Apuntes

Mucho frío para nacer

Los números de la natalidad en la provincia, pese al mínimo repunte de los alumbramientos, significa un preocupante envejecimiento de la población

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Los seres humanos tenemos en el código genético la reacción de la alegría cuando nos anuncian un embarazo. Debe de ser un resto de instinto de supervivencia, de prolongación de la especie, fundamental en todos los animales, base de todos los reflejos subconscientes asociados a la alimentación, el sexo y el miedo. Esa misma norma natural, supone un cierto halo de tristeza y pesimismo cuando las gestaciones escasean. Existen múltiples motivaciones para retrasar ahora la reproducción en una pareja estable y joven. Las incertidumbres laborales son mayores que nunca en las últimas décadas y, por tanto, las económicas. Nunca existió tanta incertidumbre sobre la duración de los ingresos en un hogar y la responsabilidad atenaza. Esa es la justificación más lógica al derrumbe de la natalidad en la provincia, que vuelve a niveles de 2001. Ni siquiera el anecdótico repunte de la ciudad de Cádiz, con siete nacimientos más en 2012 que durante el año precedente, alivia la sensación general de «invierno demográfico», como le llaman los expertos. Buena definición porque, aunque sea junio, parece que hace demasiado frío para nacer.

El resto de indicadores apuntan en la misma dirección preocupante. Además de afianzarse la media de un hijo por pareja, la edad media de la madre no deja de crecer. Ya supera los 32 años. Son cuatro años consecutivos con descenso de nacimientos, con incremento de la edad de la madre. No es casual ni pasajero. El temor atenaza a una sociedad que teme por su futuro y parece querer paralizarlo. El envejecimiento de la población (común a toda España como el resto del retrato) anuncia dificultades financieras para sostener a una población cada vez más frágil y dependiente. Anciana, en suma.