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Camarón no es un Beatle

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Camarón ha sido el cantaor más grande que ha dado el flamenco. No lo digo yo. Lo dice Paco de Lucía, así que algo de razón tendrá. «Cuando lo vi con 16 años no me podía creer lo que tenía enfrente. Se puso a cantar y fue como la llegada del Mesías», cuenta de él el algecireño. Pero su voz se apagó en un hospital de Badalona el 2 de julio de 1992 y todavía no ha vuelto por casa. Porque, aunque parece que ahora los planes para recuperar la memoria del maestro se empiezan a tomar en serio de una vez, San Fernando lleva viudo de Camarón ya para 20 años. Ni el arreglo de la casa Monge Cruz de la calle Carmen, ni tampoco el museo han saldado la deuda que se tiene con José. Ahora, el alcalde de la ciudad se ha empeñado en rescatarlo del olvido. Por justicia cultural pero también, muy necesario, por interés económico. Y es que cada año son miles (sí, miles) los ‘adoradores’ de la leyenda que se pasan por la Venta Vargas, la Fragua, el mausoleo y todo aquel rincón donde se guarde su recuerdo. Pero estos rincones no se pueden dejar caer a cachos porque según pasen los años, irán rompiendo ese hilo entre el artista y su pueblo como ya pasó con otros grandes. Quizá caiga en la exageración, pero es que no todos los días se pare un mito. No todos los días se tiene la suerte de tener entre tus conciudadanos a un genio que además de cantarte al oído puede regalarte una herencia para siempre. Y eso es lo que hay que saber aprovechar. Vivir lo que él no pudo vivir, lo que interrumpió por su mala cabeza, y enseñarle al mundo que su arte tuvo una cuna.

Ya está bien de despreciar lo nuestro y llenar de halagos lo que viene de fuera. Si Camarón hubiera nacido en Memphis no hubiera sido flamenco, obviamente, pero sí tendría una casa natal, un museo, una calle y todo un negocio de miles de dólares a su alrededor como ocurre con Elvis. Y si hubiera sido de Liverpool quizá la Venta Vargas se hubiera llamado The Cavern. Pero no, los Beatles nunca vinieron a San Fernando. No hizo falta. Cuando ellos tocaron por primera vez en aquella cueva del pop, José ya entonaba fandangos por la calle Real. Es hora de hacerle justicia. Ha llegado el momento de que el ‘apellido’ de la Isla cobre de una vez por todas sentido.