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Balones bajo sospecha

En un país con tanta corrupción como España, en un negocio tan embarrado como el fútbol, no cuela

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El desenlace de la Liga puede haber sido una carambola del azar; pero también, al menos para quienes creen que 'Dios no juega a los dados', un enjuague bajo sospecha. Ese final sobre el volcán del descenso, con una secuencia de guion de serie B, da para nutrir algunas suspicacias. La imagen de los jugadores tratando de pactar en Vallecas parece la estampa de la desesperación; pero hay linieres ciegos, goles irreales, equipos jugando con ocho y remontadas delirantes. En Villarreal -territorio Champions al empezar la temporada, ciudad de Segunda al terminar el curso- se quedan con la sensación del cornudo que se entera el último de lo que está pasando. Hay sustancia para que unas autoridades obsesionadas por el juego limpio siquiera investigasen; pero el requisito para eso es que haya unas autoridades obsesionadas con el juego limpio. Hace días, tras la denuncia de otro partido sospechoso, se dictó la omertá. En el fútbol español no hay corrupción, por decreto.

Nada nuevo bajo el sol artificial de los estadios. Las grabaciones inequívocas de los amaños del Hércules para ascender en 2010 no tuvieron consecuencias: «Le di 100.000 euros... en el primer gol se tira para el lado contrario; fue la hostia, macho». Tampoco lo del Alavés-Alicante un año antes, o aquello del Málaga-Tenerife en la anterior, o las evidencias que destapaban el pacto de Levante y Athletic -no toda la plantilla- para permanecer ambos en la categoría. Nunca pasa nada. Incluso con partidos circenses como aquel Celta-Valladolid de los noventa. Por supuesto eso va contra la lógica de la estadística. Ya resulta raro que en todas las grandes Ligas haya un historial de escándalos, como el Moggigate que arrastró a la Juve a segunda o el 'caso Hoyzer' de Alemania, las redadas en Inglaterra, el 'Silbato Dorado' en Portugal. pero paradójicamente aquí nada. En un país con tanta corrupción como España, en un negocio tan embarrado como el fútbol, no cuela. Simplemente los expedientes se redactan en papel mojado.

Días atrás un escritor español, hijo de maltesa, contaba en la radio que un primo suyo de La Valeta, alineado en la selección nacional del 12-1, le confesó que estaban comprados por dinero y un apartamento en Benidorm. Así que ese partido de la memoria sentimental de una generación fue un paripé. En fin, aquello por supuesto tampoco ocurrió. Todas las investigaciones se desvanecen en los despachos o la fiscalía. Como sucede con el dopping, al final solo se oyen los golpes de pecho. El fútbol español suma evidencias sucias pero se impone 'la ley del silencio' como en los muelles retratados por Elia Kazan, y siempre se queda en el camino cualquiera que aspire a ser el Terry Malloy que levante las alfombras.