El escritor norteamericano Jeff Lindsay. :: GERARD JULIEN / AFP
Sociedad

«Los asesinos en serie me parecen repugnantes»

Publica en España 'Dexter, el asesino exquisito', la quinta entrega de su personaje, el psicópata más famoso desde Hannibal Lecter Jeff Lindsay Escritor

MADRID. Actualizado: Guardar
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No lee ficción psicótica, jamás lo ha hecho. Tanto es así que confiesa que le pareció «increíble» descubrir que este tipo de historias fueran un género. Sin embargo, Jeff Lindsay ha creado el que ya es, junto a Hannibal Lecter, el asesino en serie más famoso de la ficción.

Su primera novela sobre Dexter, 'El oscuro pasajero', dio lugar a la famosa serie de televisión -la primera temporada está basada en ella- y su experto en manchas de sangre le ha regalado a Michael C. Hall su mejor papel. Claro que también el escritor está más que encantado con el trabajo del actor. Su última novela publicada en España es 'Dexter, el asesino exquisito', pero los fans no tendrán que esperar mucho una nueva entrega; antes de que acabe el año verá la luz 'Dexter por dos'.

-Al igual que Hannibal Lecter posee rasgos de Ted Bundy, ¿tiene Dexter algún referente real?

-No, al menos no a partir de un asesino en serie. La verdad es que yo no sabía nada sobre ellos en aquel momento. De hecho, tampoco pude tener una inspiración salida de la ficción porque jamás había leído nada al respecto. Los asesinos en serie me parecen repugnantes.

-Entonces, ¿cómo nació?

-Pues la verdad es que la idea se me ocurrió un día en que observaba a un grupo de ejecutivos comiendo y mintiéndose mutuamente, y apareció de golpe en mi cabeza la siguiente pregunta: '¿El homicidio en serie es siempre algo malo?'.

-Imagino que además de esa idea feliz también deberá documentarse mucho. ¿Tiene mucha ayuda?

-Tengo muchos amigos entre los servidores de la ley, y uno o dos entre los psicópatas. Por lo general, un par de ellos son quienes revisan los aspectos técnicos del manuscrito. Para otras cuestiones, si tengo que escribir una escena de persecución por ejemplo, recorro en coche la zona varias veces. Si se utiliza un arma Desert Eagle cal. 50, cojo una. Y, por supuesto, internet es de gran ayuda.

-¿Es tan importante la investigación?

-Mucho, pero a estas alturas para mí lo principal es conocer bien a los personajes. Escribo a Dexter desde su interior, asomándome a un mundo muy oscuro. Tal vez esa sea la razón por la que no haya más libros.

-¿Qué debe tener un personaje tan brutal para gustar al lector?

-Siempre me pareció que debía tener sentido del humor. También pensé que debía escribir en primera persona para que los lectores pudieran ver las cosas desde su punto de vista. Ya después utilicé algunas artimañas y le otorgué características como «le gustan los niños» y «lleva rosquillas al trabajo». Por supuesto, también ayuda el hecho de que solo mate a personas que realmente creemos que merecen morir.

-La verdad es que a pesar de ser un psicópata cae bien.

-Es que también es gracioso, muy astuto y observador. Realmente parece darse cuenta de que él es, después de todo, un monstruo. Además es bueno con casi todo el mundo, y si de vez en cuando se escabulle para destrozar a alguien, bueno. Nadie es perfecto. La idea original siempre fue crear un asesino en serie con el que se pudiera empatizar.

-En 'Dexter is delicious', publicada en España como 'El asesino exquisito', un grupo de caníbales está a punto de comérselo. Humor no le falta.

-El título se me ocurrió de repente y me pareció tan divertido (risas). Curiosamente lo acabé muy rápido, como en tres meses. Me levantaba de la cama de un salto cada mañana y escribía con una sonrisa en la cara. Eso no ocurre muy a menudo; hasta ahora, solo una vez.

-¿Por qué cree que nos atraen los asesinos en serie?

-Creo que eso se debe, en parte, a que necesitamos creer en 'monstruos'. La primera historia jamás contada era sobre uno: «¡Vi a un 'tigre diente-de-sable' increíble, y casi me alcanza...!». Eso es entretenimiento. También es educación, sobre cómo comportarse, o quizás sobre cómo no comportarse. Dexter es, sencillamente, un 'tigre diente-de-sable' para nuestra época.