Tribuna

Humor amarillo

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No descubro nada nuevo -ni tampoco lo pretendo- si digo que el ser humano es gregario. Gregario y previsible, aunque ambos términos no congenien demasiado bien en otros bosques semánticos. Somos gregarios y vamos por la vida cantando lo de «haced todo lo que haga la primera» sin cuestionar mucho qué es lo que hace la primera, ni por qué lo hace. No es malo ser gregario, pero es cansado y sobre todo, aburrido. Seguro que usted también le hizo una foto a sus pies y la colgó en Instagram sin pararse siquiera a pensar si se había cortado las uñas o si se le veía demasiado el juanete. Lo hizo alguien y todos los demás lo seguimos, igual que seguimos al primero que colgó en Facebook un plato combinado con pretensiones de delicatessen, un café con espuma o espumarajos, una botella vacía como sinónimo de una noche llena, una mano que coge la punta de la Torre Eiffel. en fin. Todo muy previsible. Apostaría cualquier cosa a que ya ha localizado usted una lata de Coca-Cola con su nombre, incluso ha revisado la lista de los ciento veintidós nombres que aparecen en la campaña -por cierto, desconozco las fuentes consultadas por los asesores de imagen del refresco, pero ni están todos los que son, ni son todos los que están-. Yo también lo miré, porque soy gregaria y previsible. Y por gregaria, y por previsible es por lo que ya me he acostumbrado a ver nuestra ciudad como si de pronto la hubiesen invadido los/las -me puede la corrección- tronistas de Mujeres y Hombres y eso, las candidatas de ¿Quién quiere casarse con mi hijo?, los concursantes de Gandía Shore y toda una legión de chonis de moño alto, eyeliner, mallas apretadas y camiseta de tirante -eso en la versión femenina y sin ánimo de ofender al género- y de pibones de tatuaje, camisa de cuadros entallada y pantalón a media pierna depilada -versión masculina- cuya identidad fonética radica en el uso continuado de consonantes apicoalveolares, o lo que es lo mismo, caracterizada por un agresivo seseo que suele acompañarse de gran gesticulación y resoplido al final de cada frase. Y cuya bandera de asalto, por supuesto, lleva las siglas de la LOGSE.

No. No voy a entrar en detalles, por una sola razón. Hace mucho que asumí que somos lo que somos y que no hay más, aunque de vez en cuando hagamos una concesión a la galería y le demos una tregua a nuestra pesada condena. No pasa mucho, la verdad, pero de cuando en cuando se alegra uno y hasta se reconcilia con la ciudad. El pasado viernes comenzó una nueva edición de FIT, y ya van veintiocho, con un presupuesto más bajo, una programación, paradójicamente, más alta y de mayor calidad que en otras ocasiones, y una inauguración de lujo, el Ballet Nacional de Cuba y su emblemática 'Coppelia' dirigida por la casi centenaria Alicia Alonso. Una auténtica perla dentro de la aburrida ostra cultural de esta ciudad, hecha ya, y bien acomodada, al molde de la triple C -Carnaval, Cofradías y Cádiz C.F.- No seremos, sin embargo, gregarios con la cita del FIT, ya lo verá. Porque a previsibles no hay quien nos gane y a aldeanos tampoco. «Están locos estos romanos» diremos como aquellos galos que habían hecho de su ombligo el centro del mundo. Volveremos a tomarnos la poción que nos aborrega. Y seguiremos a lo nuestro.

Lo nuestro, en este caso, consistía este fin de semana en el que curiosamente no había procesiones, en vestirnos de amarillo bajo el lema 'La Viña con el Cádiz CF' en una liturgia que «pretende unir al cadismo con este magnífico barrio», en palabras de sus organizadores. Unas pequeñas octavillas hacían de avanzadilla el pasado miércoles, «engalanemos balcones y ventanas con bufandas, banderas y camisetas», «vecina, vecino, que nuestro barrio sea un pulmón para darle aire a nuestro equipo», decían. Habrá que darle aire y algo más, porque el acto central del pasado viernes no dejaba lugar para la duda. Tras una «caravana-batucada con gigantes y cabezudos» llegaba la comitiva a la iglesia de la Palma, donde jugadores de hoy, de ayer y de siempre, que se habían congregado en la peña Juanito Villar y se habían paseado por todo el barrio en un cuidado y cronometrado itinerario, ofrecían flores a la Virgen y asistían a una misa -creo que todavía no era funeral- «por el Cádiz C.F.» Actuaciones de carnaval, «solistas, antologías, ilegales», grupos de samba, de flamenco, cantautores, un parque infantil, un trenecito, un concurso de «guisos en amarillo», carrera de sacos, pintacaras, globoflexia, un amplio programa con cierto toque a verbena de pueblo. En cualquier caso, todo un despliegue amarillo para deleite de los sentidos, sobre todo del sentido del ridículo. Y un pasacalles esta misma mañana -a las doce, tal vez le de tiempo- por las calles del barrio de 'Viejas Glorias del Cádiz C.F.', acompañados de la charanga 'Los sones de Cádiz'. Irresistible.

La quintaesencia del gadita. Humor amarillo en estado puro. Teniendo esto, dudo mucho que corramos para ver algún espectáculo del FIT, ni siquiera a los que son gratis. Ya lo sabe usted, somos gregarios y previsibles. Y también muy pueblerinos. Lo que peor llevo es que todavía no he encontrado la lata de Coca-Cola con mi nombre.