Economia

Monedas locales frente al distante euro

La crisis ha impulsado la creación de redes de intercambio que buscan potenciar el comercio de la zona y ayudar a los más desfavorecidos En España ya existen una treintena de alternativas a la divisa comunitaria

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Ocurrió en la Gran Depresión y también en la Argentina del corralito. Cuando el capitalismo enseña su lado más oscuro, la cruz del sistema, los ciudadanos sacan su cara más solidaria y buscan formas de ayudarse como las redes de trueque, los bancos de tiempo y las denominadas monedas sociales. Ahora con la crisis del euro, símbolo de una Europa asfixiada por la austeridad, la historia se repite. En los países más castigados como Grecia y Portugal surgen por doquier iniciativas populares para intercambiar productos y servicios sin tener que recurrir a la cada vez más inaccesible divisa comunitaria.

Con casi seis millones de parados y un 21% de la población bajo el umbral de riesgo de pobreza, España no es una excepción y ya se contabilizan una treintena de alternativas al euro. Cataluña es el territorio más fértil gracias a su red de EcoXarxas integradas en la Cooperativa Integral Catalana (CIC), donde se utilizan 'ecos' y 'ecosoles', entre otras denominaciones, como la 'turuta' de Vilanova i la Geltrú. Andalucía también es una comunidad muy prolífica: cuenta con el veterano 'zoquito', la moneda social más antigua, nacida en 2007 en Jerez de la Frontera; el 'puma', que se usa en el casco histórico de Sevilla; la 'pepa', en Alcalá de Guadaira, y la 'jara', en la comarca del Aljarafe; en Málaga se funciona con el 'coín' y el 'axarco' y en Huelva con el 'choquito'. En Madrid se puede pagar con 'boniatos' y 'moras'. En Cuenca con 'copones' y en Valladolid con 'vecinos'. En Galicia se aceptan 'galeuros'.

Euskadi también se mueve. Hace un mes fue el lanzamiento de la 'gita', orientada principalmente a la gente en riesgo de exclusión, y esta misma semana el colectivo Desazkundea (decrecimiento, en euskera) presentó de forma oficial 'bilbodiru'. Este segundo proyecto es algo más complejo que el anterior porque implica la emisión de papel-moneda.

La mayoría de estas monedas funciona con el sistema de crédito mutuo, sin conversión en euros. Un ejemplo: doy una hora de conversación en francés y sumo a mi favor 10 'pumas' en la cartilla con los que luego puedo pagar una cesta de productos ecológicos traídos directamente de la huerta. Con mucha frecuencia las ofertas que aparecen en la web de la comunidad son mixtas, con un porcentaje en euros y otro en moneda local.

Estimular la creatividad

«No es para vivir de ello. Siempre vas a tener que pagar con euros el alquiler, la luz, el agua, el teléfono... Pero ayuda mucho cuando estás en el paro. Te sirve para potenciar tu creatividad porque tienes que ofrecer algo que quieran los demás. Te hace sentirte apoyada y activa». Gracias a esta experiencia, Natalia, en paro con 35 años tras once ejerciendo como trabajadora social, ha descubierto que lo suyo son las mermeladas artesanales y tiene previsto volver a su pueblo en Córdoba para montar un negocio de conservas. En la red de Alt Congost, que abarca ocho pequeños pueblos barceloneses situados entre Vic y Granollers, hasta se está trabajando con los ayuntamientos para que determinados servicios públicos y tasas se puedan abonar en la moneda local, los 'ecos'.

El funcionamiento es sencillo pero detrás hay una filosofía muy elaborada sobre cómo la moneda social es uno de los caminos hacia un modelo económico más justo y sostenible. Esta teoría parte de la idea de que el interés exigido por la banca es el origen de los problemas. «Para comprar una casa de 100.000 euros tienes que pagar una hipoteca de 200.000 y, para devolverla, te ves obligado a ingresar mucho más de lo que vale la vivienda. De ahí la obsesión por el crecimiento. Además, el banco no destina ese dinero a la economía real sino a la especulación financiera», apunta Stefan, un alemán vinculado a las EcoXarxas.

Decrecimiento

Los ideólogos del movimiento defienden que el dinero solo debe valer para facilitar intercambios de productos y servicios. Con objeto de favorecer su circulación y que no se quede en los bolsillos de nadie, abogan por penalizar su estancamiento. Es lo que se conoce como 'oxidación' de la moneda, esto es, su pérdida de valor por no utilización. En su particular diccionario, la prima de riesgo ha sido sustituida por otros conceptos como 'decrecimiento' (volver a un sistema de autoabastecimiento menos dañino para el medioambiente) y 'resiliencia'. Este último término nos lo traduce Israel Sánchez, promotor del 'puma': «Se trata de reforzar las relaciones en la comunidad y avanzar hacia la autogestión para estar preparados ante situaciones de shock como la escalada de las materias primas».

Menos utópico, Julio Gisbert, una de las principales autoridades en la materia a pesar de que, paradójicamente, trabaja en la banca, opina que los proyectos de moneda social o complementaria «más serios» son los que buscan potenciar el comercio local y estimular el consumo en la zona. «Creo que deben ser lo más inclusivos posibles. Si no, se convierten en algo marginal de intercambio de berzas, masajes y sesiones de tambor. Muy perroflauta», afirma. En este sentido, considera que todavía queda mucho camino por andar en España para llegar a la madurez del 'Sol-Violette' de Toulouse o la británica 'Bristol pound'.

Entre las iniciativas nacionales, Gisbert destaca una a punto de ver la luz en la que él mismo colabora: el 'expronceda' de Almendralejo. En este caso el ayuntamiento y hasta una caja de ahorros están involucrados y se emitirán billetes con conversión en euros. El ciudadano recibirá un 10% más de lo cambiado de forma que, por cada 100 euros recibirá 110 'exproncedas'. La diferencia la asume, como si fuera un descuento, el comercio adherido a la red, que se beneficiará de unas mayores ventas. «Se consigue que el dinero no salga del pueblo y que la riqueza se quede dentro», explicó Luis Blanco, de la asociación 'Movimiento Páramo', en la presentación del proyecto.

Gisbert considera que hay que incluir dentro de este movimiento a los más de 300 bancos de tiempo que funcionan en España y que utilizan como unidad la hora. La espectacular eclosión de estas iniciativas ha llamada la atención fuera y, por ejemplo, la 'turuta' del pueblo pesquero de Vilanova ha sido ensalzada por el mismísimo 'The Washington Post' como referencia de lucha contra el actual sistema financiero global. Fronteras adentro, sin embargo, prevalece cierto escepticismo ante estas monedas más próximas que el distante euro.