David Cameron, en el metro de Londres. :: KEVIN COOMBS / REUTERS
MUNDO

Cameron busca el equilibrio en pleno debate sobre las relaciones con Europa

Las especulaciones sobre la salida del país de la UE han llegado incluso a ocupar las portadas de la prensa económica

LONDRES. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La política británica sobre la Unión Europea puede depender de que el primer ministro, David Cameron, canalice adecuadamente su energía 'Sakti' para recuperar la pureza de su conciencia primordial, 'Shivá'. Quizás no parezca sencillo pero ese es el objetivo que se marcó al confesar, en un almuerzo navideño con periodistas, que prepara un discurso que refleje un 'enfoque tántrico' de la elaboración política.

Su discurso europeo se espera desde hace meses pero lo ha prometido para el principio de 2013. La invocación del hinduismo se le ha impuesto como necesaria porque ha de compaginar, según explicó en el almuerzo, «lo que es bueno para el país, aquello que creo que se puede lograr políticamente y lo que se puede hacer diplomáticamente». Desmenuzar esa trinidad requiere una explicación del contexto.

Cameron quiere que Reino Unido permanezca en la UE, su ministro de Exteriores, William Hague, piensa lo mismo. Aunque hayan legislado para no ceder a Bruselas más poderes que consideren importantes sin celebrar antes una consulta popular. El ministro para Europa, David Lidington, resume el entusiasmo británico sobre la UE con dos ideas: el mercado único y la ampliación.

La primera parte de la triple interrogante que requiere la meditación de Cameron tiene como respuesta: para Reino Unido es bueno seguir en la UE si ésta no expande sus atribuciones. Por eso, en octubre, la ministra de Interior, Theresa May, declaró en el Parlamento que el Gobierno se inclina por la repatriación de competencias de Interior y Justicia, que puede hacer según el Tratado de Lisboa.

Esta primera respuesta se mezcla con la segunda y la tercera. ¿Permitirán los socios europeos que Londres se retire con un menú a la carta? Y, si no lo aceptan, ¿renunciará también a la Orden Europea de Detención porque las de Polonia, emitidas a menudo por naderías, cuestan mucho a los tribunales británicos, cuando el saldo de euroórdenes por graves delitos con otros países -por ejemplo, España- es favorable a Reino Unido?

Qué se puede lograr políticamente es la segunda pregunta. El Partido por la Independencia de Reino Unido, UKIP, logró el 3,1% de los votos en las elecciones de 2010. Propone la retirada británica de la UE y su líder, Nigel Farage, es una estrella cibernética y peripatética; sus discursos tienen éxito de audiencia en YouTube. El partido quedó segundo en dos comicios recientes para sustituir a diputados.

Dicen que al primer ministro le preocupa el UKIP porque en las asociaciones conservadoras locales se detecta una fuga de afiliados y de votantes hacia ese euroescepticismo crudo. Michael Ashcroft, un multimillonario que financió a los conservadores y se ha enojado con Cameron, financia sondeos que muestran que las preocupaciones de los fugados son nacionalistas: emigración, multiculturalismo...

Al primer ministro le preocupa en realidad la cohesión de su partido parlamentario, que tiene al menos un centenar de escaños embarcados en una deriva euroescéptica ideológica y agravada por el pacto de Cameron con los liberal-demócratas, europeístas y no thatcheristas, que ha marginado la influencia que esa facción del partido creía tener.

La tercera pregunta que la energía del deseo tántrico ha de guiar hacia un estado natural de conocimiento exige la exploración de un mundo alejado de tales valores, el de la diplomacia. En ese tejido de diferentes intereses y culturas, Reino Unido se encuentra en una situación precaria. Porque todo lo que Cameron pueda decidir ahora habrá cambiado cuando las ideas de su discurso se ejecuten.

Diplomacia defensiva

Tony Blair pronunció un discurso memorable hace veinte días en el Instituto de Asuntos Internacionales de Londres, un foro influyente en la política exterior británica. El ex primer ministro confirmó lo evidente, que en los próximos dos o tres años la estructura constitucional de la Europa unida habrá cambiado radicalmente como consecuencia de los desafíos dramáticos de la crisis del euro.

Blair alentó a los políticos británicos en ejercicio a influir decididamente en la factura de una nueva UE que tendrá al menos dos velocidades -la de la eurozona y la del resto- en un contexto que sería favorable para un país de la dimensión e historia de Reino Unido, si su política no fuese meramente defensiva como consecuencia de avatares domésticos.

Pero es defensiva. Londres ya ha interpuesto un recurso ante el Tribunal Europeo de Justicia por las disposiciones del Banco Central Europeo para que contratos financieros denominados en euros sean asentados en la eurozona, lo que debilitaría a la City de Londres. Y pide ahora, en voz inevitablemente baja, que el organismo supervisor de la unión bancaria incluya a países que no están en el euro.

David Cameron anunciará en el principio de 2013, si no pospone de nuevo su gran discurso, un compromiso con la celebración de un referéndum sobre la permanencia en la UE, culminando así un debate que ha llegado a ocupar las portadas de la prensa económica. El referéndum será más allá de 2015, pues su Gobierno ha emprendido el inédito e interesante ejercicio de evaluar el completo reparto de poderes nacionales y comunitarios, que culminará en 2014. Será también posiblemente anacrónico.