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El padre Luis Castro

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Quedamos todo el equipo de la clase en Deportes Romero, justo en la esquina del colegio. Había que elegir la camiseta, ya que 48 horas más tarde debutábamos. Sabíamos que sería complicado, pues estábamos en 2º de BUP y nos había tocado contra un COU. Pero a ilusión no nos ganaba nadie. Hasta nos dolía la barriga y nos costaba conciliar el sueño. Mucho más que con cualquier examen. Dónde va a parar. Entendíamos perfectamente lo que sentían Fernando Redondo o el 'Chapi' Ferrer cada domingo y el ídolo a seguir era Michael Laudrup. Dertycia aparte, evidentemente.

La decisión que debíamos tomar era complicada, aunque no teníamos muchas opciones, ya que los de 2ºD se habían adelantado y se habían agenciado unas blancas. Y los de 2ºA unas rojas. Al final, azules. Con el cuello blanco. Todavía la guardo en un cajón como oro en paño. He de reconocer que como camiseta de fútbol no vale gran cosa. Pero para nosotros era la releche. Era la nuestra. ¡Y la íbamos a vestir en el Trofeo Luis Castro!

Cuando llegó el día del debut aquello era espectacular. Al menos en nuestras mentes. El campo grande del colegio entero para nosotros. Más de media entrada en la grada (en realidad el poyete del jardín del patio) y hasta habían puesto redes en las porterías. ¡Ah! Y teníamos árbitro. Aquello era lo más parecido a un partido de verdad que viviríamos cualquiera de nosotros. Y esa sensación aún perdura como uno de los mejores recuerdos de nuestra adolescencia. Pese al 4-1 que nos metieron los de COU.

Y el artífice de todo aquello, el alma de esas sensaciones, era el padre Luis Castro. Quien le daba nombre. Y le sigue dando. Un sacerdote que es muchísimo más que eso. Una persona que lleva décadas entregado a un colegio, San Felipe Neri, y a toda una ciudad, Cádiz. Miles de alumnos han recibido, de una forma u otra, su cariño, su sapiencia, sus enseñanzas. Siempre con la sonrisa en la boca, con una palabra amable. Regalando bondad, que tanta falta hace. Y exactamente lo mismo se podría decir del Padre Feliciano. Décadas de entrega a una comunidad educativa y guiando por el camino correcto a miles de jóvenes gaditanos.

Mañana, Cádiz les devolverá parte del cariño que ellos han derrochado a raudales nombrándolos Hijos Adoptivos de la ciudad. Pocas veces un premio ha sido tan merecido. Enhorabuena y gracias.