Economia

Los claroscuros dominan el balance del primer año de la ley de reforma laboral

Ha traído una intensa devaluación salarial y más flexibilidad interna y, sin embargo, no ha corregido la elevada temporalidad

MADRID. Actualizado: Guardar
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La reforma laboral cumple un año desde su aprobación por el Parlamento y va a soplar las velas con más de seis millones de parados -según la última Encuesta de Población Activa (EPA)-, con un previsible aumento de la conflictividad laboral por el fin de la ultraactividad de los convenios colectivos -que se cumple mañana para los vencidos antes de la reforma- y con una devaluación salarial general. Aunque también con un aumento de la flexibilidad interna que permite a las empresas adaptarse mejor a la crisis y con cuatro meses consecutivos de reducción del paro registrado.

Es difícil hacer un balance científico de la reforma laboral porque la comparación cuantitativa no puede plantearse con la situación anterior, sino más bien con la que hubiera llegado a ser sin la reforma, y eso es casi un experimento de laboratorio. Por ejemplo, en un año han desaparecido 798.500 empleos según la última EPA -correspondiente al primer trimestre de 2013-, pero no se sabe cuánto más o menos se habría destruido sin la reforma.

La reforma facilita la flexibilidad interna, el ajuste de horas y salarios más que los despidos, explica Marcel Jansen, profesor de Economía de la Universidad Autónoma de Madrid e investigador de Fedea. «Es de esperar que esa flexibilidad sea cada vez más utilizada, aunque a corto plazo las empresas que tenían exceso de personal han aprovechado para despedir; por eso -reconoce-, el efecto inmediato ha sido más despidos».

«No sé si la reforma ha contribuido a destruir menos empleo. Con los números parece que no lo ha hecho, aunque llevamos unos meses de mejora. Hay que esperar», señala Miguel Cuenca, socio director del área laboral de KPMG Abogados, que recalca que lo que crea empleo es la propia actividad económica. En su opinión, la reforma ha supuesto una profunda transformación, pero tiene lagunas y se ha ido desarrollando a través de sentencias.

Según los datos de paro registrado, el ritmo de aumento del desempleo se ha frenado, ya que en junio de 2012 crecía a una tasa anual del 12% y el mes pasado ese ritmo había bajado al 3,22%. Sin embargo, la contratación y el empleo siguen una tendencia distinta, lo que llevó a que en junio solo una quinta parte de los que dejaron de estar inscritos en las oficinas de empleo lo hicieran porque encontraron trabajo. En este primer año de vigencia de la ley de reforma laboral, la contratación ha disminuido un 1,4% y la tasa de empleo ha caído dos puntos porcentuales, del 56,5% al 54,5%.

Lo que está fuera de toda duda es que los salarios han bajado más de lo que se hubieran recortado sin la reforma laboral. De hecho, muchos analistas entienden que la razón principal de la reforma era lograr un rápido ajuste de las retribuciones en empresas grandes con capacidad de exportación para que aumentaran su competitividad. La remuneración de los trabajadores disminuyó un 6,1% en el primer trimestre de este año después de haberse reducido un 5,4% el año pasado.

¿Quién es el culpable?

Que las condiciones laborales han empeorado es un hecho, pero ¿ha sido consecuencia de la reforma o de la crisis? Probablemente, una mezcla de ambas. Desde el Gobierno argumentan que, gracias a los recortes salariales, se han evitado despidos y que en los expedientes de regulación de empleo (ERE) se buscan cada vez más otras fórmulas de ajuste, como reducciones de jornada y sueldo o suspensiones temporales, antes que la extinción del empleo. Sin embargo, la reforma no ha reducido la proporción de trabajadores afectados por despidos colectivos sobre el total de los ERE, más bien al contrario. Aunque es cierto que suponen menos de la cuarta parte en los expedientes de regulación, mientras que más de la mitad de afectados por un expediente han tenido una suspensión de contrato y, a su vez, una quinta parte reducción de jornada.

Por otra parte, la dualidad del mercado de trabajo (fijos-temporales) «se ha agudizado», explica José García Montalvo, catedrático de Economía de la Universidad Pompeu Fabra. La reforma laboral en sí no es un impulso a la contratación indefinida, lo que busca es flexibilizar lo máximo posible los salarios y las condiciones laborales con el objetivo último de que se reduzca la expulsión del mercado de trabajo, explica Montalvo. Despedir a un trabajador temporal sigue siendo más barato que despedir a uno fijo, lo que, sumado a la incertidumbre económica, hace que el empresario no se arriesgue a contratar fijos.

Los contratos temporales han pasado de suponer el 87,77% del total de contratos firmados en junio del año pasado al 93,16% en junio de este, un aumento de la contratación temporal que se viene observando precisamente desde febrero de 2012 cuando se aprobó el decreto de la reforma. En consecuencia, los contratos indefinidos firmados en los últimos 12 meses (desde agosto) representan menos del 10%, y siguen bajando. Y eso son solo los nuevos contratos que se firman. Sobre la totalidad de los trabajadores, los temporales representan ya el 22%, aunque han llegado a suponer un tercio del total y es probable que volvamos a esas cifras cuando acabe la crisis.

Además, una de las medidas estrella de la reforma, el contrato de apoyo a emprendedores, «ha fracasado», según Jansen. Este acuerdo es indefinido aunque permite un año de prueba, tras el cual se puede despedir sin indemnización, y cuenta con bonificaciones fiscales. Ha conseguido «un efecto cosmético» de reducción de contratos temporales, pero ni siquiera llegó a despegar por las dudas sobre su seguridad jurídica, comenta el investigador de Fedea. Solo se han firmado 116.000, en junio bajaron un 23% y, cumplido el año de prueba, el porcentaje de los que permanecen es similar al de conversión en indefinidos. Por eso, a su juicio, el resultado final ha sido «más precariedad».