Un cartel de un centro comercial anuncia un lote especial para la preparación de una barbacoa. :: VÍCTOR LÓPEZ
CÁDIZ

Menos carne y más bocadillos

Los participantes de las barbacoas cambian de hábitos a la hora de comprar la comidaEl rito de la preparación de la noche del Trofeo varía con la disminución de participantes y la crisis, que hacen que la fiesta se centre en el botellón

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La mañana de las barbacoas del Trofeo Carranza era siempre la de las prisas para dejar todo atado para que no faltara de nada por la noche. Se formaban dos listas: una con las personas que iban a ir a la fiesta y otra con todas las cosas que había que comprar.

Una pequeña reunión servía para asignar las diferentes tareas: unos se encargaban de las bebidas, otros, de la comida y el resto, a la playa a coger sitio.

Eran los años de bonanza, en los que lo más importante era reunir a muchísima gente en la playa y que las barbacoas fueran conocidas a base de intentar conseguir el récord Guiness. Pero lo que subió como la espuma, al final acabó bajando. Los tiempos de la masificación se acabaron y solo hace falta dar una pequeña vuelta por los establecimientos para palpar el ambiente.

La mañana de la preparación de las barbacoas fue la del goteo constante de personas comprando lo justo y lo preciso para disfrutar de una buena noche. El perfil del público estaba formado por gente muy joven, veinteañeros como mucho, y con pocos recursos que prefieren llevarse a la playa bocadillos o comida de casa.

En las bolsas, algo de refrescos, bebidas alcohólicas, paquetes de patatas y poco más. Lo que viene a ser una barbacoa 'low cost'. Poco dinero en tiempos de crisis.

A la salida de una superficie comercial, un grupo de amigos formado por Amanecer Jiménez, Alejandro Mey e Iñaki Puyana contaban que «nos llevamos la comida de casa». Amanecer explicaba que «con tanto acotamiento, ahora las cosas son tan complicadas que ya preferimos no comprar carne y traérnoslo todo de casa. Ya solo se va a beber porque no se puede hacer otra cosa». Además, añadía Amanecer que «miramos las cosas en varios sitios para comprar barato».

Otro grupo de jóvenes formado por José Luis Millán y sus amigos José Manuel, Talía y Ana afirmaban que «este año preferimos reunirnos en la playa de la Caleta, para así poder alejarnos del barullo».

José Luis argumentaba que «antes sí hacíamos la barbacoa y llevábamos pinchitos y hamburguesas, pero ya solo compramos cada uno su lote y poco más. Igualmente, antes nos íbamos a coger sitio a la playa desde por la mañana, pero ahora ya no hace falta y vamos por la noche».

Por su parte, otra pandilla de amigos formada por Pablo Ventoso, Manolo García, Patricia Ortiz y Elisabeth Dávila tenían la misma opinión. En ellos, la desinformación juega un papel importante, ya que pensaban que «nos pueden multar si hacemos barbacoa».

Elogio de la fiambrera

Pablo comentaba que «antes nos juntábamos mucha más gente y poníamos unos diez euros por persona para comprar la carne y las bebidas. Además, nos llevábamos sillas, casetas, mesas y más cosas. Pero ahora, solo compramos las bebidas, con un lote para dos, y nos llevamos los 'taper' desde casa con tortilla o pasta». Tal es el cambio del ritual del día de las barbacoas que este grupo decidió ir a la playa a partir de las 7 de la tarde, cuando lo habitual era hacerlo más temprano.

En el apartado de los comerciantes, las propias carnicerías ya anunciaban durante la mañana de ayer el fracaso que podían ser las barbacoas este año. La norma general era que no habían tenido encargos durante la semana. De hecho, muy pocos establecimientos mostraban ofertas concretas para la fiesta de anoche.

Una explicación muy clara de esta tendencia la da David Rocha, de La boutique de la carne, que explicaba que «yo he vendido 400 kilos de pinchitos un fin de semana de Trofeo, pero este año no he vendido nada, ni uno».

En el supermercado Supercentro, su carnicero Juan Manuel Rodríguez contaba que «el día de hoy (por ayer) ha sido un fracaso. No se ha visto ni la alegría de los chavales comprando para la noche. No nos han hecho encargos para las barbacoas y la gente ya solo quiere hacer botellón en la playa».

En otra carnicería del Mercado Central, Diego Torres decía que «no se respira ambiente de chavales comprando. El Trofeo se ha devaluado y tampoco se le ha dado mucha publicidad, ya que hay gente que ni sabe que se celebra. Hemos tenido poquísimos encargos y se ha vendido bastante menos».