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Pedro y la crisis

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La específica circunstancia por la que atravieso me esta permitiendo, a costa de aminorar el habitual ritmo de la existencia, tomar conciencia de situaciones desapercibidas cuando circulamos a velocidad de crucero. Situaciones con las que hemos convivido sin percatarnos, desaprovechando la oportunidad de disfrutarlas, enriquecernos emocionalmente con ellas y conceder a quiénes las protagonizan el valor que humanamente les corresponde. Estoy empleando parte de este tiempo regalado en observar como nunca me he permitido y en escuchar con la disposición de quien trata de desentrañar la clave de un misterioso enigma. Tengo el ánimo de haber arribado por vez primera a un apasionante y desconocido país.

País que continúa siendo, no obstante, el mismo que cada mañana nos corta el aliento ante el anuncio de nuevas medidas encaminadas a sacarnos de la crisis. Necesarias reformas, a decir de portavoces gubernamentales, destinadas a garantizar nuestro futuro aunque jodan nuestro presente. Porque incrementarnos el precio de la luz, el agua y el gas, reducir las nóminas a quienes aún mantenemos la actividad laboral, congelar pensiones, limitar subsidios sociales, dificultar el acceso de nuestros hijos a la educación y al trabajo, encarecer las medicinas y restringir servicios sanitarios no nos hace precisamente más felices, como reza la Constitución que con júbilo conmemoramos por estas mismas fechas. Pero un país también en el que, a pesar de todo, junto a la hipocresía y vileza de quienes con total impunidad nos abocaron a la actual situación financiera coexisten otras actitudes basadas en la honestidad y en la capacidad de compartir solidariamente lo que se tiene con quienes aún disponen de menos.

Pedro regenta un pequeño negocio de hostelería en el flamante paseo marítimo de Puntales, anexo al centro náutico municipal. Antes fue responsable de una cooperativa constituida entre varios para mantener el empleo. Hoy, además de hacer frente al rosario de gastos y problemas que supone mantener el local, da ocupación - sin recibir subvención pública alguna - a casi ocho personas de este marinero barrio. Y eso sí que es mejorar el día a día de estas familias. Al igual que tantos otros, hechos como él a si mismos, Pedro sabe que en la ausencia de valores está la génesis de la dramática situación que padecemos e intuye que un futuro distinto será solo posible en la medida que recuperemos un mínimo de la generosidad humana perdida.