Renata Polverini, en una de sus fiestas. :: R. C.
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El escándalo del 'toga party' da la puntilla a la política italiana

Dimite la gobernadora de la región de Lazio en una apoteosis de derroche de fondos públicos en fiestas, cenas, ostras y joyas

ROMA. Actualizado: Guardar
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Italia presencia asqueada el penúltimo escándalo de su clase política como el de un trasatlántico a la deriva que toca fondo. En este año de Gobierno técnico de Mario Monti, elegido como solución de emergencia por el derrumbe de Berlusconi y la falta de credibilidad de los partidos, se supone que los políticos -considerados vividores, vagos, corruptos, inútiles y demasiados- tenían que haber emprendido una mínima regeneración. Pero el desmadre de Lazio, la región de Roma, ha dado la puntilla definitiva al sistema. Todos trincan alegremente de los fondos públicos concedidos sin ningún control a los partidos y se lo gastan en ostras, champán, joyas, viajes, cochazos, putas y entrevistas pagadas. La gobernadora, la volcánica Renata Polverini, dimitió el lunes, dos años y medio después de ser elegida, haciéndose la víctima inocente de una guerra interna. Hasta la escritora Susanna Tamaro, que nunca ha roto un plato, se ha declarado asqueada como «gran contribuyente».

Polverini era una especie de Anna Magnani sindicalista de extrema derecha, con voz de verdulera, que iba de auténtica. Ha intentado seguir haciéndolo, pero nadie se cree que no supiera nada: «Ahora me siento libre. He visto cosas alucinantes que he callado por sentido de Estado», dijo tras dimitir. Hasta ahora le habían afeado las clásicas cosas: ir en helicóptero a la feria del 'peperoncino' (guindilla) de Rieti o meter de asesores a amiguetes en contra de la ley, pues no cumplían requisitos como estar licenciados en algo para pillar 190.000 euros al año. El escándalo gordo empezó en julio y estalló este mes. Pero como otras veces la dimisión solo llegó después de que la Iglesia censurara lo ocurrido.

'Er Batman'

La clave está en la financiación de los grupos de los partidos regionales, que ha pasado en dos años de un millón a 14 millones. Aprobado por todos, mientras los servicios públicos degeneran y se aplican dolorosos recortes a los ciudadanos. El resultado son, por ejemplo, sueldos inflados hasta los 50.000 euros al mes y 100.000 euros fijos para gastos de cada diputado. Todo empezó con la acusación de malversación de dinero público contra el jefe del grupo regional del PDL, Franco Fiorito, sustituido en julio. Es el personaje impagable del momento. Fiorito, alias 'er Batman', desde que se cayó de una moto parada, es de metro noventa, 170 kilos, fascistoide, tragón, macarra, nuevo rico. Cobra 31.000 euros limpios al mes -o sea, mil al día-, más que los presidentes del Gobierno y de la República juntos. Se ha fundido en un año un millón de euros de las cuentas del PDL.

Tiene ocho casas, dos chalés en Tenerife, otro en la costa romana y tres pisos de lujo alquilados en el centro de Roma. El partido, los contribuyentes, le han pagado un cuatro por cuatro BMW de 88.000 euros -también un Smart, pero no cabía, confiesa-, vacaciones de lujo en Cerdeña y mucho más. Alega que las reglas no las ha inventado él y no ha robado nada. Aunque está dispuesto a devolver 400.000 euros que aún tiene por ahí. Interrogada su madre, confirma: «Es muy listo, con tres años ya leía el 'Don Miki'».

Como no quiere pasar por tonto, ha sacado dos cajas de facturas de los demás. Todos hacían lo mismo y Polverini, acusa, estaba enterada. Unas facturas parecen falsas: en el restaurante 'Pasqualino' de Roma, por ejemplo, se asombran de una cena de 7.000 euros, porque el local es pequeño y es la recaudación de varias noches. Pero otras son de verdad, como 784 euros en botellas de champán en Navidad, a cargo del partido. Así encontramos otros increíbles personajes. Si 'Er Batman' es el símbolo, la imagen de la bacanal cutrona continua del poder la ha dado Carlo De Romanis, vestido de Ulises con túnica. En 2010 montó una fiesta para celebrar su elección, un 'toga party' con tipos disfrazados de romanos con caretas de cerdo morreándose con vestales. Factura: 48.000 euros. Según Fiorito, de las arcas públicas.