Fotografía oficial de kIM Jong-un con los artistas. :: AFP
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La extraña resurrección de Hyong Song-wol

Corea del Norte muestra imágenes de una ex novia de Kim Jong-un para demostrar que su líder no mandó ejecutarla

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En cualquier otro país la historia habría sido descartada de inmediato por descabellada. Pero viniendo de Corea del Norte, el Estado más hermético del planeta, no se podía desechar la posibilidad de que su dictador, Kim Jong-un, hubiese ordenado ejecutar a una antigua novia y a la banda de música con la que actuaba por haber filmado y distribuido pornografía. La información, publicada a finales de agosto por el principal diario surcoreano, Chosun Ilbo, citaba fuentes anónimas en China y no podía ser contrastada. Pero, teniendo en cuenta que ese periódico se ha adelantado en varias ocasiones a importantes acontecimientos de la hermana comunista -entre ellos ensayos de armas nucleares-, y consciente de que el respeto al anonimato es esencial para poder publicar noticias que se filtran desde el interior del país, gran parte de la prensa extranjera, incluido este periodista, se hizo eco de lo que parecía la última barbaridad de un déspota que perpetúa el férreo régimen que instauró su abuelo.

Ahora, sin embargo, imágenes de la televisión estatal norcoreana, KCNA, parecen desmentir que Kim Jong-un enviase al paredón a Hyong Song-wol, una mujer con la que hace una década mantuvo una relación sentimental no consentida por su padre, Kim Jong-il. En la grabación emitida, supuestamente tomada el pasado día 10 con motivo de las celebraciones por el 68 aniversario del Partido de los Trabajadores, tras su «excelente actuación» Kim saluda a los integrantes de la banda Moranbong. Esos a quienes se había dado por muertos. Aunque también es imposible comprobar la veracidad de esas últimas imágenes, parece que se desmonta así el bulo reproducido en todo el mundo, una historia que incluso detallaba cómo los familiares de los ejecutados fueron obligados a presenciar la muerte de sus seres queridos antes de ser enviados a campos de trabajos forzados.

Y quedan en evidencia las dificultades para informar sobre un país en el que sólo unos pocos extranjeros tienen permiso para trabajar como corresponsales o enviados especiales, generalmente aquellos empleados por importantes agencias de noticias. Incluso ellos tienen totalmente limitados sus movimientos y varios comisarios políticos se encargan de cercenar su libertad para recabar información sobre lo que sucede en el país comunista. Así, la realidad de Corea del Norte llega únicamente a través de las fuentes oficiales, cuya credibilidad es casi nula, y a través de las finas grietas que abren desertores -cuya información recogen también ONG de Derechos Humanos- y servicios de inteligencia que, teóricamente, cuentan con efectivos sobre el terreno y ojos en los satélites. Lógicamente, todos ellos sirven a unos intereses que no tienen nada que ver con el periodismo y con el compromiso con la veracidad.

Rumores y certezas

Eso permite que los rumores se conviertan en certezas. Se puede comprobar en la frontera de Corea del Norte con China. En la localidad de Dandong, los turistas buscan atisbar la realidad del misterioso territorio vecino con prismáticos o a bordo de lanchas, mientras los norcoreanos que allí viven y trabajan se encargan de mantener viva la cruel leyenda del régimen con historias sobre gulags, hambre y represión. La belicosidad y el oscurantismo de Pyongyang refuerzan esa imagen y hacen que cualquier información, independientemente de lo surrealista que pueda llegar a ser, se dé por buena. Afortunadamente para Hyong Song-wol, en esta ocasión las fuentes del diario Chosun Ilbo se equivocaron. Y la reputación del diario queda en entredicho.