos de rango andaluz, como Javier González de Lara a la presidencia de la Confederación de Empresarios o de José Sánchez Maldonado a la consejería de Economía. En los salones de la ciudad de la Giralda se percibe, o se teme, el ocaso de la vieja metrópoli frente a la pujanza de la ciudad cosmopolita, abierta al mar, al turismo y a la innovación. El eje del poder se desplaza, el centro único se difumina y los hechos lo demuestran.

Pero sobre todo, para mí que al 'gran poder' popular sevillano lo que no le encaja es el golpe que el mismísimo Mariano Rajoy ha asestado al aparato del partido en Andalucía, el que aquí se residencia. De modo evidente el presidente del PP y del Gobierno ha venido a desautorizar las 'maniobras orquestales en la oscuridad' del aún líder, Juan Ignacio Zoido, para colocar en el sillón a su secretario general, José Luis Sanz. Zoido aparece como el primer damnificado de esta difícil transición y las críticas hacia su gestión del puesto que heredara de Arenas se afilan en estos días.

Peor, e injusto, es el daño infligido a Sanz, que por dos veces se ha visto con la miel en los labios y ahora contempla cómo desde el 'dedo divino' surge la esperada señal, pero no apunta hacia él. Aunque quien de verdad queda a los pies de los caballos, metafóricamente hablando, es María Dolores de Cospedal, la secretaria general, que parece que últimamente no da una a derechas. Dicen que el lunes por la noche aseguró a Sanz que su elección estaba hecha. Su estrella otrora fulgurante parece que se opaca.

Por tanto ¿quién ha ganado? En Sevilla se sigue pensando en que ha sido el incombustible Javier Arenas que, sin duda, ha sabido moverse bien en este fangal. Pero el pensamiento este 'sevillanocéntrico' quizá no dé para advertir que quien ha ganado de verdad ha sido el PP de Málaga, o sea Elías Bendodo, que realizó su apuesta desde primera hora, que la ha mantenido contra viento y marea y que ahora recibe un 'superbote'.

Quienes le conocen dicen, de todas formas, que Moreno Bonilla no es el candidato de Arenas ni el de Cospedal, sino el de Rajoy. De ahí, pues, que los ocho presidentes provinciales y otras muchísimas voces en el partido se hayan apresurado a arroparlo. Y de ahí, de la indefinición en el oráculo del altísimo, la explicación a que nadie hasta ahora se atreviera a dar su aprobación a ningún nombre, por si acaso no coincidía con los deseos del supremo.

De todos modos, más allá de los cambios que se muestren en la partida de nacimiento, la elección de Juan Manuel Moreno Bonilla, aún 'in péctore', supone un gran paso adelante, un punto de inflexión, en el camino de transformación que viene recorriendo el Partido Popular andaluz.

No ha bastado con que transcurriera un par de generaciones de votantes que asociaran a los dirigentes del partido con los señoritos que recorrían las fincas a caballo y despreciaban, o hasta fustigaban, a sus jornaleros (Una precisión: la imagen es de un dirigente del mismísimo PP de Andalucía, no un invento mío ni una exageración). No ha sido suficiente, digo, que haya transcurrido el tiempo y la desmemoria. El cliché persistía. No respondería a la realidad del partido, que supo ensancharse por la base, incorporar más jóvenes, más mujeres y más clases sociales, pero el aparato seguía apareciendo como más de lo mismo.

Moreno Bonilla no responde a este esquema de joven de buena familia, rico por su casa y acostumbrado a estar en la cúspide de la pirámide social. Esa es la segunda sorpresa y el segundo gran cambio que su nombre aporta. No es poco en un partido bastante anquilosado, que no ha terminado de modernizarse.

Su escaso conocimiento por la ciudadanía, su corto curriculum o su controvertida gestión en el tema de la dependencia están también en el platillo de la balanza. Pero quienes de momento tienen que aprobarle, los suyos, parecen entusiasmados.