Sin nombres

Permítame redactar esta carta sin escribir siquiera un nombre propio, dejémoslo a la inteligencia del lector. Intentamos olvidarnos de nuestra mala suerte y pensar en planes de futuro, soñando que las cosas mejoren un poco a nuestro alrededor mientras observamos con displicencia el bombardeo al que estamos siendo sometidos. Caen noticias sobre corrupción, desfalco, financiación ilegal, abusos de poder como si fuesen bombas de nitrógeno, no destruyen nada aparente pero lentamente están acabando con nuestros sueños, nuestras ilusiones.

La crisis nos envuelve en una niebla cada vez más espesa y nuestros dirigentes, nuestros políticos en lugar de ponerse el mono de faena y trabajar por el bien común solo piensan en ellos y los suyos. En lugar de dar ejemplo, incentivan el despilfarro y la marrullería, el amiguismo y el enchufismo, miran hacia otro lado culpando al oponente, al adversario y se descargan de su parte de responsabilidad. Creíamos que lo habíamos superado pero ahí están.

Y si la única esperanza es que el peso de la justicia caiga sobre ellos aunque sea en años venideros, al final llega el Gobierno de turno para indultar a los condenados basándose en una ley del siglo XIX, en un perdón mal entendido puesto que no tienen que justificarse ante nadie, pretenden obrar como dioses de la Mitología Clásica, a su antojo.

Y ahora, para terminar, me dirijo al lector que ha tenido la paciencia de llegar a este párrafo: ¿Saben quienes son? Por supuesto. Han acertado.