ESPAÑA

Rajoy se acomoda a Bruselas

Su estrategia consiste en celebrar los pequeños avances y fomentar las alianzas con socios del sur sin enfrentarse a Merkel

MADRID. Actualizado: Guardar
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En poco más de un año, Mariano Rajoy ha pasado de evitar las reuniones previas a las cumbres que celebran los dirigentes populares europeos a sentirse cómodo en las citas de los jefes de Estado y de Gobierno. El presidente tiene consejeros como el ministro de Exteriores, José Manuel García Margallo, que conocen muy bien las prácticas comunitarias. Por eso, y por la marcha de los asuntos europeos, desde el pasado verano se muestra «razonablemente satisfecho» y ha optado por destacar los avances, por pequeños que sean.

Ayudó la composición del Consejo Europeo, del que forman parte Mario Monti y François Hollande, que permite una estrategia de la representación española basada en la presentación de iniciativas y la firma de cartas conjuntas. No es poco, para un país en línea de rescate. Y Rajoy se esfuerza, hasta exageradamente, por lucir los contactos que desarrolla. «En los dos días que duró el Consejo (de noviembre) -relataba en el Congreso- me entrevisté con la señora Merkel, con el señor Cameron, con el señor Monti, con el señor Hollande, con el señor Passos Coelho y con el señor Rutte, además de con los presidentes de la Comisión y del Consejo, señores Durao Barroso y Van Rompuy». En un alarde de optimismo, llegó a decir que el primer ministro de Reino Unido, acérrimo partidario de cerrar el grifo comunitario, había acogido la pretensión española de mayor gasto de cohesión «con simpatía».

Logros a medias

Cuando se miden los logros europeos del último año desde la óptica de España se puede ver la botella medio vacía o llena a medias. La propuesta de presupuesto plurianual comunitario ha sufrido un tajo que le perjudica, pero en el segundo documento de Van Rompuy hay una asignación para las autonomías españolas. Lo malo es que ese segundo papel no pasó el corte y se volverá a tratar en febrero. «Busque el dinero debajo de las piedras», recomendó Rajoy a Zapatero cuando en 2005 se negociaba el programa anterior. El líder socialista Rubalcaba le devolvió ahora la pelota.

También se han frustrado las aspiraciones del presidente del Consejo Europeo de proporcionar capacidad fiscal a la zona euro. Rajoy, con Monti y Hollande, apenas han sacado a flote un esbozo de este proyecto con su sugerencia de contratos nacionales (fomento del empleo, investigación) a cambio de reformas.

Lo decisivo de este periodo es el acuerdo para la creación de una autoridad supervisora bancaria común. El Gobierno de Rajoy ha hecho de la necesidad virtud y por eso considera poco relevante que la vigilancia se ejerza sobre casi toda la banca española mientras Alemania mantiene al margen al nutrido grupo de sus pequeñas cajas. El interés de España es que la resolución de futuras crisis, o las secuelas de la actual, sean cuestión del conjunto de los socios. El principal revés del proceso es la rotunda oposición de la canciller Merkel a que la factura del rescate bancario se comunitarice. El dinero habrá que devolverlo, aunque en buenas condiciones (0,5% de interés, 12 años de plazo y 9 de carencia).

¿Por qué no pedir, entonces, un rescate global que abarate la financiación en España? Un Consejo Europeo mandató al Banco Central para disponer el nuevo mecanismo de compras de deuda. El anuncio de Draghi rebajó la presión de los mercados y abrió un compás de espera. Pero no solo la actuación personal de Rajoy se ha refinado. También la de su equipo, que ha pasado de amagar una rebelión -con el anuncio de más déficit público del comprometido- a ganarse una mejor predisposición de la Comisión. La vuelta a la recesión de la zona euro ha contribuido a flexibilizar los plazos de las exigencias de ajuste y austeridad.