Los bomberos trabajan en las inmediaciones de la sala Kiss, donde se produjo la tragedia. :: G. RORATO / EFE Un oficial de policía atiende a una joven herida tras el incendio en la discoteca. :: SANTA MARÍA / REUTERS
MUNDO

El pánico devoró la fiesta de Brasil

El humo tóxico del incendio de la discoteca y la estampida para alcanzar la única salida, bloqueada, matan a 232 universitarios

BUENOS AIRES. Actualizado: Guardar
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Los bomberos que respondieron la madrugada de ayer a la alarma de incendio en la discoteca Kiss de la ciudad brasileña de Santa María no olvidarán fácilmente la escena que encontraron al llegar: una única puerta, por la que horas antes habían entrado al menos 500 jóvenes con ansias de diversión, se veía incapaz de franquear el paso al torrente de personas presas del pánico que trataban de abandonar el local.

Cientos de jóvenes buscaban una salida, casi asfixiados por una humareda altamente tóxica y bloqueados, primero, por el empeño de los guardias de seguridad en que no se marcharan sin pagar y, después, por los cadáveres de los más desafortunados, que ya no podían atender unos teléfonos móviles que no dejaban de sonar. Las autoridades facilitaron un balance de 230 víctimas mortales -120 hombres y 112 mujeres- y más de un centenar de heridos, muchos de ellos graves.

El establecimiento, propiedad del cantante y actor Kiko Spohr y su socio, el también empresario Mauro Hoffmann, acogía el sábado una fiesta privada organizada por estudiantes de varias facultades de esta ciudad sureña de 260.000 habitantes que, entre otros centros, alberga la Universidad Federal de Santa María. Estudiantes de este centro, en su gran mayoría brasileños pero también de Uruguay y Paraguay, figuran en las interminables listas de fallecidos que proporcionó la Policía a la cola de medio kilómetro de familiares que aguardaba noticias de sus seres queridos.

Hacia las 2.00 hora local (tres horas más en España), el grupo Gurizada Fandangueira ofrecía su actuación a un público cuyo número exacto se desconocía anoche. Según testigos y varias agencias, el cantante del conjunto -que se autodenomina «banda pirotécnica» por el uso de este tipo de artefactos en escena- encendió un señalizador o bengala que, en una zona de techo bajo, alcanzó de inmediato el material que sirve de aislamiento acústico de la discoteca. Diversos asistentes a la fiesta declararon que los propios intérpretes trataron de sofocar las llamas, con extintores que fallaron.

La luz se apagó y el fuego se extendió en muy pocos minutos por un local que desde el pasado agosto tenía caducada su licencia de actividad, explicó el comandante del Cuerpo de Bomberos del Estado de Río Grande do Sul, Moisés da Silva. Este permiso, que se concede si la discoteca reúne las condiciones idóneas de seguridad, prevención y combate de incendios, había quedado invalidado y sus propietarios habían realizado los trámites para renovarlo. La ley brasileña permite, entretando, que el establecimiento continúe funcionando.

Escenas de pánico

Las terribles escenas de pánico y desorientación que relatan los asistentes a la fiesta hacen dudar del buen criterio de las autoridades al mantener abierta la discoteca. Los bomberos localizaron en los servicios de Kiss decenas de cadáveres de jóvenes que habrían confundidos las puertas de los baños con inexistentes salidas al exterior. El caos se apoderó asimismo del único acceso al local. Los guardias de seguridad, supuestamente ignorantes del fuego, frenaron la estampida de los estudiantes durante unos instantes interminables y al final mortales para las víctimas.

Pero el terrible balance de 232 fallecidos es producto, sobre todo, del humo tóxico que inundó el recinto. «Gran parte de los fallecidos estaban amontonados en la entrada y la mayoría murió por asfixia», declaró el comandante Da Silva al diario 'O Globo'. La neumóloga Margareth Dalcolmo relató que la combinación de «la falta de salidas de emergencia y la cantidad de material sintético convirtieron el local en una ratonera». «La combustión de las sustancias de composición artificial en un ambiente sin ventilación ni entrada de oxígeno es altamente letal», añadió la especialista brasileña.

Kiss ahora es un establecimiento destruido pero hasta el sábado mandaba en la noche universitaria de Santa María. Su propietario se jactó en junio de 2011 de que cada jornada tenía «700 entradas vendidas de antemano y otras 700» cuando se abría la discoteca. Kiko Spohr lamentó en aquella entrevista «la manía que tiene todo el mundo de salir de casa al mismo tiempo».El empresario, al que cientos de habitantes de Santa María pedían que diera la cara, declaró anoche ante la Policía.