Opinion

Florito

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Menudo y laborioso, como todos los triquis, Florito es un genio del pluriempleo. Lo conocí ejerciendo de mesero en la Taquería El Gordo, en el D.F. de México. Mi amigo Martín Díaz y yo atravesábamos ceremonialmente el D.F. para ir hasta Floresta a comer tacos 'al pastor' y de 'cochinita pibil', los mejores del mundo, así de absoluto, y para beber agua de Jamaica, otro rito. Los sirven picosos, muy picosos, o de la gran chingada, ésta versión especial para faquires. Nos quedábamos hasta las tantas, ya entre tequilas, hablando de viejas con los parroquianos. A los pocos días de conocer a Florito, me entregó al despedirse su tarjeta, en la que se leía: Florián Marques 'Florito'. Mesero. Primer Trompeta de Mariachi. Boleador. Metalúrgico.

Ejerciendo de mesero, una noche que llevamos a 'El Gordo' a unos invitados surafricanos, uno de ellos se le ocurrió pedir un 'Manhattan'. Pese a que en la maravillosa taquería no se servían bebidas alcohólicas, pero sí consumirlas si se mercaban afuera, Florito sin tener remota idea de qué era un 'Manhattan', sin inmutarse ni rechistar tan siquiera, salió disparado como un obús en busca del combinado con su habitual «sí, jefesito» y, por supuesto, lo trajo aunque acalorado y sudoroso. Para él la clientela se dividía en dos bandos: los «jefesitos» y los 'jovenasos', o sea, los que usan corbata y los que no. A las señoras, las trataba de 'mi dama'. Nunca lo vi ejercer de boleador -limpiabotas-, pero gozaba de afamado crédito entre su borrachina clientela de San Angelín.

Como metalúrgico, en realidad chapista-pintor, me maravilló reparando varias abolladuras del coche de Martín, en mitad de la calle y en un pispás. Hasta muestrario de colores 'originales' llevaba en su taller portátil.

Como trompeta, se había iniciado en Oaxaca en un mariachi parroquial, en el Templo de Suchilquitongo, pero yo tuve ocasión de escucharlo en Plaza Garibaldi, en la prueba que suele solicitársele al mariachi antes de contratarlo. Tocaron 'La Bikina', en mi honor, y 'Si nos dejan', pero no los contrataron los muy cabrones.

Una noche, al verme llegar a 'El Gordo', me dijo: «Jefesito, ya estoy leyendo a Don José.» Florito se refería a Ortega y Gasset, pareciendo que yo lo había citado una noche de exaltación intentando explicar 'La rebelión de las masas'. No he tenido noticias de si la terminó y si, exaltadillo como era, no se ha echado al monte armado de trompeta y machete. Estos arcángeles del glamour de la humildad laboriosa y sonrisa educada, redimirán la tierra.