Una bandera egipcia se refleja a través de la emocionada mirada de una mujer. :: AP
MUNDO

Egipto desnuda los acosos sexuales

Las mujeres se desprenden de su miedo a denunciar ante el incremento de los casos de abusos

EL CAIRO. Actualizado: Guardar
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Mona aparca cada día enfrente de su trabajo y en los pocos metros que separan su coche de su oficina tiene que soportar a diario «piropos» soeces e insultos de varios hombres, que no dudan en vocearlos delante de niños. «No me extraña que los niños también me insulten para entretenerse». Ir a trabajar se ha convertido en un suplicio para ella. «Me hacen olvidar que tengo un master en Matemáticas y me hacen sentir que no valgo nada». Samira, por su parte, iba caminando por la calle cuando un hombre en bicicleta, que llevaba en la cesta a una niña de año y medio, pasó a su lado, le agarró de la camisa hasta romperla y le arañó el pecho, perdiendo además el equilibrio y tirando al suelo a la pequeña.

Ni Samira ni Mona son los auténticos nombres de estas dos mujeres, dos casos anónimos denunciados en una página web que se dedica a dar voz a las víctimas de acoso sexual en Egipto. En el último año y medio, varios casos espeluznantes de violaciones a periodistas extranjeras en plena plaza Tahrir han atrapado la atención de los medios internacionales. Pero el hostigamiento contra las mujeres es una constante que sufren las egipcias a diario, que tienen que soportar comentarios denigrantes, tocamientos o llamadas acosadoras por parte de jóvenes y mayores, en la calle o en los transportes públicos. Incluso en el médico, como le sucedió a Navín, que tenía 16 años cuando fue manoseada por su doctor, que luego la acusó de habérselo buscado.

La oleada de casos de acoso sexual que se ha registrado durante el Aid el-Fitr, la fiesta que pone fin al mes de Ramadán, ha vuelto a poner de manifiesto una lacra que limita la libertad de las egipcias. «Cuando empezamos a trabajar con víctimas de acoso en 2005, muchas de ellas no querían admitirlo porque está muy ligado a la reputación y a la decencia de las mujeres, es algo vergonzoso. Si contaban a sus amigos, prometidos o a sus esposos que alguien les había molestado les decían: ¿qué estabas haciendo para que te acosaran?», explica Rebecca Chiao, una de las fundadoras de Harassmap.org, una organización de voluntarios que dirige campañas de concienciación sobre este cáncer social en Egipto.

Muchos egipcios siguen pensando que si una mujer ha sido víctima de acoso sexual es porque no iba adecuadamente vestida, o porque se encontraba en el lugar inadecuado a una hora inapropiada, o porque, de alguna forma, ha provocado a su atacante quizás por el simple hecho de mirarlo a la cara.

Los datos de un estudio realizado en 2008 por el Centro Egipcio para los Derechos de las Mujeres, el primero de su género en el país, demuestran, sin embargo, que ni la indumentaria, ni el lugar, ni la edad o la nacionalidad son factores relevantes a la hora de sufrir una de estas desagradables experiencias, como la de Randa Dahab, que explicó al colectivo de documentalistas Transterra cómo un hombre eyaculó en su pierna en medio de un autobús urbano en El Cairo. Según el informe, el 83% de las egipcias y el 98% de las extranjeras en el país ha sufrido acoso sexual. Para más inri, el 62% de los hombres reconocían abiertamente en el estudio que acosaban a mujeres y el 53% aseguraban que las chicas lo habían pedido «no verbalmente».

El silencio de las egipcias y su reacción ante los abusos empezó a cambiar a partir de 2008 tras el caso de la valiente Noha Ostath, que arrastró hasta la comisaría al conductor de minibús que la había manoseado. Allí consiguió poner una denuncia, hubo juicio y ganó. El arrojo y la victoria de Noha animaron a otras muchas mujeres a denunciar públicamente el suplicio al que se enfrentan. Numerosos blogs sobre el acoso han surgido desde entonces, así como campañas para luchar contra esta pesadilla.

«Pruebas de virginidad»

Las denuncias policiales, sin embargo, siguen siendo escasas. «En la mayoría de los casos no acuden a comisaría porque consideran que los policías son los peores acosadores, y que no se van a tomar en serio lo que les ha sucedido, se van a reír de ellas o van a ser molestadas en el propio recinto policial», asegura Chiao.

Dos casos de abuso por parte de las autoridades han sembrado la polémica en un país donde pasar por delante de un grupo de policías garantiza miradas indecentes, comentarios vulgares o la típica llamada del gato: «pssss, psss, psss». En diciembre de 2011, el caso de «la chica del sujetador azul», una manifestante que fue medio desnudada y apaleada por militares en medio de una protesta cerca del Parlamento indignó a muchos egipcios.

En marzo de ese mismo año, pocas semanas después de la revolución que precipitó el derrocamiento del exdictador Hosni Mubarak y en la que participaron miles de mujeres, las Fuerzas Armadas sometieron a varias manifestantes detenidas a «pruebas de virginidad». Una de las víctimas, Samira Ibrahim, denunció el caso ante los tribunales, pero la Justicia exculpó al médico acusado de llevar a cabo las denigrantes pruebas. «Existe una ley que penaliza el acoso, pero si los que tienen que hacer que se cumpla, que son los propios policías, no se la toman en serio, nunca llegará a respetarse», reconoce Chiao.