Chuck Hagel defiende su candidatura a Secretario de Defensa de EE UU enel Senado . :: SAUL LOEB/ AFP
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Hagel tiene al enemigo en casa

El candidato de Obama para dirigir el Pentágono sufre en el Senado el duro escrutinio de sus antiguos compañeros republicanos

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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Chuck Hagel era uno de los suyos. Republicano de toda la vida, veterano de Vietnam, 12 años en el Senado, presidente de la campaña presidencial de John McCain en New Hampshire. Todo iba bien hasta la guerra de Irak, que abrió un cisma irreparable con su partido y le acercó al joven senador demócrata que se opuso a ella, Barack Obama. Ahora que el presidente le ha elegido para el cargo de secretario de Defensa, ha dado la oportunidad a sus compañeros de pasarle factura por los agravios.

La maratoniana audiencia de confirmación de ayer empezó con halagos y preguntas rutinarias sobre cómo afectarán los recortes de presupuestos al Pentágono, que Hagel cree que serían «desastrosos», pero pronto McCain abrió la línea de fuego, paradójicamente tras congratularse de tener delante «a un viejo amigo». El mismo que le traicionó durante la campaña presidencial de 2008 para apoyar a su rival, que ahora premia esa lealtad. El rencor de McCain por esa derrota es bien conocido, pero la espina de Irak la lleva clavada desde antes de que Obama apareciese en el mapa.

Hagel había calificado esa guerra como «la peor decisión desde Vietnam», pero McCain atribuye esa cita a la escalada de tropas con la que presuntamente se logró poner a raya a la insurgencia. Una idea que apadrinó y contra la que cualquier oposición le pareció una afrenta personal. Hagel se negó a responder con un simple sí o no, aún menos a juzgar si aquel esfuerzo de vidas valió la pena. «Dejaré que ese juicio lo haga la historia», dijo lacónico. «La historia ya ha juzgado y usted está en el lado equivocado», sentenció McCain.

Según Chris Cillizza, columnista del Washington Post, lo más curioso del agrio enfrentamiento entre estos hermanos de armas es que ambos son iguales: «Duros, difíciles, irascibles, convencidos de que tienen la razón». Fueron muchos los que en los sucesivos turnos inquirieron a Hagel sobre sus críticas a la influencia de «los lobbies judíos» en el Senado de EE UU, que según dijo Hagel en una entrevista ya famosa habría llevado a este cuerpo a tomar «decisiones estúpidas», pero ninguno resultó tan incisivo como el senador Lindsey Graham. «Nombre una sola persona de este cuerpo que haya sido intimidada por los lobbies proisraelíes», le exigió repetidamente. Hagel, por supuesto, no señaló a nadie, pero tampoco aceptó que su comentario fuera «provocativo» y dañino para las relaciones entre EE UU e Israel.

Posible boicot

Graham añadió a la lista de agravios su negativa a firmar en 2001 una carta en apoyo a Israel que condenaba a Arafat y la intifada palestina. Junto con su disposición a dialogar con Hezbolá y su negativa a influir en la Unión Europea para que calificase a la guardia revolucionaria israelí como grupo terrorista, es prácticmente un traidor a la patria a ojos de sus compañeros. «Envió las peores señales posibles a nuestros enemigos en uno de los momentos más críticos» del país, le acusó Graham.

Al menos dos de los senadores con ambiciones de estrella política, favoritos de la ultraderecha, dieron señales de querer boicotear su nominación. Uno de ellos fue Marco Rubio, el cubanoamericano de Florida que se postula para la presidencia; y el otro Ted Cruz, el recién estrenado senador de Texas, que se ha destacado como uno de los más radicales de la extrema derecha. Ayer puso en entredicho la lealtad de Hagel con su país reproduciendo en la sala cortes de sus entrevistas con Al Yasira.

Cruz niega que el comité pueda siquiera votar su nomianción «hasta que declare quién le ha pagado por todas las conferencias que ha dado en los últimos cinco años» -12 el año pasado-. Su sospecha es que detrás pueda haber «algún extranjero». En la misma línea, su colega de Oklahoma Jim Inhofe le preguntó «por qué cree que el ministro de Asuntos Exteriores iraní apoya con tanto ahínco su nominación».