Fin de año austero

Los ajustes de la economía doméstica han llegado también a las celebraciones tradicionales de final de año. Si hace unos años se estableció como una norma no escrita el desembolsar 50, 60 o 90 euros en un cotillón de media etiqueta y estentóreo lujo para terminar el año, ahora los gaditanos optan por ahorrarse ese dinero para pasar la última noche. A fin de cuentas, cuando la economía aprieta, lo superfluo es siempre lo primero en caer. Establecimientos que habían marcado una tradición con sus fiestas de fin de año, como El Cantábrico, han optado por no arriesgarse ya que en los últimos años, sólo cubrían gastos.

Pero como en tantos otros aspectos, la crisis también tiene un reverso que muestra lo mejor de la sociedad y da esperanza sobre la clase de ciudadanos que somos. Así, mientras que ya se ha referido que los gastos en consumo en esta Navidades están cayendo (y se sustituyen los mariscos y los ibéricos por otros productos más asequibles), la solidaridad con los más necesitados no hace sino crecer y crecer. Ésta está siendo, más que la Navidad de la crisis, la de la solidaridad. Los comedores sociales están recogiendo la ayuda desinteresada tanto de los gaditanos de a pie como de numerosas empresas. Sirva como ejemplo el caso de El Faro, que sirvió la cena al Rey en la cumbre de Jefes de Estado y no se le cayeron los anillos para donar su famoso paté de cabracho al Virgen de Valvanuz para dar un pequeño lujo a los que buscaron el amparo de este comedor gaditano.

El mismo Banco de Alimentos informaba recientemente de que estaba desbordado por tanta ayuda y que había alquilado otra instalación para poder almacenar la comida que estaban donando los gaditanos. La lección ante la crisis que está dando la ciudadanía es la mejor noticia de estas fechas. Solo cabe esperar que en los próximos años, cuando la crisis se deje atrás, no se olvide este solidario mensaje de Navidad.