Por una noche, el 'skyline' de Nueva York no brilló. Sus ciudadanos se refugiaron en sus casas y los que salieron a la calle tuvieron problemas para andar. :: EFE / REUTERS
MUNDO

Nueva York emerge de la catástrofe

El huracán 'Sandy' deja 39 muertos en EE UU y Obama avisa de que la «tormenta todavía no se ha acabado»

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Dicen que después de la tempestad sale el sol, pero ayer seguía lloviendo en Nueva York. Y es que, según el presidente Barack Obama desde la Cruz Roja de Washington, «esta tormenta todavía no se ha acabado». La ciudad de los rascacielos amaneció sucia tras batallar toda la noche a oscuras con las inundaciones que provocó 'Sandy', «con mucho el acontecimiento más devastador que se haya vivido nunca en esta ciudad», dijo el presidente de la Autoridad de Transporte Metropolitano, Joseph Lotha.

'Sandy' había sido bautizado por los meteorólogos como 'Frankestorm'. Se sabía que por su tamaño y presión sería el mayor huracán de la historia, convertido al final en un monstruoso ciclón que inundó el noreste mientras soltaba medio metro de nieve sobre los Apalaches. Por eso las autoridades de Nueva York tomaron medidas sin precedentes, como parar todo el metro, ordenar la evacuación de 370.000 personas y cerrar los túneles y puentes que unen Manhattan con Brooklyn, New Jersey, Staten Island y el norte del Estado. La Gran Manzana quedó sellada como no se la había visto desde el 11-S.

Con todo, se quedaron cortos. Cuando 'Sandy' tocó tierra en Atlantic City (New Jersey) empujó hasta la ciudad de los rascacielos una gran ola que entró por el canal entre Brooklyn y Manhattan. Al llegar al aeropuerto de La Guardia, que ayer todavía parecía una isla en medio del mar, el agua no encontró salida y volvió hacia el lado este de Manhattan, convertida en un tsunami que se desbordó por debajo de la sede de Naciones Unidas.

La riada entró como una tromba por la avenida C, en el bohemio barrio del East Village, donde arrastró a su paso las furgonetas de la Policía que se habían estacionado junto a la comisaría de la calle 8 para responder a la emergencia. La zona ni siquiera era de evacuación forzosa; se creía capaz de soportar un huracán de fuerza 2. «¡Esto parece el Titanic!», exclamó horrorizado un vecino, hundido hasta la cintura, mientras veía subir rápidamente el nivel del agua. Una columna de humo siguió a las tres explosiones en la central eléctrica de ConEdison en la la calle 14 con la avenida C. Todo el Bajo Manhattan hasta la calle 34 se quedó sin luz. En la oscuridad de la noche, los técnicos tuvieron que inflar zodiacs para llegar hasta la central, mientras los edificios colindantes buscaban con desesperación generadores de gas con los que bombear el agua fuera de las casas.

En la batalla contra el reloj, la riada ganó la partida. La casa de Tony Lemon quedó hundida bajo el agua. Él y su familia contemplaban desde las escaleras del primer piso la piscina bajo la que había quedado sumergida su casa. «Todo lo que tengo esta ahí abajo», decía Tony con los ojos vidriosos por el cansancio y el desgaste emocional.

En esa esquina de Manhattan el agua llegaba hasta la cintura y las bolsas de basura flotaban con las calabazas de Halloween, pero con todo no fue la escena más escalofriante. Esta la vivieron los vecinos de Breezy Point, donde ardieron más de 80 casas en medio de la tormenta. O peor, los médicos y enfermeras del hospital Tish de la Universidad de Nueva York, donde fallaron los generadores de emergencia. En un frenético batallar contra la muerte, el personal mantuvo con vida a los enfermos de la UVI con respiradores a pilas mientras los bajaban por escaleras a oscuras. Entre ellos, 20 bebés prematuros o en estado crítico a los que lograron salvar. A ellos les dio las gracias el presidente cuando se dirigió a la nación.

Nucleares cerradas

«Durante la oscuridad de la tormenta hemos visto el brillo de América», dijo sentido. «Ahora es importante que visitemos a nuestros vecinos, especialmente a los ancianos, para asegurarnos de que están bien».

'Sandy' ha dejado 39 muertos en ocho Estados, 17 de ellos en Nueva York, la mayoría aplastados bajo árboles que arrancó de cuajo. Desde Michigan y Maine hasta Carolina del Norte, una decena de Estados han sido declarados en emergencia y 8,5 millones de personas siguen sin luz. El 7% de EE UU se quedó a oscuras y millones continuarán así varios días, incluyendo los del Bajo Manhattan. El peligro del monstruoso ciclón también puso en jaque una refinería de petróleo y tres centrales nucleares -dos en Nueva York y una en Nueva Jersey-, que tuvieron que ser cerradas cuando dejaron de funcionar las bombas que enfrían los reactores.

Con más de 14.000 vuelos cancelados en todo el país y dos de los tres aeropuertos del área de Nueva York inundados, la normalidad tardará en volver. El Ayuntamiento había enviado a trabajadores por los túneles del viejo metro, construido en 1803, para recorrerlos paso a paso y evaluar los daños. Solo así se podrá estimar cuándo volverá a funcionar el suburbano. Los autobuses empezaron a suplir ayer esa necesidad, una vez reabiertos los puentes.

La riada provocó una crecida histórica del nivel del mar de 4,2 metros que inundó al menos siete de las líneas. «Cualquiera que piense que no hay cambio climático en los patrones del tiempo niega la realidad», dijo el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo.