Un payaso bosteza en la convención internacional del gremio celebrada en México. :: AP
Sociedad

Payasos en extinción

Los sucesores de Miliki, Fofo y compañía están más organizados y profesionalizados que sus antecesores Los cuentacuentos y los monólogos copan el intereés de los más pequeños

MADRID. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La muerte de Emilio Aragón el pasado fin de semana dio que pensar a muchos padres que todavía no han llevado a sus hijos al circo. Al parecer, las nuevas tecnologías y el cambio en el modelo de entretenimiento podrían poner en riesgo una profesión casi tan antigua como la humanidad, cuando los bufones entretenían y hacían reír a los cortesanos.

Hay payasos. Muchos más de los que se piensa. Trabajan en circos que pululan, a la vieja usanza, con su espectáculo a lo largo de toda la geografía nacional. En verano por el norte y en invierno más al sur: Circo Mundial, Circo Americano, Circo Holliday, Circo Raluy, Circo Continental o Circo Price, este último con sede estable en Madrid. También hay payasos que trabajan haciendo más agradable la vida en funciones, colegios o a los que peor lo están pasando en los hospitales (Pupaclown, Pallapupas, Fundación Theodora o Saniclown). En España hay varias organizaciones profesionales y páginas web como www.clownplanet.com, donde se ofrece un gran elenco de artistas (Pupaclown, Pallapupas, Fundación Theodora o Saniclown).

Asimismo, también se trabaja por llevar la risa hasta rincones del mundo donde se pasa mal. En ello se dejan la piel Payasos sin Fronteras, cuyos miembros muchas veces se juegan la vida al igual que los integrantes de las ONG en zonas en conflicto. Sus miembros trabajan en 14 países o donde son llamados. La iniciativa nació hace 20 años, en las navidades de 1992, cuando un payaso profesional de Barcelona recibió una llamada de un grupo de niños que proponían que se realizaran espectáculos en los campos de refugiados de la antigua Yugoslavia, entonces en medio de una guerra.

Con la electrónica

Los niños españoles, de menos de diez años, viven en un mundo audiovisual impensable hace dos décadas, en el que sus principales entretenimientos pasan por ver vídeos, televisión, usar el ordenador y jugar en internet. Ya es posible entretener a los pequeños con el PC o el portátil, donde el pequeño interactúa con un personaje que le cuenta una historia y que le da opciones a seguir. Asimismo, también existen opciones on-line como www.cuentacuentos.cc, donde los clásicos hacen las delicias de los pequeños.

Por otra parte, los niños -conforme cumplen años- y los mayores son cada vez más aficionados al humor y las chanzas de los monologuistas, cuyas raíces se ahondan en aquellos cómicos de principios del siglo XX que rodaban películas en blanco y negro, como Buster Keaton, Harold Lloyd o Stan Laurel y Oliver Hardy y, cómo no, en nuestros payasos de El Gran Circo de TVE con sus trepidantes aventuras semanales.

El fenómeno del monólogo ha sufrido un fuerte tirón debido a los programas de televisión, pero no es nuevo. El individuo que sale al escenario y cuenta una historia más o menos hilarante es algo que los abuelos de hoy en día ya conocía en con fenómenos del espectáculo como Gila. A este le siguieron Tip y Coll, Pajares, Esteso, Manolo Royo hasta llegar a especialistas como Ernesto Sevilla, Leo Harlem, Luis Piedrahita o Dani Mateo, entre otros. No se pintan, no se dan golpes, pero sus gestos y chanzas dan pie al humor que antaño se disfrutaba bajo una carpa.